A un territorio marcado por la tensión ideológica, la efervescencia política y la violencia se le presupone una inestabilidad a la orden del día, al igual que a las generaciones que lo experimentan se les podría adjudicar a priori un carácter voluble. En el caso de Euskadi, los años de plomo de los 80 y 90, la introducción, nudo y desenlace de la propuesta de Nuevo Estatuto Vasco y la consulta impulsadas por el lehendakari Ibarretxe, junto con el cese de la actividad armada de ETA, han marcado a una sociedad cambiante. No obstante, los datos del último Sociómetro publicado por el Gobierno vasco el pasado mes de junio revelaban la constancia y firmeza de las actitudes y valores políticos de los vascos. Demostraba así que el contexto político, muy diverso según el periodo, no ha resultado determinante para que las tendencias ideológicas de los ciudadanos de Euskadi se hayan visto alteradas.

En el caso de la posición respecto a la independencia, ha sufrido variaciones mínimas entre 1998 y 2015, manteniéndose en 25 puntos. En el apartado del sentimiento vasco o español de los ciudadanos, aquellos que se consideran “predominantemente vascos” solo han variado de los 46 puntos de 1995 a 44 en junio de este año. Un cambio prácticamente imperceptible.

Ramón Zallo, profesor de Comunicación de la UPV/EHU, entiende este fenómeno como un resultado de la combinación del sentimiento patriótico y la fidelidad a los partidos de carácter nacionalista en Euskadi: “La fidelidad de la sociedad vasca a los partidos independentistas, que roza el 70%, es mucho mayor que la idea de modelo final de estado”. Además, el grueso de la población se define como exclusivamente vasco o más vasco que español, lo que supone que se mantiene esa conciencia patriótica.

El sociólogo Ander Gurrutxaga apoya esta tesis dándole además una explicación cultural. Para él, el pluralismo de la sociedad vasca y la actitud sosegada hacia esta cuestión se han convertido en el dosel que sostiene la comunidad. A preguntas de DEIA, añade que el tejido social de Euskadi se ha asentado de forma muy firme en esta situación, lo que provoca que “los cambios externos no impacten, no incidan en la mente de la gente”.

El catedrático emérito en Sociología Javier Elzo aborda este hecho partiendo de la base de su cotidianidad, señalando que “tenemos muchísima información, está constantemente en el conocimiento y la conversación”. Califica esta realidad como “un pluralismo no equidistante donde se acentúa claramente el pueblo vasco” y aclara también que el panorama político en Euskadi favorece que se produzca este fenómeno.

“La gran mayoría de los colectivos que aglutinan en este momento el voto en Euskadi, a pesar de no ser claramente independentistas, se acercan más a la vasquidad que al sentimiento españolista”, asevera. El ejemplo más claro es el de Podemos, que a pesar de ser un partido estatal se acerca a ese polo más que al de la centralidad. “Únicamente el PP y el PSOE se polarizan en la otra dirección”, concluye.

Independentismo “No obstante, en la cuestión de la independencia han surgido más cambios en los últimos años”, asegura Javier Elzo. Y es que a pesar de que el número de personas a favor de la independencia se mantenga calcado al baremo obtenido en 1995 , la opinión de las personas que respondieron al Sociómetro que “estaría o no de acuerdo, según las circunstancias” o “está en desacuerdo” sí ha fluctuado durante estos años.

Observando los gráficos, el experto sociólogo analiza la situación desde el prisma generacional, de compromiso político y de clase. “Un 30% de los jóvenes se definen como independentistas pero, sin embargo, esa cifra entre los sectores de más edad se reduce a un 17%”, asevera. Y lleva la pregunta un paso más allá: “¿Es el independentismo un sentimiento generacional o de edad?”. Consultando los resultados de esta misma variable en el estudio de 1995, se demuestra que los jóvenes entre 18 y 29 años tienden a inclinarse por el independentismo de manera muy fuerte y que esta misma preferencia disminuye a medida que se van cumpliendo años.

“La gente no deja de ser lo que han sido de jóvenes -añade Ander Gurrutxaga-, lo que sí es real es el elemento totalmente pragmático que caracteriza a la sociedad vasca”. Y es que, según el sociólogo, este pragmatismo se traduce en Euskadi en el objetivo fundamental que tiene la comunidad de salvaguardar el estado de bienestar y la calidad de vida. “La gente entra en una edad en la que los laboratorios de novedades ya no se contemplan en sus posibilidades”, interpreta.

Asimismo, la clase social y el nivel económico de los ciudadanos parece incidir en sus tendencias ideológicas y políticas. “La clase social alta se considera más independentista que la baja. Pero al mismo tiempo se considera más lejos de ejecutar la independencia”, asevera Elzo. Gurrutxaga también comulga con esta idea y asegura que “la gente apuesta por seguir gobernada con autonomía, y eso es por la gran confianza que las personas tienen en las instituciones que hasta ahora han hecho que todo funcione”.

Este hecho es el que ha llevado a los expertos consultados a concluir que el voto independentista no está directamente relacionado con la forma en que se siente. “El sentimiento independentista está representado de manera mayoritaria por EH Bildu”, asegura Elzo. Desde su punto de vista, este partido político frena que la independencia se haga efectiva. Y es que los ciudadanos, “debido a la memoria histórica y política de los últimos 20 años, tienen cierto respeto a que se lleve a cabo un proceso de cambio a manos de este grupo en Euskadi”.

Además, el catedrático admite que en estos momentos los elementos que provocan que aumente el sentimiento independentista en Euskadi o Catalunya están en Madrid, concretamente en la política del Partido Popular. “El PP es un hacedor de independentistas. Al ver la actitud del Gobierno hacia Euskadi y Catalunya, la gente se siente vejada y así es como despierta un sentimiento de independencia, de autonomía muy fuerte”, afirma.

Una Euskadi conciliadora A pesar de que los sentimientos a favor de la independencia y el nacionalismo vasco se mantienen sólidos en la conciencia de la ciudadanía vasca, el correspondiente a la pertenencia española ha descendido hasta perder siete puntos respecto a 1995. Ander Gurrutxaga busca de nuevo la explicación a este hecho en el pragmatismo de los vascos y en su aspiración a mantener el nivel de sociedad desarrollada del que Euskadi disfruta en la actualidad. “Si el desarrollo del Estatuto de Autonomía y sus competencias hubieran sido malos, o hubiesen sido rechazados por la mayoría de la población, a lo mejor podríamos observar como esa mayoría habría incluso aumentado en relación con los datos que había en la década de los 80 o los 90”, asevera. No obstante, lejos de ver esta variable como un elemento generador de discordia, Gurrutxaga tilda el proceso de “pausado” y “sin espíritu de confrontación”.

Ramón Zallo asocia estas actitudes con el proceso de integración que ha tenido la sociedad vasca con la inmigración, tanto del resto del Estado como del extranjero: “Se ha llevado a cabo una integración ciudadana modélica. Las dinámicas sociales tanto de las familias, los vecinos como de las cuadrillas han provocado ese mestizaje ideológico”. Asegura que algunos inmigrantes han adoptado ese sentimiento de hogar hacia Euskadi antes de hacerlo sobre España. “Incluso a nivel lingüístico, la incorporación que se ha hecho ha sido buenísima”, dice. Añade que esta integración ha sido igual de positiva en los tres territorios a pesar de las diferencias entre los mismos: “Por ejemplo en Araba, tradicionalmente la menos integrada a nivel lingüístico, el euskera ahora se siente y se hace sentir como propio”.