Bilbao - Ángeles Domínguez echa la vista atrás, como hizo aquel fatídico 11 de marzo sentada en las vías de la calle Téllez, las manos ensangrentadas, la ropa echa jirones, ni rastro de las medias ni de un zapato. "Miré hacia atrás y vi el tren con boquetes en varios vagones. El espacio que había entre donde yo estaba y el tren estaba lleno de restos humanos, mochilas, zapatos? Fue una imagen dantesca. No se me olvida".
Ángeles fue la última persona que entró en Alcalá de Henares en el sexto vagón del tren 17305, destripado por cuatro bombas. "Justo tocaban las campanillas de cierre de puertas y me senté en el único asiento que estaba libre. Yo tuve la gran suerte de seguir viviendo y las tres personas que iban sentadas a mi lado fallecieron. Es una lotería", asegura. Tras las explosiones, quedó media hora en estado de shock. A las ocho y cinco recuperó la consciencia. "Estaba sentada en las vías. Tenía un dolor muy fuerte en el pecho y eso que estaba en caliente y no percibía los dolores que posteriormente tuve".
Siete costillas rotas, hemotórax, neumotórax, hemorragia nasal, en los dos oídos... "Estuve con pronóstico reservado y, luego, 532 días de baja. Tuve dolor torácico durante muchísimo tiempo y me tuvieron que hacer trasplantes de tímpanos. Muchos hemos pasado por el quirófano en varias ocasiones a lo largo de estos diez años", dice con conocimiento de causa como presidenta de la Asociación de Ayuda a las víctimas del 11-M.
A las secuelas psicológicas Ángeles les ha dado esquinazo gracias a la amnesia que sufrió los minutos posteriores al atentado, aunque de cuando en cuando retornan sin previo aviso las imágenes de la barbarie. "No es que lo piense habitualmente, pero sí cuando se produce alguna catástrofe o ha habido algún atentado. No sabes cómo, pero vuelves a rememorar esas imágenes y te solidarizas con esas personas. Es algo que no se puede remediar", reconoce.
A lo largo de estos diez años, dice Ángeles, "la gente se ha ido recuperando poco a poco", no sin dificultades. "Hay que seguir viviendo y adaptarse a las nuevas condiciones físicas y psicológicas. La gente que perdió su trabajo y no tiene invalidez ha tenido que incorporarse a otro porque igual las secuelas le han dejado incapacitado para el anterior", explica.
La cifra de víctimas mortales capta la atención por desorbitada. Los familiares y los heridos, a veces, pasan desapercibidos en la sombra. "Los muertos son los que hubo, pero los que por desgracia necesitan ayuda ahora son las víctimas directas y los familiares, sobre todo psicológica".
"Nos hemos sentido muy solos"
Algunos de los condenados en el juicio por el 11-M empiezan a salir de prisión, pero lo más "frustrante", dice Ángeles, "es comprobar cómo diez años después muchos de los responsables todavía no han sido ni detenidos, ni enjuiciados, ni condenados. Después de haber explosionado cuatro trenes con diez bombas, solamente hay diez personas cumpliendo condena por el 11-M y solo uno de ellos por haber sido el autor material. Es una pena, pero creo que los verdaderamente culpables todavía no están en la cárcel", reitera.
En su afán por dar respuesta a todas las incógnitas, denuncia, las víctimas se han visto desamparadas. "La sociedad siempre nos ha estado respaldando, pero los poderes públicos no. Nos hemos sentido muy solos en nuestra lucha porque desde la asociación hemos hecho varias iniciativas que considerábamos que tenía que haber hecho la administración. Una vez que se celebró el juicio, se nos dijo que el Ministerio fiscal iba a dar una serie de pasos que no ha dado y hemos tenido que dar nosotros porque a día de hoy todavía no sabemos qué tipo de explosivo se utilizó o por qué los trenes, que es el lugar del crimen, se desguazaron a los pocos días. Ojalá pudiéramos dar respuesta a una serie de preguntas que después de diez años seguimos sin saber".