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EL ejército más poderoso del siglo XIX, el gran corso, se topó con una pequeña guerrilla vizcaina en Zornotza. La Batalla de Sorronza -como aparecía acuñada en manuscritos de la época- representa el primer pulso que enfrentó a las fuerzas de Napoleón y el Ejército de Defensa tras la precipitada retirada francesa una vez ocurrida la Batalla de Bailén, primera derrota del imperio francés. La guerrilla vizcaina, que tenía su propio uniforme, aunque no muy claro a día de hoy, cargado de tópicos anacrónicos, trató sin éxito de hacer frente a las tropas napoleónicas, pero lo debilitó con -dicen las crónicas- su "sagaz" retirada. Lucharon junto a regimientos gallegos, catalanes, asturianos… en días de la Guerra de la Independencia española.

Iba a despertar la mañana del 31 de octubre de 1808 cuando el ejército imperial de Napoleón atacó a las tropas acantonadas en la anteiglesia. Por un lado, los franceses luchaban a la voz del general Villate y los locales con una compañía gallega, al mando del teniente general malagueño de origen irlandés Joachim Blake.

Como antecedentes a la sangrienta jornada que dejó saqueos, violaciones, regueros de niños muertos y con Amorebieta y Etxano destrozadas, a primeros de octubre de 1808, el ejército francés, tenía su cuartel general en Gasteiz. Contaba con 40.000 soldados de infantería y 10.000 de caballería. Mientras, Napoleón iba aglutinando en la frontera a casi 250.000 hombres. Es decir, Blake desconocía la cifra y tenía en mente "otro Bailén", localidad en la que el imperio sufrió su primera derrota. El malagueño ubicó sus contingentes en la ribera izquierda del Ibaizabal: en Bernagoitia y Muniketa. Allí junto a la guerrilla local de vizcainos (entonces, vizcainos se llamaba a los vizcainos, guipuzcoanos y alaveses) planeaba asediar cuanto antes a las unidades francesas para, en su retirada, cortarles el paso hacia la frontera. Los historiadores cifran en 23.000 jóvenes nada preparados.

Si bien los de José Napoleón -apodado por el enemigo como Pepe Botella, aunque se sabe que era abstemio- pensaba que el Ejército local de resistencia estaba cayendo en una trampa pues, cuanto más se acercase a sus nuevas fuerzas, antes sería aplastado. La cosa no fue así. El mariscal François Joseph Lefebvre, quien apoyó el golpe de Estado de Napoleón, sin conocimiento completo de su maniobra por parte del Cuartel General del emperador, acercó sus regimientos compuestos de unos 25.000 soldados a Durango. Quería luchar por su cuenta.

El mariscal hizo caso omiso a las órdenes napoleónicas buscando popularidad. Así, el 26 de octubre comenzaron pequeñas escaramuzas y disparos. La población estaba compuesta por pastores, aparceros, artesanos, panaderos, herreros, ferrones y agricultores, que de forma paradójica se convirtieron en auténticas víctimas del embate y de ocupación.

El mariscal Lefebvre lanzó finalmente el 31 de octubre la división de Villate. Tras el cuerpo a cuerpo, en Bernagoitia murieron cientos de franceses. Blake hubo de replegarse cuanto antes para no perder más hombres, entrando las unidades francesas en Amorebieta y perdiéndo las posiciones de San Miguel y San Martín. También cayó Arrinda.

Blake se replegó a Neberondo y Bizkargi y el 1 de noviembre, hacia Lezama y los montes de Bilbao, hacia Balmaseda. Los imperiales persiguieron en un principio a Blake hasta Güeñes, pero las incursiones de la guerrilla vizcaina sobre la retaguardia entorpecieron los movimientos franceses.

venganza napoleónica Amorebieta y Etxano quedaron ocupadas por el Ejército napoleónico, no dejando piedra sobre piedra en las casas que sospechaban colaboracionistas con la guerrilla o abastecedoras de las tropas de Blake. Así pues, comercios, ferrerías, conventos, talleres o granjas acabaron incautados o destruidos. La guerra había llegado a la merindad de Zornotza. Napoleón pensó que sus planes quedaban al descubierto. Blake decidió retirar sus tropas, evitando una masacre y obligando a los imperiales a costosa persecución. Además, multitud de familias enteras del área de Zorno-tza e, incluso, de las inmediaciones de Bilbao, terminarían acompañando a la retaguardia de Blake, salvándose así de las represalias francesas.

Desde aquel momento, el País Vasco caería completamente en manos de las tropas imperiales, con una larga ocupación que duraría hasta 1813, sirviendo a las unidades francesas de zona de abastecimiento, en detrimento de la población local, y del futuro parachoques geográfico por su montuosidad para cualquier ataque aliado procedente del Ebro o del Duero.

El agotado Ejército de Blake sería derrotado días más tarde por los contingentes de refresco del mariscal Víctor en el combate de Espinosa de los Monteros entre el 10 y el 11 de noviembre. Murieron más de 3.000 soldados del Ejército de Defensa, algunos auténticos críos, pero Blake consiguió salvar en una retirada a marchas forzadas hacia León a la mayor parte de las divisiones de voluntarios de Asturias, Galicia y Catalunya. Napoleón personalmente descendía desde tierras vascas hacia Burgos. Tras varias batallas victoriosas (Gamonal y Somosierra) llegó a Madrid y conseguía su rendición entre los días 3 y 4 de diciembre de 1808. La ofensiva iniciada precipitadamente en Zornotza se había deslizado, un mes después, hasta la toma de la urbe mayor del Estado. En una maniobra fulminante, el emperador culminaba la fase de la invasión. En conjunto costó más de 70.000 muertos y cientos de miles de refugiados. En Sorronza, fueron entre 6.000 y 7.000 los asesinados.