El teléfono republicano de Garellano
Un mando del cuartel posibilitó que los militares no se sumaran al golpe de Estado de 1936
Bilbao
LAs excavadoras han borrado una parte de la memoria colectiva de Bilbao, de la de todos nosotros. El cuartel de Garellano ya es olvido, piedras y ladrillos que, a diferencia del muro de Berlín, nadie conserva en sus hogares. Las palas mecánicas descuartizaron no solo el cuartel en el que el lehendakari Aguirre cumplió el servicio militar, sino una escultura ejemplo de verdadera democracia y libertad.
José Antonio de Aguirre y Lekube finiquitó la mili antes de que se inaugurara el cuartel de Basurto. Otros quintos fueron el poeta fusilado Esteban Urkiaga, Lauaxeta, o el escritor Jon Bilbao. Muchos históricos de la zamarra de Athletic disfrutaban de permisos especiales allí. Y donde hoy se ubica Termibus se situaba el campo de fútbol de Garellano, que el regimiento cedía a los clubes locales. Pero esas curiosidades no fueron suficientes para mantener al menos un muro en pie como memoria de quienes dieron su vida desde allí para no sumarse al golpe Estado protagonizado por los Mola y compañía.
La ignorancia, constatan historiadores y periodistas, es atrevida. Fue en el cuartel de Basurto donde se sucedieron los acontecimientos iniciales que inclinaron la balanza a favor de la República en Euskadi, evitando que los golpistas pudieran hacerse con Bizkaia y Gipuzkoa en los primeros momentos. El Frente Popular había ganado las elecciones del 36, y poco después comenzó a prepararse el golpe. Era imprescindible la participación militar, y algunos de los cargos medios del regimiento de Garellano afectos a la idea, comenzaron los preparativos para rebelarse en armas. Según se desprende de las loables investigaciones de Eztizen Miranda e Iñaki Rodríguez que ha podido consultar DEIA, los que se unirían a los militares antidemocráticos fueron el comandante Pedro Fernández de Ichaso, el capitán Juan Luis Ramos Mosquera y los tenientes Alfonso del Oso Romero y Luis Ausín, entre otros.
El 18 de julio de 1936, tras tener conocimiento de la sublevación del Ejército en África, el gobernador civil de Bizkaia, José Echevarría Novoa, mantuvo una reunión con el teniente coronel Joaquín Vidal Munarriz, jefe del regimiento Garellano. Este expresó sus dudas sobre la fidelidad de parte de algunos mandos hacia la República, explicando que sabía de la existencia de una radio clandestina dentro del cuartel, de la construcción de defensas dentro de las instalaciones del mismo sin su permiso, y del intento días atrás por parte de algunos de sus oficiales de que grupos de civiles realizaran prácticas de tiro con ametralladoras en el recinto. También se mostró seguro de la fidelidad de la mayoría de la tropa, aunque resultaba conveniente cierto apoyo desde el exterior. El gobernador civil le ofreció todos los recursos del Frente Popular que fueran necesarios.
De vuelta en el cuartel de Garellano, Vidal se encontró con que algunos oficiales estaban tratando de convencer al resto de soldados para que se unieran al golpe de Estado. Sin embargo, la orden para iniciarlo no acababa de llegar. La llamada que efectuó a la Comandancia Militar el coronel García Escámez desde Iruñea fue respondida por el comandante militar Andrés Fernández Piñerua con una negativa y un "¡Viva la República!".
bronca del general mola El propio general Mola respondió al atrevimiento y llamó al regimiento Garellano para que se sumara al golpe, pero su orden fue respondida en similares términos por el gobernador civil, Echevarría Novoa, que había ordenado desviar a su despacho todas las llamadas telefónicas. Mientras tanto, el teniente coronel Vidal detuvo personalmente a los oficiales que se hallaban ultimando los preparativos para la sublevación.
Esa misma tarde los grupos políticos republicanos expresaron su apoyo al gobernador civil, ofreciéndose para colaborar con el orden establecido. También fueron decisivas las actitudes del comandante Aizpuru, jefe de la Guardia de Asalto, del teniente coronel Juan Colina Guerra, jefe de la Guardia Civil, y del capitán Modesto Arambarri, jefe de la Guardia Municipal de Bilbao.
Como narra la prensa de la época, las fuerzas militares desfilaron por la Gran Vía de Bilbao el 19 de julio de 1936 para mostrar su lealtad a la República. "Guardia Civil, Guardia de Asalto, de seguridad, Carabineros, Miñones y el Batallón de Montaña Garellano se manifestaron a favor de la democracia el día después del golpe de Estado", enfatizan Miranda y Rodríguez.
Esa misma jornada partió la primera columna del Garellano hacia Legutio (Villarreal), mandada por el propio teniente coronel Vidal, con intención de contener el posible avance de los golpistas sobre Bizkaia. Tras haber conseguido tomar el enclave, y habiéndose establecido en Otxandio junto con varios grupos de milicianos, los integrantes de la columna fueron testigos directos del brutal bombardeo sufrido por ese pueblo el día 22 de julio. Varios soldados del Garellano se contaron entre el desproporcionado número de heridos y fallecidos, causados por el que se consideró como el primer bombardeo aéreo indiscriminado sobre población civil .
Del mismo modo, también partió desde Bilbao otra columna formada por fuerzas del Garellano junto con milicianos y carabineros hacia Donostia, donde evitaron la sublevación de la guarnición de los cuarteles de Loiola (Loyola), aunque no por mucho tiempo. Ya durante la guerra, el cuartel de Basurto acogió a numerosos civiles que se alistaban con intención de defender la República y desde donde eran destinados a sus posiciones en el frente.
El Garellano, fiel al orden establecido, volvió a desfilar por las calles de Bilbao el 8 de octubre de 1936. Esta vez para mostrar su lealtad al Gobierno de Euzkadi. A su vez, Vidal y Piñerua asumieron nuevos cargos dentro del recién creado Euzko Gudarostea. Se da la casualidad de que la jefatura del Ejército vasco, con el cargo de jefe de operaciones, recayó sobre el capitán Modesto Arambarri, que habiendo sido militar del regimiento Garellano ostentaba la jefatura de la Guardia Municipal de Bilbao, la misma que hasta hace poco ocupaba parte del cuartel .
El regimiento de Garellano también pasó a formar parte del Ejército de Euzkadi, constituyendo la única unidad compuesta por militares profesionales, e integrándose en el mismo con tres batallones: los números 71, 72 y 73. El 5 de abril de 1937, tras el desgaste sufrido por el Ejército vasco a consecuencia del inicio de la ofensiva franquista sobre Bizkaia, se envió como refuerzo desde Asturias una columna compuesta por tres batallones: el 8, 25 y 43. El apoyo expedicionario llegó a Bilbao el día 6, pernoctando en el cuartel de Basurto, desde donde sale al día siguiente hacia el frente en Urkiola. Poco después sería enviada otra brigada asturiana al frente de Euzkadi.
El 15 de junio de 1937, tras los combates en el monte Urkulu, una de las columnas asturianas es retirada para descansar al cuartel de Basurto, donde sufrió un bombardeo que le causó varias víctimas. Tras la caída de Bilbao el 19 de junio, en julio de 1937 el regimiento Garellano se desplazó al oeste para seguir luchando, hasta que, en octubre, cayó Santander. A partir de ese momento no se hace mención al batallón en los archivos de la guerra civil. El regimiento se disolvió, y mientras algunos soldados continuaron luchando con otros batallones en el frente de Asturias, otros regresaron a casa, donde muchos fueron movilizados de nuevo por el Ejército de Franco. Tras la caída de Bilbao, el cuartel de Garellano quedó en poder de las tropas golpistas, que lo utilizaron, entre otras cosas, como prisión para militares -incluso para civiles y exgudaris movilizados forzosamente- acusados de intento de deserción y en espera de ser juzgados.
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