En los 75 años que han transcurrido desde el bombardeo bien se puede decir que Gernika ha resurgido de sus cenizas y remontado el vuelo hasta convertirse en una villa con los zapatos nuevos propios de una población reconstruida. La imagen de una localidad totalmente devastada por las bombas germano-italianas espoleadas por el régimen franquista conquistó los titulares de los medios de comunicación de todo el mundo y alertó del horror del laboratorio de pruebas que fue Gernika para la Legión Cóndor y de la tragedia de la guerra. Hoy día poco rastro queda de aquella villa destruida por los cuatro costados, pero honda es la huella que ha dejado en la conciencia de los gernikarras y de la humanidad en general. El recuerdo indeleble de los que perecieron bajo las bombas, el trabajo de muchos de los que sobrevivieron y la memoria colectiva de las generaciones posteriores han puesto los ladrillos de la reconstrucción física y social.
Los vestigios de la devastación son imperceptibles tres cuartos de siglo después. Tres de cada cuatro edificios fueron blanco de las bombas y pasto de las llamas. Primero fueron las bombas rompedoras lanzadas por la aviación alemana. Ellas destrozaron en mil pedazos la urbe con sus cerca de 500 edificios del casco urbano y prepararon el terreno a las bombas incendiarias que se encargaron de terminar el trabajo. El cuadro lo completaron los aviones que ametrallaron a las gentes que huían de la masacre tanto hacía las colinas que rodean Gernika como en las carreteras que conducían a Bilbao o Bermeo.
puente rentería En pie quedó el puente de Rentería, no muy diferente de su fisonomía actual. Es el testigo mudo de la mentira de los facciosos que lo señalaron como el objetivo declarado del bombardeo. Y, sin embargo, una treintena de aviones y decenas de toneladas de bombas no hicieron blanco, como sí lo hicieron con las viviendas anexas, bajo cuyos escombros aparecieron algunos de los muertos que se cobró el ataque aéreo. Los edificios que hoy se agolpan en derredor del viaducto son el símbolo de la resurrección de una Gernika que sufrió el fuego que caía del cielo y las mentiras de las bombas.
De ellas solo se libraron los edificios nobles de la parte alta del municipio: algunos palacios, chalés, conventos, la Casa de Juntas con el árbol de Gernika. También quedó intacta toda la zona industrial en la que se localizaban las fábricas. Pese a los testimonios y a las imágenes de la destrucción, ni Franco ni la Legión Cóndor ni la Aviazzione italiana nunca reconocieron haber bombardeado Gernika. La destrucción fue material, pero el espíritu, como el puente, pervivió a las bombas.