bilbao. El nombre de Josu Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, va ligado indefectiblemente a ETA. Voz autorizada donde las haya, pasa por ser uno de los hombres más cualificados dentro de la banda, a veces en la sombra, otras liderando la cúpula del aparato militar y político, pero siempre con los galones que le otorgan ser el último gran líder de ETA. Nacido en Ugao-Miraballes hace 62 años, la vida de Josu Ternera como activista comenzó cuando apenas tenía 20 años. Avalado por la figura de Jose Miguel Beñaran, Argala, la primera etapa de uno de los líderes más carismáticos de ETA se inició en el aparato militar de la organización, en la que participó, entre otras operaciones, en el asesinato con coche bomba del almirante Carrero Blanco.
Tras protagonizar varios atracos y atentados -como el de la casa sindical de Hernani- la policía lo detuvo en Baiona junto a su mujer en enero de 1989 y fue condenado a diez años de prisión por los delitos de pertenencia a banda armada, uso de documentación falsa y tenencia ilícita de armas, y a otros cinco de prohibición de residencia en territorio galo. Tras ser extraditado a las autoridades españolas, quedó en libertad al considerar que ya había sido juzgado en el Estado francés y que los demás delitos habían prescrito. Fue aquí donde comenzó la segunda etapa en la vida del histórico líder de ETA, esta vez en las instituciones vascas. Un mes después de que la banda anunciara una tregua "indefinida", la de 1998, Ternera fue elegido diputado en el Parlamento vasco por la lista de Euskal Herritarrok, pero huyó a finales de 2002 al ser procesado por su presunta relación con el atentado de la casa cuartel de Zaragoza, uno de los episodios más sangrientos en la historia de la organización armada.
Desde entonces, y coincidiendo con su tercera etapa en la banda, nada más se ha vuelto a saber a ciencia cierta sobre los movimientos de Ternera, toda vez que nunca se ha dudado del peso que directa o indirectamente ha ejercido sobre ETA. Desde su clandestinidad, se encargó, entre otras a cuestiones, de negociar cara a cara en Ginebra con el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, contactos que derivaron, nueve meses después, en el alto el fuego permanente de la banda, el 22 de marzo de 2006.
papel clave en el final Pese a que fuentes de la lucha antiterrorista difundieron que Ternera padecía un cáncer terminal de estómago del que llevaba dos años tratándose, no sería descabellada la idea de que el líder histórico de ETA más destacado de la historia haya jugado un papel clave en el anuncio de cese de la banda. Tras las detenciones de uno de los últimos duros, Garikoitz Aspiazu, Txeroki, y ante el vacío de poder generado en la cúpula, su figura reapareció con más fuerza que nunca y se convirtió en la esperanza de los activistas que defendían las tesis más posibilistas y entendían que la vía de la lucha armada estaba agotada. Estos planteamientos quedaron ayer refrendados y solo el tiempo dirá el grado de implicación que ha tenido Josu Ternera en el abandono definitivo de las armas de ETA.