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El seminarista que vio Otxandio bajo las bombas

Bittor Garaigordobil fue camillero a la fuerza de los franquistas, bando que mató a un hermano suyo

OTXANDIO. ÉRASE una vez un seminarista de 20 años al que los franquistas le obligaron a ir con ellos a la línea del frente. Como a él, a otros cuatro hombres de su barrio rural. Mientras descubría la sinrazón de la Guerra Civil, el propio bando al que prestaba labores de camillero de segunda línea, mató a uno de sus nueve hermanos. Se llamaba Antonio. Ocurrió en un bombardeo cercano a su caserío.

Meses antes, en invierno de 1936, los gudaris habían instalado la intendencia en su hogar del barrio Amaitermin. Este distrito abadiñarra se ubica entre el puerto de montaña de Urkiola y Otxandio. Aquel inmueble denominado Errota hoy es una quesería.

Meses antes, el estudiante de Filosofía, tal día como hoy, fue a misa a Otxandio. Se cumplen exactos 75 años. Aquel trágico 22 de julio de 1936, el joven se encontraba bajo los arcos del Ayuntamiento. Habían transcurrido tan solo cuatro días del golpe de estado de militares españoles sublevados contra la Segunda República.

De pronto, el seminarista se estremeció al escuchar el ensordecedor estruendo de las bombas lanzadas desde dos avionetas. Los pilotos, los militares sublevados Ángel Salas Larrazábal y José Muñoz Jiménez mataron en escasos segundos a más de 60 personas, la mayoría civiles: mujeres y niños.

El seminarista presenció la tragedia de la plaza Andikona y salió "corriendo por el camino de Olaeta. Volví a mi casa de Amaitermin por el monte. No volví a ir a misa a Otxandio; comencé a ir a Urkiola", evoca a los 95 años.

DE LA CAMILLA AL FUSIL Su nombre es Bittor. Se apellida, Garaigordobil. Nació el 17 de octubre de 1915. Es sacerdote misionero. Su casi siglo de vida es de libro. Hoy, quien décadas más tarde llegó a ser obispo de Los Ríos, en Ecuador, reside en el Santuario de Urkiola y se presenta humilde como actual "monaguillo" de la parroquia.

Garaigordobil es antitaurino y comprende "igual" a quien cree en Dios como a quien profesa pasión por la Dama de Anboto o la naturaleza de Urkiola. A la comunidad religiosa del templo del alto abadiñarra llegó en 1982.

En 1936, cuando estalló la guerra, los militares sublevados españoles le llevaron a sus filas. "No había más remedio", argumenta. "No sabíamos qué bando era uno ni otro, nada. Éramos una familia euskaldun que no sabía de política". Por ser seminarista, los golpistas le destinaron a Sanidad. "Fui a Burgos. Tras un día allí me mandaron al frente de Otxandio y a Orduña", resume. Bittor llega a decir durante la entrevista que "yo fui uno de los que liberamos Bilbao".

Aquel seminarista desfiló con el ejército sublevado por la ciudad el 19 de junio de 1937, día que Franco oyó misa en Begoña. Los demócratas gudaris y milicianos no habían podido resistir más. "El Cinturón de Hierro era de juguete. Nosotros anduvimos mirando si los otros dejaron en él comida", valora. "La imagen más dura que guardo es ver en el camino de Santo Domingo cadáveres de personas y animales. Me impresionó muchísimo".

La labor de camillero del estudiante continuó por Santander, Riaño y Puentelarreina. Tuvo ocasión de escapar. "El tren se paró en Vitoria y bajé a dar un paseo. Estaba cerca de casa, pero tomé el siguiente tren, aunque la mochila iba en el que me bajé", explica. En Puentelarreina tuvo un mes de descanso y le enviaron a Teruel. "Muñoz Grande se preocupaba por cómo estábamos", le reconoce al considerado con Yagüe uno de los pocos militares falangistas. En el frente turolense, Garaigordobil recuerda que otro seminarista que estaba con él murió por una bomba. "Era el hijo del maestro de Abadiño", evoca. Próxima contienda: Lleida. "Como necesitaban más hombres, a los de Sanidad nos dieron fusiles". El final de la guerra les cogió en Cuenca. Volvió a casa. Hoy, asegura que en aquel tiempo no lo supo, pero "lo de Mola tuvo que ser terrible. ¿Cómo se puede imponer el terror? Entonces yo no entendía nada de lo que pasaba...".

Por otro lado, guarda grato recuerdo de cuando los gudaris estuvieron en su casa. "Se portaron muy bien. Llegaron en invierno del 36", subraya este obispo emérito. "Cuando presenté mi dimisión como obispo de Los Ríos, escribí al Papa. Estaba disconforme con cómo se llevaba a cabo la teología de la liberación a la que pertenecía". Por ello, Bittor suele decir que "el obispo se quedó en Ecuador y aquí vino el aldeano de Amaitermin". El próximo 17 de octubre cumplirá irreconocibles 96 años.