LOS Grupos Antiterroristas de Liberación surgieron, a priori, para combatir a ETA con sus mismas armas: la acción del terrorismo. Su creación y mantenimiento dependieron de las más altas esferas del poder, el Ministerio del Interior, según algunas sentencias. Sin embargo, los GAL, que provocaron 27 muertos e igual número de heridos, tuvieron otra finalidad más sibilina: acabar con la permisividad del Gobierno francés respecto a la presencia de ETA en Iparralde.

La primera acción que se atribuye a los GAL fue una de las más dramáticas, el secuestro de los presuntos militantes de ETA Joxean Lasa y Joxi Zabala, el 16 de octubre de 1983. Fue a manos de la Guardia Civil. Ambos fueron torturados, asesinados y enterrados en cal viva en Alicante, donde se descubrieron sus restos dos años más tarde. Tras el fallido intento de secuestro de Joxe Mari Larretxea, que se saldó con el arresto en Francia de un inspector de policía y tres geos, los GAL llevaron a cabo la primera acción que reivindicaron ese mismo año: el secuestro del vendedor de mobiliario de oficina Segundo Marey en Hendaia a manos de mercenarios franceses.

Los asesinatos se sucedieron a partir de entonces en diversas localidades de Iparralde, con atentados contra destacados dirigentes de ETA como Mikel Goikoetxea, Txapela, el 28 de diciembre, o Eugenio Gutiérrez, Tigre, el 25 de febrero de 1984. Rompería esta dinámica, el 20 de noviembre, la muerte a tiros del líder de HB Santi Brouard en su clínica de Bilbao.

Los GAL adoptaron sus maneras más cáusticas a partir de 1985, cuando la guerra sucia alcanzó sus más altas cotas, al apostar por llevar a cabo atentados incluso indiscriminados. Entre los atentados perpetrados ese año destacan el asesinato de Xabier Galdeano el 30 de marzo en Donibane Lohizune, un refugiado que trabajaba como periodista y comercial de Egin en Iparralde.

El 25 de septiembre tendría lugar el atentado más sangriento de los Grupos Antiterroristas de Liberación. Se trata del famoso ataque al Monbar de Baiona, donde dos mercenarios se emplearon a fondo al acribillar a balazos a los clientes del local, rematándolos incluso en el suelo. Como resultado de ello murieron los activistas de ETA Joxe Mari Etxaniz, Potros, Inaxio Asteasuinzarra, Beltza, Agustín Irazustabarrena, Legra, y Xabin Etxaide, Eskumotz.

Sin escrúpulos La falta de escrúpulos demostrada por los GAL quedó de manifiesto con el atentado perpetrado contra el Batxoki de Baiona el 8 de febrero de 1986. Tres pistoleros dispararon indiscriminadamente a través de los ventanales del establecimiento, hiriendo a tres adultos y dos niñas de 3 y 5 años. Tan solo cuatro días después, el mismo comando atentó contra el bar La Consolation de Donibane Lohizune -que ya fue objeto de un ataque el 10 de julio de 1984-.

El que se pensaba que iba a ser el último atentado del grupo anti-ETA, el asesinato de Christophe Matxikote y Catherine Brion, el 17 de febrero en Bidarrai, que eran absolutamente inocentes de pertenecer a ETA, supuso la puntilla. El Gobierno francés se había imbuido de esta beligerancia y, a partir de 1987, se empleó a fondo para encarcelar, expulsar y extraditar etarras.

Pero no fue el último crimen. El 14 de julio de 1987 en Hendaia, año y medio después de su última acción, la explosión de una bomba bajo el vehículo de Juan Carlos García Goena acabó con su vida. Era un insumiso del servicio militar, no vinculado a ETA.