En un país donde las dimisiones son difíciles de encontrar, que nos hablen de una sonada "destitución" y que el autor sea el ex director de El Correo Español y del ABC, no deja de tener su interés. Pero así como en el pasado se pusieron de moda aquellos libros destinados a hacer amigos, este parece el clásico panfleto para lo contrario, donde sólo queda indemne el autor Zarzalejos así como Nemesio Fernández Cuesta, el editor de la publicación, y poco más, con lo que el título podía cambiarse a algo parecido a lo siguiente: Cómo me he quedado más solo que la una, teniendo toda la razón.

El libro, sin embargo, tiene su aquel. Está bien escrito, no en balde su autor es hombre inteligente, sabe contar historias, tiene un importante bagaje cultural y, aunque haya nacido en Bilbao, se siente más a gusto viviendo en la actualidad en Madrid, donde llegó por haber sufrido en su tiempo una seria amenaza de ETA, pero no habiendo sido el único en vivir algo tan rechazable habrá que colegir que el botxo se le quedó pequeño a tan alto intelecto. Eso sí. El libro está escrito con ese estilo narcisista y pedante que su autor rezuma por sus cuarenta costados.

Me estoy refiriendo a José Antonio Zarzalejos Nieto, abogado, graduado social y periodista sin cuyo concurso llegó la democracia al Estado español en 1977, ya que forma parte de una de las muchas familias que mantuvo una dictadura cruel y sangrienta, oprobiosa y perseguidora de toda seña de identidad del pueblo vasco y esto, amigos, deja su huella. Su padre, José Antonio Zarzalejos Altares, se curtió profesionalmente bajo la dictadura como fiscal jefe de Vitoria y de la Audiencia de Bilbao, profesor de Sarriko, pero sobre todo por ser hombre de confianza de Manuel Fraga, que le nombró delegado de Información y Turismo (censor) y gobernador civil de aquella Vizcaya. Como su jefe había dicho en Caracas que antes de que se izara la ikurriña habría que pasar por encima de su cadáver, el hombre, coherente con lo dicho, dimitió en enero de 1977, cuando el entonces ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, permitió la utilización de la enseña vasca. No hace mucho Zarzalejos editorializaba en ABC en contra de la ikurriña.

convocatorias y protesta Supe de él en diciembre de 1976. En la publicación semiclandestina que editábamos, el Euzkadi, una colaboradora nos envió un trabajo titulado Cómo se entra en Diputación, donde daba cuenta de cómo se habían producido unas irregulares convocatorias para el Cuerpo de Letrados de aquel ente provincial, por la puerta de atrás, sin igualdad de oportunidades y dando preferencia a los hijos del franquismo. Zarzalejos protestó al PNV por este artículo que ni le nombraba y que, sin embargo, él se había dado por aludido.

Colaborador de El Correo Español-El Pueblo Vasco, su obsesión cuando utilizaba en los años ochenta el seudónimo de Vicente Copa era que el PNV fuera como él quería que fuera; no desaprovechaba oportunidad para decirnos lo que teníamos que hacer en todo momento. Sus columnas, muy trabajadas, tocaban temas de actualidad y desde aquel minarete quiso establecer una cátedra de buen hacer político. Ni que decir tiene que casi siempre pinchaba en hueso. El plomo, como le decía el coronel Montaud al lehendakari Aguirre, es denso y pesado y no es que me guste más o menos, es que es así. Y así era la rosa.

Las relaciones entre este medio y el PNV, sobre todo en Bizkaia, con los directores Antonio Barrena y Antonio Guerrero no fueron fáciles pero mantenían esos mínimos de convivencia necesarios entre el primer periódico del país y el primer partido de Euzkadi, pero cuando en 1993 llegó a la dirección del medio el mentado Zarzalejos, que ya era director adjunto, todos los equilibrios se hicieron trizas.

Podemos decir que el momento álgido fue el 30 de enero de 1993. Ese día en portada había dos noticias de relieve. Una era que Zarzalejos desde la víspera era el nuevo director de El Correo Español y la otra, con la fotografía del presidente del EBB del PNV, y de forma entrecomillada, se decía: "Parece que la gente de fuera se quiere apropiar de este país, dice Arzalluz". Zarzalejos se hacía eco de la manipulación fruto de una mala traducción de una conferencia dada por Arzalluz en el Fórum Galtzaundi, de Tolosa, pero no dicha la víspera, sino hacía tres días. Aquello le ocasionó al presidente del EBB toda una campaña de linchamiento mediático donde no faltó Aznar diciendo que Arzalluz "quería llegar a Lituania por vía de una operación de limpieza étnica", o de Mario Onaindia que le comparaba con Le Pen, o de las juventudes socialistas que le decían que era como Hitler, o de Nicolás Redondo diciendo que era "el representante de la España negra que queremos olvidar", o de los centros extremeños que pedían no votar al PNV, y hasta de Odón Elorza. Aquella campaña, unida a la del famoso RH, fue terrible y demoledora. Haber dicho que esta característica sanguínea era un dato de lo vasco y que era importante sólo para las transfusiones, centró todo un vendaval de basura sobre el supuesto racismo del presidente del PNV que hizo un daño atroz. Y fue Zarzalejos, junto con otros, el autor -a los tres días de aquella conferencia- de aquella manipulación.

instrucción de atutxa Esto y la intimidación que algunos periodistas ejercían sobre algunos cargos públicos del PNV para lograr la mejor información, junto con otros enfrentamientos, determinó que en setiembre de 1996 una instrucción del Bizkai Buru Batzar presidido por Javier Atutxa Olabarri, no Arza, como Zarzalejos le nombra, en la que se pedía a todos los militantes no adquirir ni insertar publicidad en El Correo Español-El Pueblo Vasco, organizó un serio y desagradable enfrentamiento.

Zarzalejos en su libro nos dice que "Atutxa escribió esa carta que le perseguirá toda su vida porque ejemplifica la intolerancia y el sectarismo". Me he puesto en contacto con el ex presidente del BBB y le he preguntado si dicha carta no le deja dormir, pasados ya trece años. Me ha contestado que lo hace a pierna suelta y, aunque reconoce que aquel episodio fue algo anómalo y personalmente duro, tras la lectura de este libro hemos sabido que de alguna forma fue el motivo de la salida de circulación de un director extraordinariamente sectario cuya fijación con nosotros no auguraba nada bueno.

Para nuestra sorpresa, porque nunca nos creímos tan importantes, Zarzalejos cuenta lo siguiente: "Lo que ETA no pudo en 1994 -ni asesinarme ni hacerme huir- lo consiguió el PNV con la dosificación de una brutal campaña contra mí y el periódico que dirigía, mediante un elaborado trabajo de persuasión coactiva sobre los editores (pág. 36)... Por otra parte, las conversaciones entre miembros del PNV (Anasagasti, Bergara, Urkullu) y los responsables empresariales del periódico (Alejandro Echevarría -consejero-delegado-, y José María Bergareche -consejero-director general) comenzaron a fraguar en una especie de armisticio que exigió una humillación que me fue impuesta: la publicación en el periódico de una carta crítica hacia mí del mismo impulsor del boicot, Javier Atutxa, y un encuentro en unas instalaciones de la Diputación de Vizcaya en el monte Artxanda, próximo a Bilbao, con dirigentes nacionalistas en abril de 1997, durante el cual los gestores del periódico optaron por la política del apaciguamiento tras un debate verbal que, por su nivel, me hizo enrojecer de ira y vergüenza".

"Cuando salí de la reunión -prosigue- había tomado la decisión de dejar la dirección del periódico y abandonar Bilbao con mi familia. Se lo comuniqué a Echevarría el mismo día de mayo de 1997 en que la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) me concedió su premio. El consejero-delegado no intentó disuadirme ni un segundo después de lo visto y oído en la reunión de abril anterior con los dirigentes del PNV: aceptó de plano mi dimisión, le alivió que se la presentase porque así cerraba el grave problema suscitado con los nacionalistas y, como siempre se han conducido las cosas en el Grupo Correo, me ofertó una magnífica salida. La acepté". (pág. 44)

firmas "amigas" Con semejante bagaje de odio y rencor, el hombre se nos fue a Madrid donde apareció dirigiendo el periódico por antonomasia de la derecha española, ABC. Además de introducir firmas tan amigas como las de Jon Juaristi y mantener sobre todo las más antinacionalistas, quiso sentar cátedra de deontología periodística y de centrismo democrático a la vez que fungir como el gran muñidor de acuerdos en los almuerzos y desayunos que organizaba en el hotel Ritz, donde él siempre era el centro de toda la atención y sobre todo el que marcaba las pautas.

Nadie combatió con mayor saña y seguimiento el denominado Plan Ibarretxe, aunque sea de justicia reconocer que nadie conocía el percal de aquella iniciativa como Zarzalejos. Y nadie ha combatido estos años de manera más dura al PNV que esta cuña casi del mismo palo. De ahí su amargura al verse hoy repudiado no sólo por Esperanza Aguirre y el Cardenal Rouco Varela -y no digamos por Jiménez Losantos, que pronto advirtió que estaba ante un telepredicador más pedante e inculto que él-, sino por pensar que sus servicios, a su idolatrada monarquía y a la idea de España, no han sido valorados por el Grupo Vocento, ni, sobre todo, por una villa y corte que le sigue viendo como un señor del norte que vive allí para darles lecciones sobre casi todo.

"puñalada" Hablando hace unos días con un directivo de este Grupo me comentaba: "Si Zarzalejos es algo es por el Grupo Vocento y nos paga con esta puñalada. Siempre fue un tipo muy difícil, muy poco normal en el trato y a la hora de llegar a acuerdos, pero mira, estamos contentos, nos hemos quitado un peso de encima, que no ha sido cosa fácil".

EI libro, pues, rezuma resentimiento sin la menor autocrítica. Es como ese conductor que se mete en sentido contrario y cree que todos los demás se han equivocado de vía. Ahora pretende llevarse bien con el mundo catalán y sigue dando consejos desde su columna El Agora de La Vanguardia y como Ortega diciendo que "Catalunya y España pueden conllevarse". Todavía no le conocen bien y por eso a veces nos preguntan sobre él ya que hace muy poco escribía contra nosotros a cuenta de los presupuestos y de cómo nos gusta hinchar pecho.

En definitiva, podemos decir que es un libro interesante, que aporta mucha información sobre una época y unos medios, y que nos dibuja una personalidad amargada, siendo este trabajo asimismo un buen aporte al conocimiento del funcionamiento de una derecha muy alejada del centro político a la vez que plagado de miserias.