LA ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, inauguró en el Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera de Donostia la exposición internacional que ilustra la vinculación entre Ciencia y Arte denominada Sueños de silicio: Arte, Ciencia y Tecnología en la Unión Europea, enmarcada en la presidencia española de la Unión Europea.

La muestra se inauguró coincidiendo con la Reunión Informal de ministros europeos de Competitividad (Industria e Investigación) celebrada en la capital guipuzcoana y perseguía, según sus promotores, explorar la convergencia entre el Arte, la Ciencia y la Tecnología, "promoviendo la imagen de la UE y de España en particular como espacios a la cabeza en investigación y desarrollo, y poniendo de relieve nuevas formas de expresión artística y experimentación en estos campos".

Criterios estéticos al margen, y mientras visitaba la muestra, me vino a la memoria un ejemplo de eficacia y de saber hacer contrapuesto al glamour de los flashes y a la caravana estilo Berlanga (de la deliciosa película Bienvenido Mr. Marshall) que rodeó a toda la cita donostiarra de ministros europeos de Industria e Innovación.

Frente al posmodernismo del silicio -eslabón sobre el que se sustenta el hilo conductor de la muestra- prefiero anclar las raíces en el wolframio, "descubierto" (o aislado) por los hermanos Delhuyar en la Bergara Ilustrada del siglo XVIII, al calor y bajo el mecenazgo y promoción de los Caballeritos de Azkoitia, exponentes de una generación ilustrada que tanto hizo por introducir la racionalidad, el discurso argumentativo, el diálogo, la formación y la disciplina intelectual, el gusto por aprender y proyectarlo después a las artes y a las ciencias -al terreno productivo, en definitiva-, todo lo cual permitió impulsar el desarrollo socieconómico en Euskal Herria, de la mano de la Real Sociedad Bascongada de los amigos del País, al Estado español y a buena parte de América.

Frente al tópico que pretende minusvalorar el sentimiento identitario y de pertenencia a un pueblo, contraponiéndolo a la aséptica y ultramoderna ciudadanía, el municipio de Azkoitia demuestra que es posible aprovechar lo mejor de nuestra tradición, de nuestros valores y de nuestra identidad para proyectar y construir sobre ellos el futuro. Sus ejes estratégicos giran en torno al péndulo "de la Ilustración a la innovación". Palabras como espíritu innovador, ideas, trabajo de cada día, participación ciudadana, señas de identidad, valores, carácter emprendedor, visión del mundo y compromiso convergen en un valle que muchos ubican en la denostada Gipuzkoa profunda, en la que emerge la combinación de la idiosincracia azkoitiarra con la apertura al mundo: es posible construir un pueblo con identidad, un pueblo integrador y participativo, un pueblo moderno y hospitalario y que permita vivir, invertir, convivir y trabajar.

Toda la comarca, con la alianza entre los municipios vecinos de Azpeitia y Azkoitia, sienta las bases para una nueva estructura económica y promueve empresas de nivel tecnológico alto, diversificando la estructura económica. No hace falta ir hasta Silicon Valley en California. Sin tanto ruido, sin tantos fuegos de artificio, con humildad y sin renunciar a nuestras raíces, con la mente abierta a la integración pero valorando y respetando nuestra identidad.

Éste es un buen modelo a seguir y que tiene su extrapolación a otras muchas zonas de nuestro País: cercano, que sabe combinar tradición y modernidad, que respeta al diferente? ¡aunque para muchos, que se empeñan en demonizar y en minusvalorar todo esfuerzo y toda iniciativa a favor de la necesaria convivencia, esto seguirá siendo una muestra de nacionalismo vasco rancio y excluyente!