El martillo de Thor golpea
Era un frágil sueño contra la realidad del martillo pilón y no hubo, como de vez en cuando sucede en el deporte, una de esas historias épicas: Irribarria y Rezusta impusieron la ley de la naturaleza: el mundo es de los más fuertes
CON la boca pequeña y en los rincones; con el corazón agitándose al cruzarse una apuesta a última hora -el dinero cantaba cien a cuarenta a favor de colorao...- a favor de los azules, con un haz de corazonadas en aquel 13-12 (el tanto del partido...) para la esperanza... Con todo ese frágil material se edificaron los sueños ayer en el frontón Bizkaia, la tinta de la ilusión con la que Oinatz Bengoetxea quiso escribir un hermoso epílogo a su carrera, con la que Mikel Larunbe quiso mantener viva la aventura de la revolución de la pelota en Bizkaia. No fue suficiente. Frente a ellos, Beñat Rezusta apareció en escena con el martillo de Thor como extensión de sus dos brazos y a Iker Irribarria le bastó con acompañarle en el acoso y derribo de Mikel (esquivó el cuerpo a cuerpo con Oinatz, consciente que donde olía a sangre era en la zaga...) para imponer su ley con manos de acero y templanza de fragua. Castigándole a Mikel como si fuese un preso bañado por el alquitrán del asfalto, qué sé yo, en una carretera de Alabama y bajo un sol de justicia fueron haciéndose con sus fuerzas, debilitándole el ánimo hasta vaciarle y hacerle besar la piedra del suelo como fruta madura. Galdakao lamentaba la caída de su hijo.
Lo habían anunciado los momios de las apuestas y una buena parte de la afición pelotazale días atrás: no hay color. Lo hubo, al menos más de lo esperado hasta el ecuador del partido, hasta aquel 13-12 donde Mikel lanzó su canto del cisne en una resistencia propia de las calles francesas bajo el dominio alemán o digna de Numancia. Alzó las manos al cielo al caer el tanto a su favor pero allí habían quedado muchas fuerzas. Cerca, muy cerca, un hombre apostaba cien euros a favor de los azules. Era la rosa de la fe la que le perfumaba (la rosa y media docena de gintonics que parecía llevar encima el buen hombre...) a la hora de apostar. Diez minutos después, cuando a Larunbe se le caía su enésima defensa, rompía la papeleta, más resignado que rabioso.
La lectura del partido, que contó con menos asistencia que de costumbre y una nutrida presencia pelotazale -Aimar Olaizola, de paisano pero con los tacos en la mano por si tenía que entrar como suplente, Rubén Beloki, Oier Zearra, pelotari de Galdakao, como Mikel; Iñaki Iza, Julen Martija, Bixente Artola, Andoni Aretxabaleta, Jon Jaunarena, Aitor Mendizabal, Xabier Erostarbe o Pablo Berasaluze entre otros...-, se podía hacer fijándose en el rincón de los descansos. Allí, en las sillas, tanto el botillero, José Ángel Balanza, Gorostiza, como el propio Oinatz trataban de restañarle las heridas del cuerpo y las del alma, azotada una y otra vez.
Testigos de cuanto les cuento fueron la diputada de Cultura, Lorea Bilbao, la presidenta de Juntas Generales, Ana Otadui; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, el consejero Bingen Zupiria, Ibone Bengoetxea, Oihane Agirregoitia, Itxaso Atutxa, Josune Ariztondo, Karmelo Ariznabarreta, presidente de la Federación Vasca, Andoni Lertxundi, de la gipuzkoana, Jesús Mari Porrón , de la navarra; Fernado Azkarate, vicepresidente del Consejo Mundial, alcaldes como Ibon Uribe, Asier Mujika, Elena Lete y Mikel Zabaleta;Ignacio Erice; jugadores del Athletic como Kepa Arrizabalaga y Mikel San José; K-Toño Frade, Pedro Barreito, Jon Ortuzar, Mireia Larrañaga, Amaia Begirist ain, Sara Arrietaleaniz y mucha afición entregada.
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