bilbao. Se retira después de 20 años como profesional, ¿sensaciones?
Llevo ya varios meses despidiéndome, porque era casi seguro que este iba a ser mi último año. Entonces, viendo también los pocos partidos que jugaba y el estado en el que estaba, te vas mentalizando. Ahora estoy tranquilo, contento, igual estaba peor a principios de año. Ahora estoy mentalizado y con la cabeza ya fuera. Estoy bien.
¿Masticar durante los últimos meses esa situación le ha hecho ver de otra manera la retirada?
No ha sido una cosa de golpe. Como ya estaba casi seguro de que iba a acabar este año, poco a poco te vas mentalizando.
¿Qué gusto le queda de estos últimos veinte años como profesional?
Se pasan rápido. Sorprende que te acuerdas de cuando empezaste y ya se ha acabado. Me siento bien, estoy contento con lo que he hecho, orgulloso de haber estado tantos años sin haber sido un figura claro. Es muy difícil mantenerse tanto tiempo sin serlo. Yo, la verdad, estoy orgulloso de lo que he hecho: siempre he dado el callo, siempre he estado ahí. Pero es que si no estás, no puedes seguir, te mandan para casa.
Si bajas el pie del acelerador...
Sí. Yo he tenido una línea más o menos constante. He sido un pelotari de los que, según decían los antiguos, éramos los más importantes del frontón, porque podíamos jugar con los de arriba, con los de abajo, valían de comodín... Eran los que mantenían el frontón. Y yo creo que he sido de esos.
Trabajo asegurado.
He tenido mis bajadas, mis altibajos, pero siempre más o menos me he mantenido a mi nivel. Tampoco he sido un pelotari caro para la empresa. Al ser un pelotari de Bilbao, del Club Deportivo y tal, a los empresarios económicamente les salía bien. Un palista de mi nivel de otra provincia costaba más caro que yo, solo por los desplazamientos y demás se encarecía. Quizás por eso sí que me he podido beneficiar, pero también ellos.
Al final, es la cancha la que dicta sentencia, ¿no?
Sin duda. Por aquí han pasado un montón de pelotaris y al final he prevalecido. Estoy muy contento. Llevo ya 20 años, para 21.
¿Cómo se aguanta sin frenar?
Yo siempre he tenido una mentalidad de aprender y mejorar. En todo. Me gusta aprender. Y cada año he mejorado. Creo que cuando mejor he jugado ha sido hace dos o tres años a pesar de tener treinta y muchos. Solo por el hecho de querer aprender y mejorar. Hay gente que dice: "Tengo 28 años y ya no voy a jugar más" o "hasta aquí he llegado"; en mi caso siempre he querido mejorar y aprender. Al fin y al cabo, este es un deporte muy técnico. Aunque no esté mejor físicamente, he ganado en otras cosas. Se pierde físico pero se gana en experiencia, colocación, empale, visión de juego...
Es la modalidad más complicada.
El físico es importante evidentemente, pero es una modalidad muy técnica. Así, gente que a simple vista parece que no podría jugar, juega. Quizás no hay tanto físico, pero hay colocación, visión... Luego, toda la vida lo he visto, hay gente que físicamente está muy bien y lo ha tenido que dejar porque no juega nada.
20 años es casi una vida.
Una generación casi. Ahora que ha pasado, sí que piensas que se te ha pasado muy rápido, pero cuando estás ahí ni te das cuenta. Hablando de los años de que es una generación tengo una buena anécdota.
Cuénteme.
En el 95 llegué a jugar con Fede Arribillaga, que era un mito de la pala. Y justo él debutó como profesional el día antes o el día después o el mismo día que nací yo, no estoy seguro. ¡Y llegué a jugar con él de pareja! Me hizo ilusión, porque él era uno de los mitos. Debutó casi cuando nací yo y jugué con él de pareja y en contra. Él ya tenía 39 y yo 21 o 22.
Ha vivido con muchos pelotaris...
Fíjese. Quizás es una anécdota excesiva, pero yo he jugado con el abuelo de Erik Zubiri -uno de los palistas jóvenes que apuntan al profesionalismo-, que era socio del Club Deportivo y estuvo hasta los 80 jugando a pala corta, jugué con su padre en la escuela de pala, Artur, con quien coincidí un poco, y luego en los últimos meses he entrenado un par de veces con el chaval. Erik tiene cualidades.
Además, se despide el último pelotari del Club y socio del Club.
Sí. Es así de duro. Cuando empecé yo aquí de chaval no se puede ni imaginar lo que había, pero pasan los años y... Cuando debuté estaban Arrillaga, Alzíbar, Núñez, Torre se hizo luego, mi hermano, yo... Poco a poco pasaron los años y me quedé yo solo. De la escuela del Deportivo los últimos que quedábamos éramos Ziskar y yo, porque Urkijo vino a última hora. Debutaron muchos, pero solo quedé yo.
¿El fin de una generación?
A nivel del Club Deportivo, sí. Y eso que yo cuando era chaval ya empezó la decadencia. Me acuerdo cuando jugaba mi hermano de aficionado, que todo el mundo en el Deportivo jugaba a pala. No había horas en el frontón. Había cientos de pelotaris. Era una pasada. Después, en los 80, cayó en picado. En la escuela de pelota, cuando yo entré, no había ni sitio. También los chavales ya sabemos cómo son. Había éxito, dinero, prensa... Y los chavales se apuntaban. Pero cuando cayó, desaparecieron. La fama y el dinero son así y el ser humano, también. En el momento en el que desaparecieron los focos, desapareció la gente. Pero unos cuantos nos mantuvimos ahí (risas).
Y ya ha durado...
Yo tengo mucha afición. Yo siempre he estado en el frontón. Los días que no había partido venía a ver. Me gustaba. Había quien se cansaba, pero yo venía siempre. Es mi afición.
¿Esperaba que podía durar tanto su etapa de profesional?
No voy a decir que fuera un reto, pero siempre me gustó. Llegar a los 40 y hacer 21 años de profesional es algo muy bonito. No era un objetivo, pero sí que para mí era algo bonito. Sabía que si hacía bien las cosas y me esforzaba, podría suceder. Luego las cosas cambiaron. Fíjese que cuando debuté creo que estábamos 36 en el cuadro y ahora hay diez. Yo ahora me voy a retirar, pero si la situación de la pala es la de hace tres años, con veinte pelotaris, posiblemente hubiera seguido uno o dos años más. Juego tengo.
Acaba el día de Nochevieja con un homenaje, un día palista tradicional.
A mí me hubiera gustado acabar en el Deportivo, porque, aparte de que podía venir más gente, ha sido como mi casa. Yo no he exigido que me hagan nada. Si mis compañeros han querido, yo estoy agradecido. Espero que esté bien, haya gente y sea bonito. No pido gran cosa. No me quiero ir haciendo ruido o como si fuera Ronaldo.
¿Cómo cree que lo vivirá?
Soy bastante tranquilo. Lo viviré con alegría. Por un lado, ahora estoy contento. En verano no estaba jugando bien, jugaba poco y entrenaba poco. Cada vez que salía a la cancha era un sufrimiento porque no jugaba lo que yo creía que tendría que jugar. Realmente, ha habido partidos que he jugado mal: mal porque no estaba jugando bien y cabreado porque no daba el nivel. Por un lado, ha sido una liberación. Pero estoy contento. Soy un tío optimista, aquí se acaba una vida y empieza otra.
¿Qué ve para el futuro?
No sé si seguiré jugando en aficionados o aquí en el Club. Ya me han querido embaucar para hacer algo. De momento, quiero desconectar un poco y después ya veremos si seguimos jugando aquí o me llaman para aficionados o para alguna cosa.
Coger distancia entonces.
Llevo muchos años con sobredosis de pala. Ahora me toca desconectar.
¿Qué es lo que más echará de menos?
Quieras que no, el vestuario es importante: tienes amigos, buen ambiente... Pero al final uno se siente que está haciendo algo diferente. Te sientes un poco alguien. Eso se ha acabado. Ya eres una persona normal. Hace unos años ser palista era normal, ahora es algo casi exótico.
Cuenta que está satisfecho con lo que ha conseguido...
Así es. He ganado todo lo que estaba en mi mano y he jugado con y contra los mejores. A nivel individual he ganado el campeonato de Segunda, porque con mis limitaciones en Primera era imposible, y lo demás lo he ganado casi todo. No me quejo de nada. Me considero un pelotari querido por el público aunque también creo que en ese sentido no he sido problemático. Siempre he intentado ser educado y honesto en la cancha. Me siento muy querido y es lo que más orgulloso me tiene. También he tenido mis más y mis menos con los jefes. Se puede decir incluso que me he llevado mal con todos. Yo he sido muy crítico con la mayoría, porque me cabreaba que la pala iba a menos y que no me gustaban ciertas cosas.
Defender las cosas con pasión, también es honestidad con uno mismo.
He intentado ser diplomático pero crítico. La pala ha sido una escuela de vida importante. He conocido gente maravillosa y todo lo contrario.
¿Con qué se queda?
Me quedo con haberme quedado aquí tantos años en lo que me gustaba. Yo jugando ya era feliz. Con estar en el cuadro y jugar, no necesitaba más. Estar con los mejores y contra los mejores ya me hacía feliz. Otros no han tenido esa oportunidad. En ese sentido, me siento un privilegiado. Bien es cierto que también me lo he currado.
Ha vivido un montón de momentos, ¿cuáles han sido los mejores y los peores?
Los mejores fueron cuando debuté, quizás por ser más joven y la ilusión que tienes. La etapa de Asegarce fue de lo mejor. Los peores: con los cambios de empresa, las huelgas... Quizás el peor momento fue la huelga del 96. Con diferencia. Estuve sin jugar tres años y pico, desde el 96 al 99.
¿Cómo fue aquello?
En el 96 Asegarce decidió hacernos una oferta inaceptable y después decidimos ir a la huelga. Asegarce nos finiquitó los contratos y se marchó. Entonces, hubo un año sin actividad porque estábamos esperando una empresa que cogiera la pala. Hubo tres o cuatro opciones, entre ellas la de Totorika. Hubo muchas historias, malas artes... Fue bastante desagradable. Al final, Totorika cogió la pala y la mitad del cuadro se quedó en la calle y la otra mitad jugó. Yo fui de los que se posicionó en contra de Totorika y tuve un enfrentamiento personal bastante desagradable. Yo sabía que el proyecto iba a salir adelante, pero en el otro lado estaban mis compañeros, mis mejores amigos y les di mi palabra. Lo que ocurrió fue que los pelotaris firmamos un documento por el cual nos comprometíamos a fichar con la intención de que cogiera a todos los pelotaris del cuadro. Entonces, pasó un tiempo y Totorika dijo que no. Nos negamos. Apareció otra empresa que pensábamos que iba mejor. Totorika enganchó a algunos y yo me posicioné con mis compañeros, no podía dejarles tirados.
Y regresó.
Pasaron dos años y llegué a un acuerdo y volví.
¿Fueron tiempos complicados?
Pensaba que lo iba a llevar peor. Tenía 24 años. Yo venía a jugar y a entrenar yo solo, pero no iba a los festivales. Sí fueron momentos difíciles. Llegamos a un acuerdo, las cosas se olvidan y ya está. Después, sin problemas. Solucioné las diferencias.
Es lo importante.
Lo que más me dolió fue que de aquella división que hubo en el cuadro solo reaparecimos dos -Garma y Egibar-. Hubo un montón que se quedaron fuera. Los demás, unos por edad -los Isusi, Langarika...- y otros, por desavenencias con sus compañeros, no quisieron. Yo que siempre he sido un tipo honesto, honrado, me di cuenta de lo que la gente es capaz de hacer por dinero.
Con 24 años parar de jugar es complicado...
Me paró la progresión de golpe cuando empezaba a jugar algún estelar. Ese tiempo ya está perdido. Pero la vida viene como viene y la acepto como venga. Esos tres años de progresión que no tuve me perjudicaron deportivamente, creo que podría haber estado más arriba. Nunca se sabe. Por eso yo digo que estoy satisfecho por cómo han salido las cosas.