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Firmeza y eficacia

Olaizola II alcanza la final del Manomanista a costa de un Oinatz Bengoetxea atascado en el remate

Firmeza y eficacia

OLAIZOLA II 22BENGOETXEA VI 15

BILBAO. Aimar durmió ayer en lafinal.Atrás había quedado la penúltimapiedra en el camino hacia laalfombra roja, Oinatz Bengoetxea,desdibujado, en el Atano III. El deGoizueta, regular, paciente e inteligente,derrumbó las atalayas rivalescomo una exhalación, puestoque las primeras distancias, que semecían entre los remates de uno ylos de otro, fueron labradas con lavelocidad del rayo, fundamentadasen gran medida en la falta de mordientedel leitzarra, incapaz dereventar el frontis con el saquerematey, sin la oportunidad desumar con este recurso, el duelo sepuso demasiado cuesta arriba. Tanempinado era el trayecto que, ancladoentre los cuadros cinco y seis, sinla oportunidad de acabar rápido,Oinatz, portento cerca del frontis,no podía ni tirar de sotamano. Solamentequedaba su imaginación y sutrazo de arquitecto para batallarante el de Goizueta.

Y es que, al inicio, mientras loscuerpos se anclaban en el Atano, elde Leitza bien podía haber presumidode remate, pero tan pronto llegaronlas musas como desaparecieron.

Aunque Bengoetxea recita a laperfección los versos de los cuadrosalegres, su adversario, ducho en lacreación pero aún más hábil a lahora de manejar los tiempos delchoque, no se impacientó e hizogala de su virtud de cazador.Comenzó con sus armas: saquebombeado; después llegó la fortalezade piernas y la amplitud de pulmones,y más tarde la falta de inoperanciarival en el saque-rematederivó en oportunidades para gozarde golpe y desmontar el andamiajede Bengoetxea. Aimar, listo, alzó suinteligencia y bajo su bandera sepuso a golpear.Oinatz, mientras, lohacía casi todo bien: aguantaba, cerraba huecos, dominaba en ocasiones,buscaba el enredo en loscuadros alegres, pero, fallaba en loque mejor sabe: el remate. No acertabaen el disparo yAimar, un blancocomplicado, se balanceaba sinproblemas bajo el fuego cruzado delleitzarra. Así, ante los problemas definalización del delantero azul,Aimar desbrozaba su base másimpenitente.

Sin la resistencia esperada, Olaizolacomenzó a abrir brechas de oroen la semifinal. Oinatz no claudicabae, incluso, buscaba a pechodescubierto, fiel a su estilo y honestoa su juego, las formas geométricasdel frontón para abrazar laespectacularidad. Pero solo cuandole dejaba su contrincante, al que nole gusta ni el filo de la navaja ni lasconcesiones. No obstante, primerocon el saque bombeado y despuéscruzando los golpes,Aimar evitabala posibilidad de que el leitzarra lotuviera fácil. Anulado el sotamanoy, ante la falta de suerte, apelar a lagenialidad parecía una locura.

Pero, Oinatz, nacido en un frontón,amamantado en un frontón y crecidoen un frontón, vive para reventarla casuística y la lógica, lo hizoen 2008, cuando rebanó un marcadorde 7-0 contra Aimar, al que lemetió un parcial de 0-15; y lo intentóayer.

Abrazado a lo inusual, a lo intangible,cuando la brecha era ampliay doblegaba su esperanza, 12-4, unadejada en la punta de Oinatz leempezó a coser la herida, que supurabaante la invulnerabilidad rival.El de Leitza, sin aprovechar elsaque-remate, tuvo que recomponersea base de clase. Y rozó la épicacon golpe ajustado y los primerosíntomas de cansancio rival. No envano, con el saque preciso, escuadray cartabón por bandera, se pusoa construir una remontada casiimposible. Sin embargo, la distanciaentre ambos era tal y la heridatan profunda, que, pese a coser sietetantos y estar a punto de abrazarel marcador,Aimar solamente esperópara dar el puntillazo.

Si bien el goizuetarra falló con elresto, una vez la pelota en juego eracapaz de volver loco a un Oinatz queestaba, exceptuando detalles de fuerade serie como el dos paredes enmedio de la arrancada, con los colmillossin afilar, pero honesto ensus prestaciones. Y, así, se impusoAimar, firme, disciplinado, yhaciendo una lectura del partidocasi perfecta.