El "baby boom" de Clijsters
Se retiró, fue madre, regresó y solo ha ascendido; ayer ganó su cuarto "grande"
bilbao. La vida es una constante toma de decisiones; quien más felicidad consigue aglitunar es quien más acierta.
Kim Clijsters, a sus 28 años, sabe del vivir. Triunfó tenísticamente, más tarde llegó una época de lesiones y agotamiento psicológico y se retiró en 2007 con 23 años y 34 títulos profesionales y el respeto del mundo profesional, volvió a las pistas siendo madre en 2009 y el éxito se ha disparado hasta metas insospechadas para la propia tenista, que ha sabido gestionar su vida y cada cosa la ha llegado en su debido momento. Nadie duda de que la maternidad la ha sentado bien, un baby boom para la jugadora belga, hija de padre futbolista y madre gimnasta, una de las más queridas del Circuito por su perenne rostro sonriente. "¿Por qué añadir odio y suciedad a las rivales?", se cuestiona, adalid del buen rollito y sincera consigo mismo: "Nunca esperé que me fuera tan bien, tan rápido". Por de pronto, el título del Abierto de Australia alcanzado ayer, cuarto Grand Slam que gana y tercero desde que es madre, la ha aupado hasta el segundo escalón del ránking de la ATP y seguro que ha puesto una nueva incógnita en su vida después de haber anunciado que 2011 sería su última campaña completa. Seguro que sabrá elegir con acierto.
Ayer, desde luego, atinó frente a la china Li Na, quien no pudo sumar el primer major para su país después de caer derrotada por 3-6, 6-3 y 6-3. Sin embargo, la pugna se antojaba con otro desenlace, pues Li Na saltó a la pista decidida a cambiar el peso de la historia, aunque Clijsters, paciente, madura y armada del equilibrio emocional que le ha prestado su matrimonio con David Lynch y su hija Jada Ellie, aguantó el empaque chino sin ahogarse en la desesperación del 6-3 inicial. Aguardó con la paciencia de una madre sabiéndose segura de sí misma, cual témpano de hielo para volcar todo su cariño en su raqueta.
El segundo set fue una losa para Li Na. En los siete primeros juegos, ninguna de las dos tenistas conservó la ventaja del saque y fue Clijsters quien quebró semejante registro para establecer una sucesión de cinco juegos seguidos, un convoy lapidario para la china, que veía cómo la belga se apuntaba la segunda manga y encarrilaba la tercera.
Una escalaba, Clijsters, y la otra, Na, descendía hasta los 26 errores no forzados, un abismo que la condujo a la derrota, ante sus frustradas miradas hacia su marido y entrenador, Jiang Shann, de quien hablaría desconsolada: "¿Ven el muchacho de amarillo en la tribuna? El de amarillo... No importa si está flaco o gordo, en forma o no. Yo te agradezco y te amo". Pero entonces, Clijsters ya tenía su título número 41, su cuarto Grand Slam tras los conseguidos en el Abierto de Estados Unidos (2005, 2009 y 2010).