bilbao. "¡Para qué hace falta el dinero, si se puede estar y correr como usted!". Fortunato Vencedor, de 81 años, ha recibido cientos de trofeos y toneladas de halagos pero este le llegó al alma. "Es verdad. ¡Cuánta gente daría todo el dinero que tiene por hacer la mitad de lo que yo hago!", se reafirma, a sabiendas de que lo suyo es una auténtica proeza. De hecho, su médico le dice que él debería correr y Fortu, sentarse en la consulta para dar ejemplo al resto de pacientes. Porque este es un hombre de hierro. Sólo toma vitaminas para la vista y unas pastillas para la próstata. No tiene ni colesterol ni artritis y nunca ha fumado. Y eso que a los 62 años, como quien no quiere la cosa, empezó a caminar y luego a correr porque andaba fatal de las rodillas. "He tenido a los dos hijos con gripe, la casa llena de virus y yo no he cogido nada", afirma corroborando que está hecho un chaval. Luego vienen las matizaciones. "Por la mañana, me levanto como alguien de 81 años, con muy mala correa, pero en el momento en que desayuno y empiezo a levantar las piernas y los brazos, me creo que tengo 25 años".
El secreto para tanto derroche de lozanía son los genes (tiene una hermana de 86 años y su madre vivió hasta los 92 años) pero también una dieta muy variada. "Desayuno manzanilla en vaso grande y seis galletas integrales untadas en miel. A media mañana, un poco de pan con aceite de oliva virgen. Como de cuchara dos veces a la semana, pasta, mucha verdura...". En su casa nunca faltan las frutas, y el pescado para cenar acompañado de la ensalada de lechuga, que se sirve todo el año. Y es goloso, sobre todo por el arroz con leche y las tartas que hace su hijo Jesús, "pero son de frutas", suaviza. Buen cocinero, son famosas sus kokotxas al pilpil.
un pelotari venido a más Este hombre que sólo este año ha corrido cinco medio maratones y ha llegado a prepararse con cincuenta kilómetros a la semana, empezó de pelotari a los 16 años pero luego tuvo que abandonar el deporte porque debió dedicarse en cuerpo y alma al trabajo.
Una vez jubilado, empezó a subir al Pagasarri y se estrenó corriendo la Herri Krosa hace la friolera de 19 años. En octubre, participó en la maratón nocturna de Bilbao y por 20 minutos no pudo entrar en hora. "Y eso que una maratón es prácticamente un suplicio. A los 37 kilómetros tienes calambres en las piernas y cuando terminas ya no las sientes. Pero al día siguiente estaba fenomenal, sólo tenía un poco de dolor en el tobillo", declara entusiasmado. "Lo que me gusta es empezar y terminar, pero no fuerzo la máquina. Que me siga dando Dios salud para ir detrás de éste, pienso", subraya mientras destaca que su marca es de un kilómetro en seis minutos y medio "aunque depende del tipo de carrera".
Ligeramente resfriado porque pilló un par de chupas el otro día en Basauri, sabe que saldrá a correr el domingo aunque caigan chuzos de punta. "No nos gusta exprimirnos mucho". "A mí, la media maratón me agobia mucho porque me exijo más. Pero siempre vamos a disfrutar y a pasarlo bien", aclara su hijo Jesús. "Yo miro el tiempo de la salida pero la entrada no, no me preocupa", precisa Fortu. "Conozco demasiados que van al máximo pero yo creo que al cuerpo hay que saber ponerle un límite", dice, con la voz de la experiencia.