bilbao. En Para que no me olvides (Patricia Ferreira, 2005), cinta que flirtea con la cursilería en un tímido arranque pero que va ganando intensidad hasta alcanzar una cota de notable fondo literario y emotivo, Irene, una madre inconsolable que ha perdido a su hijo David tras ser arrollado éste por un coche mientras circulaba en bicicleta, le interroga a su padre, un octogenario al que interpreta con arte Fernando Fernán Gómez: "¿Cómo voy a vivir con esta carga?". Éste no contesta. Claro, no hay respuesta. Tampoco la tiene Andoni, el mayor de los hijos de Ricardo Otxoa y María Palacios, el hermano de Ricardo y Javier, los gemelos de Berango a los que hace hoy nueve años, el 15 de febrero de 2001, un coche guillotinó la vida. A Ricardo, directamente, se la quitó; a Javi, le arrinconó en un coma dramático del que logró salir para volver a ser ciclista.

"¿Cómo se digiere todo eso?", reflexiona Andoni, el portavoz de la familia, el rostro impenetrable, el de la procesión interna. "Es complicado. No hay una fórmula ni una fecha ni un lugar en el que todo se arregla y dejas de dolerte. Simplemente, aprendes a vivir sin él. Pero no se olvida, jamás se olvida", apunta el mayor de los Otxoa desde Málaga, donde se ha unido la familia en vísperas del aniversario de la tragedia y donde goza del carnaval Javier Otxoa, el hijo de Andoni, el primer nieto de Ricardo y María, que nació hace 20 meses "y supuso una alegría enorme después de todo lo que ha pasado".

La anestesia emotiva de Javi El recuerdo de Ricardo está impreso en papel, "en fotos que a veces vemos y resulta inevitable que a ama se le escape una lágrima", y late en la estantería de anécdotas ordenadas en fascículos que es la memoria. ¡Hay tantas! "El que conoció a Javi y Ricardo cuando estaban juntos ya sabe cómo eran. Hay mil historias. Y esas no se olvidan". Tampoco el dolor; la delicada ansiedad de María, los tres infartos que ha sufrido Ricardo desde que falleciera su hijo... "Está claro que hay que tirar palante, que no queda otra que hacer frente a la vida... Pero a veces es tan complicado...", dice Andoni, cuya mayor preocupación, la gran incógnita que le coartaba el sueño, era el modo en el que Javi asimilaría la ausencia de su hermano. "Estaban tan unidos que dudaba de que si Javi salía del coma pudiese encajar bien la noticia. Estaba seguro de que sería el que peor lo iba a pasar". No fue así. Javi superó el coma, se rehizo físicamente -en gran medida, más de lo que cualquiera hubiese podido imaginar- y no pareció irreparablemente afectado por la muerte de su hermano. Más que en la fortaleza mental, que también, la razón hay que buscarla en las secuelas del propio accidente. Javier tiene aún 6 ó 7 edemas cerebrales que anestesian, entre otras, su parte emocional. "Javi ve una película y no se emociona, no es capaz de llorar", apunta Andoni. "Puede ser por ese motivo que no le ha afectado tanto la muerte de Ricardo y ha tirado para adelante, como nosotros". También influye el ciclismo, su práctica, que le propinó, en cambio, otro enorme disgusto.

Fue el pasado mes de noviembre, cuando estalló la Operación Grial llevada a cabo en Valencia y el nombre de Javi Otxoa apareció ligado por error al doctor Walter Viru. "Aquello era totalmente falso y nos hizo mucho daño", se duele Andoni. Javi, que es cada vez más autónomo -toma decisiones por cuenta propia como levantarse, hacerse el desayuno, bajar a entrenar, limpiar la bici, conducir...-, se planteó, incluso lo habló con la Federación, colgar la bicicleta. No lo hizo. No es Otxoa de los que se entregan con facilidad.

Por su parte, Alejandro Valverde se impuso ayer en la general final del Tour del Mediterráneo.