EN 1964, Áurea Pérez, viuda del consejero de Asistencia Social del primer Gobierno Vasco, Juan Gracia Colás, solicitaba al lehendakari Leizaola ayuda para renovar la sepultura de su marido por un período de 30 años porque su delicada situación económica se lo impedía. Reclamaba que se admitiese su ruego “a fin de que los restos mortales de mi marido no se pierdan en la fosa común y que un día puedan descansar con sus compañeros de Gobierno en la patria”.

Leizaola atendió la petición, añadiendo que “no podemos hacer menos para que sus restos descansen en su tumba, en espera de que nuestro retorno a la Patria permita la vuelta de ellos”.

Áurea y Juan fallecieron sin descendencia y, 60 años después de aquella petición, los restos mortales de éste permanecen en París sin que se hayan podido cumplir los deseos de Áurea y Leizaola. Y lo que es peor, con el riesgo de que se pierdan en una fosa común, pues la concesión de la sepultura caducó en los años 90.

Juan Gracia Colás nació en la calle Hernani de Bilbao en 1891, siendo hijo de unos jornaleros zaragozanos que se habían instalado en la capital vizcaína años antes. Se adscribió a las Juventudes Socialistas en 1904 y, cuando cumplió los 16 años, ingresó en el PSOE. Propagandista habitual del socialismo en los mítines del primer cuarto del siglo XX, participó en la huelga revolucionaria de agosto de 1917 en la provincia.

Concejal en el ayuntamiento de Bilbao entre 1920 y 1923, durante la alcaldía de su compañero de partido, Rufino Laiseca, fue primer teniente de alcalde, caracterizando su actuación una incipiente preocupación social, como la mediación en los conflictos laborales, el desarrollo de la educación o la reducción de impuestos indirectos.

Su labor propagandista continuó en la II República, sobre todo en la campaña electoral de 1936 en los mítines del Frente Popular. Tras la sublevación franquista se ocupó de la asistencia social en Euskadi, primero en la Junta de Defensa y, tras la aprobación del Estatuto de Autonomía, en el Gobierno Vasco, siendo uno de los tres consejeros socialistas en el ejecutivo.

Durante su mandato en Euskadi tuvo dos labores fundamentales, la atención a los refugiados procedentes de Gipuzkoa y la atención a las necesidades de los habitantes de la Euskadi fiel a la República. Para ello tomó diversas medidas, como la habilitación de alojamientos y comedores o la creación de diversas instituciones, como la creación de la casa de huérfanos de milicianos o las permanencias infantiles. Sin embargo, su actividad más destacada fue la organización de las evacuaciones infantiles, por las que más de 20.000 niños vascos fueron trasladados a Francia, Bélgica, Gran Bretaña y la URSS para, como decía Gracia, alejarlos de los horrores de la guerra y de la barbarie fascista.

Una vez en el exilio, tras la caída del frente norte, Gracia tuvo que ocuparse de la atención de los refugiados vascos en Francia, para lo cual creó una estructura que se ocupó, entre otras cosas, de tramitar las solicitudes de auxilio, la búsqueda y mantenimiento de refugios o la formación de un registro general de refugiados, con oficinas en París, Burdeos y Baiona.

La invasión alemana de Francia sorprendió a Juan y a Áurea en París. El grueso del Gobierno Vasco se trasladó a Burdeos, mientras que en la capital francesa se quedaron Leizaola, Nardiz y Gracia. Ante la inminente conquista de París por los nazis, y el colapso existente en los medios de transporte para salir de la ciudad, el matrimonio Gracia-Pérez salió caminando hacia el sur, con graves dificultades, pues Juan estaba aquejado de hidropesía.

Tras recorrer a pie 200 kilómetros, fueron sobrepasados por las tropas alemanas, decidiendo volver sobre sus pasos de nuevo hacia París, en un camino de regreso en el que casi falleció debido a su enfermedad. Buscado por la Gestapo y por la Dirección General de Seguridad franquista, temiendo ser detenido y entregado a España, como le había ocurrido a Companys y a su correligionario Julián Zugazagoitia, tuvo que cambiar frecuentemente de domicilio para no ser localizado.

Muy enfermo, falleció en París el 1 de abril de 1941, hace hoy 83 años. Se celebró el funeral en la más estricta intimidad, siendo enterrado en el cementerio de Bagneux, al sur de la ciudad, donde aún reposan sus restos, como decíamos al comienzo.

¿Volverá Juan Gracia a Euskadi? l

Investigador de la Cátedra UNESCO de DDHH y Poderes Públicos UPV/EHU