Leo en un periódico la opinión de un político “imprescindible” en Euskadi y en España. Dice que su sitio “no está en el Parlamento”. Y me pregunto yo: ¿dónde estará su sitio? Este famoso político se llama Arnaldo Otegi y, con toda seguridad, está creyendo que su lugar es algún espacio sublime y etéreo solo reservado a los extraordinarios, a los elegidos, a los aspirantes a dioses. Porque, según ha dicho, “mi sitio no está en el Parlamento, sino en el centro de la política vasca”. De modo que ahora se trata de definir cuál es y dónde está ese centro. Yo siempre he pensado que en Democracia (con mayúscula) el lugar de los líderes, que suelen ser los llamados a dar visibilidad y sentido a las ideologías en la sociedad, suele ser el Gobierno, quien tiene en el Parlamento su aliado más importante, como lugar en el que debatir y contrastar los diferentes principios y contenidos ideológicos que dirigirán los caminos y comportamientos que deberán acatar los ciudadanos.

Y bien, si el sitio del nombrado líder está en el centro de la Política, estaría bien preguntar qué papel otorga a quien vaya a convertirse en el próximo lehendakari… Aunque no es extraño que un líder de HB (Bildu) se sienta “dios”, eso sí, con minúsculas, porque la divinidad con mayúsculas es cosa de todopoderosos. Mientras seguimos divagando en el ámbito político, las vidas de los vascos y de los españoles no paran de evolucionar (revolucionarse), porque las mentes de los líderes vascos encuentran demasiados vericuetos en los que se pierden o, como mínimo, dudan en exceso. El político Otegi es demasiado atrevido en sus afirmaciones, aunque su osadía se vea facilitada y alentada por esta situación actual basada en la pusilanimidad de los líderes, mucho más empeñados en ostentar el poder a cualquier precio que en estudiar las necesidades sociales de los vascos, y ponerlas las mejores soluciones a su alcance.

Vivimos tiempos de incertidumbre, en buena medida acrecentados por la altanería de algunos líderes y, sobre todo, por su indefinición, lo cual favorece la soberbia de los más atrevidos. Don Arnaldo no va a encabezar la lista de Bildu en las próximas elecciones -según ha adelantado- porque dice estar llamado a culminar empresas mayores. Su propio orgullo se ha convertido en un problema que enrarece sus propias palabras: “Tengo un problema, y es que la gente me vota. Me presentaré porque considero que puedo hacer una aportación al futuro del país. En los últimos seis años no hemos hecho más que crecer…”. Pero ahora, al parecer, su sitio no está en el Parlamento. Por fin, un ataque de cordura, aunque es ahora precisamente cuando su sitio sí debe estar en el Parlamento Vasco para decir y subrayar que su formación, y los pensamientos inhumanos que defendió, constituyeron una lacra brutal y asquerosa para los vascos y las vascas que lloraban las sangrientas hazañas de sus convecinos.

Es curioso que este hombre hable desde una naturalidad impostada, aunque, yo el primero, acepte que la vida de los vascos y las vascas es mucho más saludable que cuando las voces en las calles entonaban aquel “mátalos” que atemorizaba tanto como asqueaba. Pasado el tiempo, todo es más halagüeño, pero no precisamente porque sus actitudes y palabras lo determinen. Ahora que los amenazados de antaño no sentimos las mismas amenazas y vivimos más tranquilos, debemos liquidar las viejas cuentas, pero con sinceridad y sin ansias vengativas, aunque también sin olvidos. Otegi dice que la coalición a la que pertenece estará a la altura de las circunstancias. Puede que sí o puede que no. Si fuera alguien tiznado por el pasado de HB y ETA, deberá pasar por la lavandería y la tintorería… Y si no, tampoco estaría mal que entonara un “mea culpa” en nombre de sus amigos irredentos.

Algunas de sus palabras son muy esclarecedoras: “Todo el mundo sabe quién soy yo, que soy el coordinador general de EH Bildu. Todo el mundo sabe que tengo un pasado, pero en este país todo el mundo tiene un pasado. No tengo ningún tipo de pensamiento en esa dirección (violencia y asesinatos) porque este debate ya está superado”… Pero no, señor Otegi, usted nunca se ha expresado en esa dirección, porque su pasado no es como el de los demás: se trata de un pasado luctuoso. Permítame que le de un consejo que, de culminarse, me llevaría, incluso, a poder estrecharle la mano. Renuncie públicamente a aquel pasado y pida perdón de forma ostensible.

Yo, que fui un amenazado por la banda terrorista a la que usted defendía, le perdonaré si obra de ese modo… Por algo se empieza.