LFONSO R. Castelao fue elegido diputado por el Partido Galleguista en 1931. Cuando llegó al hemiciclo del Congreso vio encima de la presidencia las estatuas de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y pidió que las quitaran. Siguen ahí. Argumentó que eran los causantes de las desgracias de España al imponer el criterio asimilacionista de los reinos de Castilla sobre una península multinacional, Portugal incluido.

"Castilla -decía Castelao-, dotada de espíritu asimilista y de dominación, venció a los otros pueblos peninsulares. Es la Prusia de los pueblos ibéricos. La hegemonía castellana que en un momento histórico pudo tener su razón de ser, hoy es causa de perturbación para la armonía de los pueblos y naciones que componen la península. Castilla se afincó en conceptos cerrados, omnipotentes, intangibles, fulminó castigos y excomuniones; impuso un catolicismo más intolerante que el de Roma; declaróse, por medio de la Inquisición, proveedora general de la felicidad ultraterrena, suprimió siempre que pudo las soberanías ajenas; usurpó poderes; pospuso, en fin, la posibilidad de fusión o de acoplamiento de las realidades -lenguas, culturas, derechos, tradiciones, haciendas- al propósito de ser dueña y señora de España. La unidad, por lo visto, no estaba en armonizar todo cuanto fuese peninsular, es decir, propio de los diferentes pueblos que habitaban la península. Todo lo contrario. Estaba en la fuerza y en la imposición de todo cuanto fuese castellano y propio de los castellanos, comenzando por su lengua, compañera del Imperio, y de sus reyes. Y como Castilla fue engendrada y parida en el estruendo guerrero de la Reconquista, siempre consideraron indigno de su prosapia manejar el arado y fecundar la tierra y mucho menos comprender y acercarse a gentes que no hablaban el intocable castellano o pensaran diferente o tuvieran otros usos y costumbres".

Tenía razón Castelao y lo acabamos de ver en los días previos a la reunión de presidentes autonómicos con Sánchez en Salamanca. España, señores, es Madrid y su rey, un rey castellano. Cuarenta años después, poco ha cambiado y siguen pensando igual que en tiempos del general.

A mí Castelao me parece una personalidad atractiva aunque en Euzkadi tenemos poca noticia de él a pesar de los trabajos de Xosé Estévez, de la Declaración de Barcelona, de Galeuzca y de esa necesaria amistad vasco- galaica que viene de la historia y que descubrí en los años ochenta y plasmé en un libro, Castelao y los vascos, que los gallegos Xurto Martin ha tenido la gentileza de traducir y Xan Leira editar y diseñar dentro de la Memoria Documental de Galiza y a tal efecto, nos desplazamos a Ourense a finales de junio para presentarlo en esta capital.

Castelao y los vascos no es un libro de autor. Tan sólo un rompecabezas armado y formado por piezas sueltas, cartas, artículos de prensa y traducciones del gallego. Quizás esta carencia de valor intrínseco como crónica minuciosa de una parte de nuestra historia la supla con algo que sí se logra, que ya es un pequeño avance: mostrar que en un momento clave del exilio, gallegos, catalanes y vascos se pusieron de acuerdo, hasta el punto de que lograron sobresaltar los nervios de algunos prohombres de la República al soñar juntos afanes e ideas que la realidad política e histórica truncó con su inexorable dureza.

Aunque hoy sea poco conocida, fue muy importante esta relación, que llegó a cuajar en aquel proyecto denominado Galeuzca, y que pese a no haber tenido efectos prácticos, merece ser hoy conocido. De aquí vino la necesidad de compilar parte de lo disperso en hemerotecas y carpetas personales.

Las urgencias políticas del postfranquismo no hacían propicio el dedicarse a la investigación. Hubo que improvisar muchas cosas y el día a día impedía mirar hacia atrás para dar a conocer lo que había sido aquel exilio tan largo como extenuante. El PNV, sin embargo, mantuvo y mantiene cordiales relaciones con el Partido Galleguista, el Bloque y Compromiso. Por otra parte, se había reeditado en Durango la colección completa de la revista Galeuzca realizada en Argentina. Esporádicamente se hablaba de este tema y cuando hubo que defender en el Congreso y Senado el Estatuto actual de Galicia, los representantes del nacionalismo vasco lo hicieron con la misma dedicación y entrega cual si fuera propio. Visitas, cartas y amistad, pero también desconocimiento de un pasado sólo conocido por los protagonistas o los estudiosos.

Así las cosas, en junio de 1984 se decide que los restos mortales de Alfonso Rodríguez Castelao, que reposaban en el cementerio de La Chacarita de Buenos Aires, vuelvan a su Galicia natal. Quien fuera presidente del Consejo Nacional de Galicia, diputado y sobre todo líder galleguista, volvía envuelto en la polémica. La Federación de Sociedades Gallegas había criticado en Buenos Aires "los manejos caciquiles de los organizadores del acto".

El hecho cierto es que sus restos volvieron a su querida Galicia. La prensa vasca reseñó el hecho con la dignidad que tenía la noticia y con la simpatía que tiene lo gallego en Euzkadi. Pero poco más. A nuestro juicio, faltó énfasis nacionalista en resaltar el hecho. ¿Por qué?

Poco se sabía sobre Castelao y su obra. Casi nada de la relación de vascos y gallegos y muy poco de su sueño de Galeuzca. Había pequeñas citas en bibliotecas, nada de librerías y a los protagonistas de aquella historia no se les preguntó nada con el fin de que recordaran aquellos años. Este espeso silencio sólo fue roto por algunos artículos, trabajos y una entrevista a Xosé Estevez quien ha estudiado con especial dedicación y éxito esta parte de nuestra historia reciente. En breve presentará su libro A Presenza de Castelao en Euskadi.

Así las cosas, revolviendo viejas carpetas de artículos de D. Manuel de Irujo para la radio clandestina que trabajaba en Venezuela, vino a mis manos una serie de cartas de Castelao a Irujo y de éste a Castelao. Eran cartas amargas, duras, plenas de reproches aunque rezumaran amistad. Cartas del último tramo de la vida de Castelao desengañado de una República fracasada y desconocida por las grandes potencias que preferían la "seguridad" del franquismo a la libertad peligrosa de una democracia. Publicar sólo aquellos documentos hubieran podido llamar a engaño. Había que ambientar todo aquel período y dar a conocer a los gallegos y a los vascos algo de lo que había pasado entre estos dirigentes durante veinte años. No todo había sido triste. Había habido momentos de esperanza y cordialidad que era necesario dar a conocer.

Para hacer este trabajo recurrimos a dos publicaciones, una gallega, A nosa Terra y otra vasca Euzko Deya, esta última órgano de prensa de la Delegación del Gobierno vasco en el exilio tanto en París como en Buenos Aires y México. De la transcripción de artículos y reseñas aparecidos en estos órganos de prensa, de entrevistas y documentos varios, salió pues este trabajo que trata de acercar a Castelao al mundo vasco y lo vasco al mundo nacionalista gallego. Existía además un compromiso con el Partido Galleguista. Castelao había sido un hombre representativo de Galicia y un intelectual de primer orden pero sobre todo fue un militante a tiempo completo del galleguismo más sentido. Un nacionalista gallego del Partido Galleguista. Y eso había que destacarlo, de una manera clara y terminante.

Hay hoy en día muchos que engolan la voz hablando de Castelao y son culpables directos de que Castelao muriera en el exilio. Hay hoy en día grandes personajes que aparentemente asumen los postulados de Castelao y hubieran fusilado a este si le hubieran detenido en 1936. Por eso era preciso decir que el galleguismo de Castelao es un nacionalismo gallego que poco tiene que ver con la retórica, la forma, y las soflamas de gentes que tendrían hoy al Castelao vivo como a un radical sin futuro.

Pero Galicia fue Castelao y Castelao era Galicia, como se dice en este libro en frase feliz. Cuando Galicia vaya despojándose de toda la retórica de falso galleguismo y descubra al Castelao político, que por sobre todo defiende y siente a Galicia, habrá llegado efectivamente la gran hora de una nacionalidad histórica que junto a Catalunya y Euzkadi enriquecerán la política peninsular hecha a imagen y semejanza de Castilla.

Finalmente, el libro se llama Castelao y los vascos porque hemos deseado destacar la relación que tuvo el dirigente galleguista con todo el arco político vasco: PNV, ANV, Republicanos, Gobierno vasco, Delegaciones, Publicaciones, etc. No se limitó a la relación con un partido sino con un pueblo en el exilio y en sus diversas manifestaciones. La obra pretende, por tanto, ser de todos los vascos, de todos los gallegos y de todos los demócratas amantes de la libertad.

Bien es verdad que al final existieron dificultades. Que las potencias aliadas abandonaron a su suerte a aquel Gobierno republicano nacido con tanta esperanza en 1945. Bien es verdad que la solidaridad Galeuzca al final se resquebrajó, porque en su momento no pudo dar frutos prácticos. Bien es verdad que la distancia, la incomunicación, el exilio y la lucha por la supervivencia no son buenas consejeras para mantener proyectos políticos en el aire. Pero no es menos cierto que en un momento dado Galeuzca fue una realidad política, relacionada y efectiva que produjo una positiva solidaridad y que mantuvo a través de su publicación y de su coordinación una plataforma política muy interesante y que, estando ya en la historia, puede volver algún día a hacer historia. * Parlamentario de EAJ-PNV 1985-2015