N el otoño de 2019 pasé dos meses en Colombia como U. S. Fulbright Professional Ambassador asesorando a diversas organizaciones colombianas. Era mi primera visita al país andino, y ya en el vuelo de Avianca de Nueva York a Bogotá percibí con claridad, en las maneras profesionales de la tripulación y en breves conversaciones con algunos pasajeros, la vocación de país del primer mundo que luego vi confirmada entre los líderes colombianos -en Bogotá, Medellín y Bucaramanga- con los que traté y trabajé.

En su proceso de desarrollo, las referencias o benchmarks de Colombia no son los países en la vanguardia de América Latina, como podría ser Chile. Colombia mira a Estados Unidos y mira a Europa (a la Europa del norte), y trata de emular a ambos. Que lo consigan creo que es cuestión de tiempo.

En los comienzos de mi periplo de estudio y análisis de megaproyectos (una parte de mi intento por entender lo que denomino economía material) cayó en mis manos el libro de Albert Hirschman sobre desarrollo económico, titulado The Strategy of Economic Development. Hirschman escribió el libro basándose en su experiencia colombiana, donde trabajó con algunos de los célebres investigadores de la CEPAL, como Fernando Henrique Cardoso (quien años después sería presidente de Brasil), Raúl Prebisch (presidente de UNCTAD) y otros.

Hirschman llegó a Colombia en marzo de 1952, contratado como Asesor Económico y Financiero por el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo para asesorar al Consejo Nacional de Planificación en la elaboración de un plan de desarrollo siguiendo las recomendaciones de la Misión liderada por el experto canadiense Lauchlin Currie dos años antes. Hirschman trabajó en el organismo asesor durante dos años y permaneció dos más en Colombia como consultor económico.

Ambos, Currie y Hirschman, se dieron cuenta durante su trabajo en el país de que el desarrollo excedía el asesoramiento de expertos o los argumentos técnicos y económicos, y estaba fuertemente determinado por el contexto político. Currie y Hirschman tenían poca experiencia en el diseño y formulación de recomendaciones de políticas en países en desarrollo, y su trabajo en Colombia los llevó a formular propuestas y teorías que no tenían al llegar al país.

Con los años, la literatura académica ha vuelto sobre el trabajo de Currie y Hirschman en Colombia, en su mayoría por separado, como parte de la historia de la economía del desarrollo y la historia de dos figuras importantes en este campo, con el fin de reconstruir la historia y el efecto de las misiones internacionales en los países en desarrollo, y más recientemente para evaluar el papel que han desempeñado los economistas visitantes en el desarrollo.

Durante su estancia en Colombia, portando la etiqueta de experto extranjero, Hirschman participó activamente en la formulación de políticas de desarrollo y planes de inversión. Como reconoció tres décadas después, durante estos años desarrolló un "punto de vista" sobre el desarrollo que en ese momento iba en contra de la corriente. En cierto sentido, la postura crítica que asumió su perspectiva sobre el desarrollo hacia la planificación integral, las recetas utópicas y la delegación ciega de la toma de decisiones en los expertos fue moldeada por su experiencia de campo en Colombia.

Hirschman permaneció en Colombia hasta 1956 pero su viaje no terminó entonces. Regresó a Colombia para apoyar la creación de centros de investigación económica, como el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico, y la consolidación de think-thanks independientes, como Fedesarrollo. También volvió a visitar Colombia en sus escritos para mostrar a sus colegas latinoamericanos cómo la reforma agraria era posible en América Latina (en Journeys Toward Progress) y por qué el autoritarismo no era el resultado necesario del desarrollo económico (en The turn to authoritarianism in Latin America and the search for its economic determinants).

En Colombia, Hirschman encontró formas de combinar teoría y práctica, razones para adoptar un sesgo por la esperanza y mostró una pasión incansable por lo posible. Muchos de los libros de Hirschman siguen siendo relevantes hoy (por ejemplo Exit, Voice and Loyalty, o The Rhetoric of Reaction). Pero quizá sea Journeys Toward Progress la obra que mejor expresa la relevancia contemporánea del trabajo de Hirschman en Colombia.

La elaboración de programas y políticas de desarrollo, la importancia de los contextos sociales y culturales, y de los actores involucrados en la economía política de la reforma, incluidos expertos y no expertos, son algunos de los temas centrales que resultan particularmente relevantes hoy en día. Creo que constituyen una verdadera llamada de atención a la ortodoxia de la profesión económica, en la que el dinamismo de los análisis sobre desarrollo no suele inspirar las reflexiones necesarias sobre la capacidad institucional y la idea de inclusión en la formulación de proyectos económicos.

Los análisis y recomendaciones de Hirschman están en la base de propuestas recientes, como la de la Universidad de los Andes, que sugiere analizar el desarrollo colombiano desde un punto de vista local y teniendo en cuenta cinco ejes clave: la relación entre conflicto, economías ilegales y desarrollo económico local; la necesidad de una visión de género; la biodiversidad; las dinámicas de informalidad, élites y diversidad de la gobernanza de ciudades intermedias y pequeñas; y la innovación como un proceso social y transformativo.

Hirschman enfatizó la necesidad de un "crecimiento desequilibrado". Sostuvo que se deben fomentar los desequilibrios para estimular el crecimiento y ayudar a movilizar recursos, porque los países en desarrollo carecen de capacidad para tomar decisiones. Una clave para conseguir esto es alentar industrias con muchos vínculos con otras empresas. Para abordar su pensamiento desde dos ángulos complementarios tengamos en cuenta lo siguiente. En primer lugar, es relevante discutir los métodos que utilizan los economistas del desarrollo y los formuladores de políticas para comprender y transformar la realidad social, y el lugar que los expertos deben tener en esto. En segundo lugar, es interesante problematizar la interacción entre los diferentes actores en la toma de decisiones y el papel que cada uno de ellos juega en la determinación de prioridades y en el diseño e implementación de planes, proyectos y políticas.

La atención de Hirschman a los detalles, su búsqueda de racionalidades ocultas (el principio de la mano oculta) y su profunda comprensión de los conocimientos y las prácticas del desarrollo sirven como contrapunto a los enfoques top-down para la toma de decisiones que se basan exclusivamente en expertos técnicos y descuidan la necesaria interacción con diferentes públicos. Nuevas corrientes de planeamiento económico surgidas estos últimos años parecen reconocer la visión y la importancia de los escritos de Albert Hirschman de hace 60 años.

Antes de su primer viaje a Colombia en 1952, Hirschman fue, de 1946 a 1952, Jefe de la Sección de Europa Occidental y la Commonwealth de la Reserva Federal estadounidense. Y, tras su paso por Colombia, nuestro autor impartió docencia en Yale, Columbia y Harvard, para luego establecerse en el Institute of Advanced Studies de Princeton hasta su muerte en 2012. Hirschman había nacido en Berlín en 1915. Desde 1936 ayudó a numerosas personas a huir del nazismo y viajar a Estados Unidos, el país que lo acogió el resto de su vida. Luchó contra el fascismo en las Brigadas Internacionales.

Sus años en Colombia fueron determinantes en la formación de su pensamiento. Hirschman no vivió los años de la guerrilla o los posteriores del narcotráfico. Leer su relato sobre el país andino anterior a la violencia y las tragedias nos sirve como punto de referencia para empezar a entender una Colombia que mira a la esperanza, construye firme su futuro y lucha con perseverancia e inteligencia con el fin de poder enfrentarse a su pasado y conseguir superarlo.

* U.S. Fulbright Professional Ambassador, Senior Research Scholar MIT, Visiting Professor LSE