SCASA ha sido la información que los medios de comunicación masiva han ofrecido en los últimos días sobre las elecciones del domingo 7 de febrero en Ecuador; y la poca que se ha ofrecido está plagada de estereotipos y análisis fáciles sobre las principales opciones políticas que concurrían. Pero esta circunstancia no solo se ha dado desde los medios; gran parte de la clase política, incluso desde la izquierda, ha ofrecido diferentes análisis igualmente repletos de prejuicios sobre quién es quién y qué representa cada una de las candidaturas.

Era fácil y no requería profundos debates. Andrés Arauz es el correísmo, Guillermo Lasso es la derecha neoliberal y Yaku Pérez un ambientalista quinta columna de la CIA. Y así se eliminan las disputas y cada uno tiene absoluta facilidad para ubicarse en función de sus inclinaciones ideológicas. Sin embargo, la realidad es siempre más compleja.

Andrés Arauz, ganó de forma inapelable las elecciones, con una diferencia superior a los doce puntos sobre aquel que, al final del enmarañado proceso de recuento, ocupó la segunda posición -Guillermo Lasso- y quien, por lo tanto, deberá medirse con él en una segunda vuelta, a celebrarse el 11 de abril. Arauz representa el cansancio de una parte importante de la población ante la traición política que encarnó el presidente Lenín Moreno a la revolución ciudadana de Rafael Correa. Moreno se presentó hace cuatro años como la continuidad de esa revolución, al haber ocupado los últimos años la vicepresidencia con Correa. Sin embargo, de forma inmediata a su llegada al cargo presidencial, su viraje fue espectacular, entregándose a las viejas políticas neoliberales, que se tradujeron, una vez más, en una profunda crisis económica con miles de despidos y el empeoramiento de las condiciones de vida, el endeudamiento del país, su entrega a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y un gran enfado social que se visibilizó en el levantamiento popular de octubre de 2019. Todas las quinielas establecen la pandemia como la salvación de Lenín Moreno por el repliegue de la protesta social ante la urgencia por enfrentar el covid-19. Andrés Arauz, propone ahora la recuperación, con nuevos bríos, de las principales políticas sociales y económicas de la etapa anterior, posiblemente desde la autonomía en relación al expresidente Correa, labrando un camino propio, pero, qué duda cabe, reconociendo siempre la ascendencia política de aquel.

Guillermo Lasso es más fácil de ubicar. Conservador, perteneciente al Opus Dei y banquero, eterno aspirante de la derecha oligárquica de la segunda ciudad del país y polo de desarrollo económico, como es Guayaquil, y con el objetivo claro por redoblar las políticas neoliberales. De hecho, sus acuerdos con Lenín Moreno incidieron ya de forma determinante en las políticas de este último. Reprivatización de los sectores estratégicos, recortes fuertes en el estado (despidos), apertura y dictado de los mercados y extractivismo sin fin, pueden ser algunas de las características que definan su política.

Yaku Pérez es, posiblemente, el candidato sobre el que más se ha escrito, a favor y en contra. Representante del movimiento Pachakutik, brazo político del movimiento indígena ecuatoriano, ha sido la sorpresa de estas elecciones. Las encuestas otorgaban a esta candidatura en torno al 12%, lo que ya hubiera supuesto un éxito importante, pues Pachakutik nunca antes había alcanzado los dos dígitos porcentuales. Y, sin embargo, hasta prácticamente el final del recuento, ocupó el segundo lugar, con un índice sobre el 20%. Esta realidad trastocaba todos los análisis hechos para la segunda vuelta. Lo sencillo, aunque no tanto, hubiera sido una definitiva carrera por la presidencia entre la izquierda de Andrés Arauz y la derecha neoliberal de Guillermo Lasso -como ha acabado siendo-. Pero, aparecía Yaku Pérez y surgían las complicaciones. Unos hablaban de la carrera de las dos izquierdas; otros, rápidamente ubicaron a este como la quinta columna de la CIA, pegado en realidad a la derecha y enfrentado, sobre eso no había duda, al correísmo.

Pero el movimiento indígena es mucho más que Yaku Pérez, representando una riqueza social y popular más complicada que la que se desprende de un análisis simplista. La CONAIE, como organización representativa del movimiento indígena, ha encabezado los principales levantamientos populares contra el neoliberalismo desde los años 90 del siglo pasado. Cierto es que al interior del movimiento indígena hay tendencias con planteamientos diferentes y, cierto es también, que Pachakutik ha conseguido sumar a otros muchos sectores populares, pues la población indígena está en torno al 7% del total. Yaku Pérez se ha distinguido por diferentes pronunciamientos que lo ubican claramente enfrentado a la izquierda que representa el correísmo, incluso en la cercanía absoluta a la derecha mediante algunas decisiones y expresiones a favor de Lasso (2017), no cerrando claramente la puerta a los mercados e intromisiones del FMI, o con declaraciones abiertamente en contra de diferentes gobiernos y procesos progresistas de la región. Pero, por otra parte, el movimiento indígena es más que un candidato, y sus bases y algunos de sus líderes más consolidados, representan la continuidad del levantamiento contra las políticas neoliberales de octubre de 2019, con un evidente proyecto político que, teóricamente al menos, estaría más cercano a muchos de los planteamientos de la izquierda que del capitalismo neoliberal.

Cuando se escribe este texto, después de haber sido observador internacional en las elecciones y haber podido pulsar la realidad compleja de este proceso, seguía sin dilucidarse esa segunda posición para saber quién se enfrentaría a Andrés Arauz en la definitiva segunda vuelta. Por de pronto parece que se alcanzan algunos acuerdos, seguidos de desacuerdos, sobre nuevos recuentos, dada la estrecha diferencia de votos. Algo que podría considerarse positivo para el diálogo, pero que también preocupa, pues no hay claridad respecto a este movimiento y, además, ha dejado de lado al candidato que, sin duda alguna, ganó esa primera vuelta. Incluso algunos han hablado de que se prepara un intento de golpe de estado contra Arauz, pretendiendo dejarlo fuera de la carrera electoral, mediante oscuras acusaciones de haber recibido fondos de la guerrilla colombiana del ELN o, cuando menos, tratar de desgastarlo mediante una campaña de acusaciones y difamaciones. La larga mano del uribismo colombiano alcanza Ecuador.

Y los intereses no son solo colombianos. Estados Unidos y la misma Europa tienen, aunque no se prodiguen en declaraciones, su vista puesta en el resultado final. Ecuador se ubica en el centro del mundo, en la divisoria del hemisferio norte y el del sur, pero este país hoy también puede incidir con fuerza en otra línea divisoria con el fortalecimiento de los procesos retomados recientemente en Argentina y Bolivia. Se pueden abrir, una vez más, las posibilidades de cerrar los ciclos de políticas neoliberales que ponen la vista en la concentración de la riqueza en las oligarquías locales y transnacionales, en detrimento de las condiciones de vida digna, las libertades y los derechos de las grandes mayorías. Sin duda, en esto último, aunque desde programas diferenciados, hay puentes posibles entre la izquierda correísta y el movimiento indígena y popular que representa Pachakutik y eso asusta en determinadas esferas políticas y económicas nacionales e internacionales. Es una vía a explorar, llena de obstáculos y resquemores por los enfrentamientos duros de los años anteriores, pero es, posiblemente, la mejor posibilidad para esas mayorías de Ecuador, y de América Latina. Sin embargo, deseos, esperanzas y análisis foráneos al margen, sin duda alguna, deben ser los protagonistas locales quienes verdaderamente afronten esas posibilidades desde el objetivo esencial que supone el reconocimiento a los sectores populares, feministas, indígenas, campesinos, urbanos, en suma, a la sociedad ecuatoriana, como la verdadera necesitada en la mejora de las condiciones de vida, labrando un presente y futuro mejor para todos y todas.

* Miembro de Mugarik Gabe