A vida tiene a veces coincidencias curiosas, incluso a veces crueles. El pasado viernes día 12 participé en el estreno de Billy de Max Lemcke en el marco del Festival de Cine de Sevilla, aunque la pandemia llevó a hacerlo en los cines Golem de Madrid.

Con el permiso de viaje legal y preceptivo, volvía a mi pueblo, a Madrid, lleno de emociones. Paseo desde Atocha hasta Sol, rodeando la antigua Dirección General de Seguridad, DGS, ahora sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

Observar las claraboyas que daban a los antiguos siniestros calabozos me produjo un cierto estremecimiento. Tantos años alejado de allí, hubo un tiempo en el que no podía pasar por ese lugar que me traía dolorosos recuerdos.

Después, camino de los Golem, pasar por Ferraz 70, actual sede del PSOE, el lugar donde nací y con otra cabriola del destino murió Pablo Iglesias. Resulta curioso y doloroso que actualmente no se me deje entrar en mi casa.

Por último, cita obligada en la calle Luisa Fernanda, enfrente del viejo café Viena donde estaba el antiguo sindicato vertical de Papel, Prensa y Artes Gráficas. Recordar aquella asambleas donde su presidente y procurador en Cortes, Cristóbal, nos amenazaba con su pistola para expulsarnos.

Memoria, primera reflexión en un país que la pierde con facilidad, por eso algunos reclamamos que se tiene que recuperar a través de series como Patria, para que nunca sean olvidadas esas víctimas, pero también películas-documentales como Billy.

Por eso debería ser obligatorio que pudiera visionarse en las televisiones públicas, como TVE, ETB, o TV3, incluso en plataformas digitales y, por qué no, incluso en colegios y universidades.

Ahí queda mi demanda.

Verdad, al menos la más objetiva posible, o al menos que sea contrastada y verificada, incluso debatida.

Desde el Foro Social en el que colaboro, intentamos trabajarlo respecto a lo ocurrido en lo que se denominó "conflicto vasco". En este caso debe hacerse con más razón.

Los que allí dimos nuestro testimonio de aquellos duros años del tardofranquismo estamos aún vivos, aunque ya la edad vaya pesando y se nos queden algunos como Chato Galante por el camino.

Por eso creo que es el momento de que los poderes públicos, la propia sociedad, recojan el guante que les lanzamos en la sala 4 de los cines Golem de Madrid el pasado viernes.

En el documental, más documento histórico que película, aparece el vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias. Desde estas líneas, al igual que al presidente y líder del PSOE, les emplazo a cumplir con su deber, a pagar la deuda que tienen con nosotros desde hace demasiados años.

Sería la manera de hacer justicia, porque al final nuestro maltratador, nuestro torturador, se fue sin ser castigado por sus delitos de lesa humanidad y cargado de medallas, que ahora ya no le sirven para nada.

Pero aún existen otros de aquella época a quienes se les podía y debía aplicar esa justicia.

Emplazo pues a Sánchez e Iglesias, a PSOE y Podemos, a que paguen su deuda con nosotros con memoria, verdad, justicia y reparación. Luchamos por la democracia, dejamos jirones de nuestras vidas, unos como Enrique Ruano más que otros, para que se disfrute este instante con libertades garantizadas.

Es cierto que puede ser una democracia aún incompleta, con déficits, susceptible de mejorar, pero aseguramos que es mucho mejor que la dictadura que vivimos nosotros.

Lamentablemente, González Pacheco disfrutó de una democracia que trató de impedir con métodos deleznables.

Las casualidades de la vida hicieron que este estreno coincidiera con un agrio debate, sobre si era legítimo aceptar los votos de Bildu para sacar los Presupuestos del Estado y de Nafarroa.

Abro un pequeño paréntesis sobre este tema recordando, que por defender durante muchos años lo que ahora hace la cúpula del PSOE, sufrí persecución, e incluso fui expulsado con "nocturnidad y alevosía".

¿Debieran ahora reparar esa profunda injusticia?

Este hecho, los acuerdos con Bildu, ha merecido duras críticas desde la derecha, la extrema derecha, los colectivos de víctimas, e incluso desde importantes sectores del propio PSOE.

Desde estas líneas les emplazo a que si no quieren resultar hipócritas, lleven sus razonamiento igualmente a lo ocurrido en el tardofranquismo, que este documental intenta reflejar desde el testimonio de otras víctimas.

En mi caso, el destino después de pasar por las manos de González Pacheco me llevó de nuevo debido a mi traslado a vivir en Nafarroa, a sufrir otro tipo de malos tratos y torturas, esta vez por parte de ETA y su mundo.

Me podría considerar víctima de ambas circunstancias, por eso considero que una manera de repararnos a quienes somos protagonistas en Billy sería igualarnos a las otras víctimas, a las de ETA. Así como incluir en el reconocimiento a las del Estado, que las hubo.

Con ese debate sobre las relaciones con Bildu abren el melón de otro más comprometido y difícil de asumir por ellos.

Deberían, además de visionar Patria como en mi caso he hecho, hacerlo igualmente con Billy y trasladar su empatía con las víctimas que se reflejan en la primera, igualmente con nosotros.

¿No opináis eso, Casado, Arrimadas, Abascal, Carmona, o García-Page?

Billy es, por tanto, una bofetada a quienes han intentado silenciarnos, es dar voz a los sin voz, una especie de aldabonazo que debería sacudir las conciencias de todos, especialmente los dirigentes de una izquierda que ha mirado en este asunto hacia otro lado demasiado tiempo.

Vean ustedes Billy. Torturas, impunidad, silencio. Véanla y escúchennos y, si quieren que se lo digamos en primera persona, llámennos. Demuestren que han perdido el miedo a enfrentarse con aquella oscura y siniestra etapa de nuestra historia.

Nos lo deben. Solo pedimos verdad, memoria, justicia y reparación. Solo y nada menos€

Veremos.

* Exparlamentario y concejal del PSN-PSOE