N el año 2015, una madre decidió hacer una foto del vestido que iba a llevar su hija el día más importante de su vida, es decir, el día de su boda. Por desgracia, la foto generó una gran discusión entre los futuros esposos. Para ella, era blanco y dorado; para él, era negro y azul. Lo primero que se puede pensar, dentro de esta discusión, era si alguno de los dos tenía problemas con la vista. Para arreglar el asunto, ya se sabe: toca tirar de las redes sociales. La imagen se volvió viral, tuvo millones de visitas. ¿Cuál fue el veredicto? Ninguno. La sociedad quedó dividida. Es decir, las personas tenían dos tipos de clasificaciones. A nivel ideológico, los de derechas y los de izquierdas. A nivel del vestido, los que lo veían blanco y dorado por un lado; los que lo veían negro y azul por otro.

El asunto llegó a manos de los neurocientíficos (de hecho, esta historia está narrada por Susana Martínez-Conde y Stephen Macknik, que son, por supuesto, neurocientíficos de la Universidad Estatal de Nueva York). Hasta entonces, se sabía que la fuente de iluminación afecta a la percepción del color. Ahora bien, ¿cómo se explica que cada persona vea el vestido diferente bajo las mismas condiciones de visualización?

Sabemos que nuestras experiencias con todas las fotos que hemos observado a lo largo de nuestra vida tienen una gran influencia ya que nos aportan patrones futuros. También sabemos que con el tiempo perdemos capacidad de discriminación respecto de la realidad. Por ejemplo, todos los monos nos parecen iguales. Todo ello es consecuencia de procesos cerebrales, los cuales están programados para optimizar y filtrar la gran cantidad de información recibida en base a un objetivo prioritario: la supervivencia.

En todo caso, existe una explicación sorprendente a esta visión.

Un inciso y dos homenajes: el mayor invento de la historia de la humanidad es la electricidad. Toda la tecnología, artilugios que nos rodean, luminosidad o conectividad está basada en la electricidad. A partir de ahí, las aplicaciones son inmensas, pero sin la fuente inicial no hay nada que hacer. Personas como Nikola Tesla (así se llama la empresa del visionario Elon Musk) o Michael Faraday están entre los más grandes científicos de todos los tiempos.

Antes de la electricidad, la única forma que teníamos para iluminarnos eran de forma directa la luz del sol y de forma indirecta la luz del cielo. La foto del vestido fue tomada, en cierta manera, en una zona de "sol y sombra". En este caso, los observadores eligen de forma insconsciente la fuente de iluminación. Si es el cielo, restan el azul de la imagen y perciben la prenda como blanca y dorada. Si es el sol, restan el amarillo a la imagen y la perciben como azul y negra.

Este matiz es fundamental a nivel arquitectónico y a nivel decorativo. Si sabemos dónde y a qué hora da el sol en una parte de la ciudad o de nuestra casa, podemos ubicar colores o formas que nos aporten los atributos que estimemos oportunos.

En definitiva, la conclusión está clara: podemos ver el mundo de formas diferentes, aunque esta visión depende de nuestras experiencias vividas y de nuestras creencias propias.

¿Cómo ajustar este patrón a la realidad de hoy? Muy sencillo. Vamos a los asuntos de moda. Primero, el aumento de contagios por el coronavirus. Para el hostelero la culpa es de la administración por permitir los botellones, ya que ellos toman cuantas medidas estimen oportunas (estoy de acuerdo con ellos, ¿quién desea que su establecimiento sea el origen de un brote?). Para la administración, la culpa es de los hosteleros por abrir hasta tarde. Los padres de adolescentes creen que sus hijos tienen derecho a divertirse. Los que no, creen que son unos consentidos y, si no se puede salir, no se puede. Segundo, los fondos europeos. Para unos, un gran triunfo para el gobierno actual. Para otros, se ha comprobado el fracaso de la gestión del gobierno y no ha habido otro remedio que acudir a un "pseudo rescate". Por cierto, ni en la cantidad se ponen de acuerdo. Para unos, son 140.000 millones de euros. Para otros, hay que restar las aportaciones a Europa, quedando 70.000 millones de euros, de los que la mitad son préstamos escalonados a lo largo de siete años y existe un freno de emergencia que condiciona todo. Tercero, el tema de la Segunda División. Para los que han descendido, la categoría debería ser de 24 equipos (es decir, ellos no bajan). Para los que no han entrado en la promoción, debería haber en la misma 6 equipos (es decir, ellos entrarían a jugarla).

Todos llevamos nuestro vestido cada día.

Todos buscamos el juego de luces adecuado para que a los demás nuestro vestido les parezca luminoso.

* Autor de 'Ideas de Economía de la Conducta'