NO soy especialista ni en historia del derecho ni en derecho constitucional, pero sí historiador, con conocimientos de filosofía escolástica, estudiada durante varios años, que ayudaba a fundamentar con secuencialidad los hechos y a argumentar sus razones con lógica. Recuerdo una signatura denominada Principios básicos del derecho, la mayoría basados en el sabio derecho romano. En el manual se repetían una serie de normas que siempre debía tener en cuenta el derecho: "In dubio melior est conditio posidentis" (en la duda es mejor la condición del poseedor), "nemo dat quod non habet" (nadie puede dar lo que no tiene), "Qui prodest" (¿a quién beneficia?)...

Este exordio inicial viene a cuento de la reciente exhumación del perenne que, aunque sea una buena noticia y un acto de justicia, ha llegado tarde y se ha convertido, quizá sin pretenderlo, en un acto de exaltación del franquismo debido a la manera de llevarlo a cabo, con alevosa y diurna parafernalia, carente de discreción, con presencia de la familia y de griterío y simbología franquistas y una larga retransmisión magnificada del evento por todas las cadenas televisivas. Semejaba un muerto gozando de buena salud y subiendo al cielo con diamantes.

Conviene recordar que en 1936 hubo naciones y regiones del Estado español en las que no hubo prácticamente guerra, pues la sublevación triunfó inmediatamente en julio de 1936. Me refiero a Galicia y a Nafarroa. En la primera fueron asesinadas más de 5.000 personas, constatadas por la precisa e imparcial investigación del proyecto Nome e voces de la USC y más de 15.000 represaliados de distintas formas. En Nafarroa, los asesinados superaron los 3.500. En Euskadi, según los datos proporcionados por el Instituto Gogora, la cifra roza las 20.000 víctimas. Todavía quedan, después de 42 años de democracia formal, unos 120.000 cadáveres en cunetas y fosas sin identificar, un número solo superado por Camboya. Es más, estos crímenes del franquismo han quedado impunes y ha debido de ser la Justicia argentina quien comience a juzgarlos. Todavía viven torturadores del régimen franquista, como Billy el Niño, que continuaron su carrera profesional y han recibido medallas, por las que perciben un 50% más de pensión de jubilación.

Así, quedan muchos residuos tóxicos del franquismo por descontaminar, restos materiales e inmateriales por recuperar. Ante todo, la memoria histórica robada y manipulada y la dignidad, verdad, justicia y reparación de las víctimas, la resignificación del Valle de los Caídos, el pazo de Meirás, la Casa Cornide en A Coruña, los dos apóstoles del maestro Mateo etc. Quisiera mencionar también un elemento casi totalmente silenciado, salvo las incursiones de algunos investigadores como Grimaldi, Lafuente y más recientemente Antonio Maestre: ¿alguna de las empresas, con nombres bien conocidos, que utilizó mano de obra esclava o forzada ha resarcido económicamente a las víctimas?

Sin embargo, la situación más sangrante es la pervivencia de un franquismo sociológico que, de manera abierta unas veces, lo cual es de agradecer, pero, en general, de forma solapada, sutil y velada, atraviesa, penetra, roe y cose reticularmente la urdimbre profunda de la sociedad española.

Además de mostrar este vicio congénito franquista incrustado en las capas freáticas de la sociedad hispana, el régimen actual no goza de la necesaria legitimidad, pues peca de un pecado original: ser heredero directo de una dictadura fascista con la que no rompió con contundencia. No lavó el tejido inconsútil de instituciones, organismos, organizaciones y fundaciones heredadas de la autocracia fascista, que siguen mamando de la ubre del Estado, a diferencia de otras sociedades como la alemana o incluso la portuguesa.

Hagamos una breve excursión histórica.

El franquismo surgió de una sublevación golpista ilegal e ilegítima contra un régimen democrático debidamente legitimado por las urnas y permaneció 40 años como tal sin mácula de arrepentimiento.

Franco designó a Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado el 22 de julio de 1969. Este aceptó el ofrecimiento del autócrata y juró fidelidad a Franco y a las leyes de la dictadura. Juan Carlos respondió al presidente de las Cortes, Antonio Iturmendi Bañales: "Sí, juro lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino". Y en su discurso ante las Cortes aceptaba la legitimidad de la dictadura producto de una sublevación militar, justificaba la represión y los sufrimientos necesarios: "Mi General, señores Ministros, señores Procuradores: Plenamente consciente de la responsabilidad que asumo, acabo de jurar, como Sucesor a título de Rey, lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino. Quiero expresar en primer lugar, que recibo de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco, la legitimidad política surgida del 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes, pero necesarios, para que nuestra patria encauzase de nuevo su destino".

Es fácilmente constatable que Juan Carlos manifestó siempre afecto y admiración por el dictador Franco. Así, en una entrevista a la televisión francesa en 1969, a la pregunta de un periodista -"¿Qué representa para usted el general Franco?"-, él contestaba: "El general Franco es verdaderamente una figura decisiva, histórica y políticamente para España. Supo resolver nuestra crisis de 1936. Desempeñó un papel político para sacarnos de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos treinta años, ha echado las bases del desarrollo. Para mí, es un ejemplo vivo, por su dedicación patriótica diaria al servicio de España. Le tengo un gran afecto y una gran admiración".

Dos días después de morir el dictador, Juan Carlos calificaba a Franco de "estadista" y "figura excepcional", mostrando "gratitud" y "lealtad" en un discurso pronunciado el 22 de noviembre de 1975, cuando era proclamado rey de España: "Como Rey de España, título que me confieren la tradición histórica, las Leyes Fundamentales del Reino y el mandato legítimo de los españoles, me honro en dirigiros el primer mensaje de la Corona que brota de lo más profundo de mi corazón. Una figura excepcional entra en la historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí, una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la patria. Es de pueblos grandes y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda la existencia a su servicio".

Poco después, en el discurso de Navidad de 1975 alababa al dictador y subrayaba su patriotismo: "El año que finaliza nos ha dejado un sello de tristeza que ha tenido como centro la enfermedad y la pérdida del que fue durante tantos años nuestro Generalísimo. El testamento ofrecido al pueblo español es sin duda un documento histórico que refleja las enormes cualidades humanas, los enormes sentimientos de patriotismo sobre los que quiso asentar toda su actuación al frente de nuestra nación. Tenemos las bases muy firmes que nos legó una generación sacrificada y el esfuerzo titánico de unos españoles ejemplares. Hoy les dedico desde aquí un homenaje de respeto y admiración".

Todos estos acontecimientos y documentos históricos deberían difundirse en un país que se autodefine a bombo y platillo como democrático. Precisarían ser recogidos en los libros de texto y enseñados en los centros escolares para la educación cívica de las generaciones venideras. A la muerte del dictador debía haberse constituido un gobierno provisional, integrado por representantes de todas las fuerzas políticas con el fin de convocar un referéndum. El primero con un pregunta clara: "¿Quiere Ud. monarquía o república?". En caso de optar por una u otra, debería responder a una segunda pregunta: "¿Desea Ud. un régimen: descentralizado, autonómico, federal, confederal o directamente la independencia en las naciones históricas?"