EL incremento de participación en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa -más de nueve puntos con respecto a 2016-, es reflejo de la motivación sentida por la ciudadanía vasca ante la amenaza de involución política y social que hubiera supuesto una eventual victoria de la derecha española. Los resultados obtenidos han dejado claro que la ciudadanía ha respondido en clave vasca: sabiendo que el partido se jugaba de cara a Madrid, pero con la seguridad de que, ante las pretensiones recentralizadoras de unos, homogeneizadoras de los otros, y de las extravagancias de “reconquista” de los de más allá, la defensa de lo vasco debe residenciarse en quienes solo tienen una función que consiste, precisamente, en hacer esa defensa.

No es la primera vez que se produce ese fenómeno de “defensa de lo vasco” que hace salir de la abstención a votantes abertzales cuando la gravedad de la situación lo requiere. Ya lo vivimos en las elecciones al Parlamento Vasco del 13 de mayo de 2001. Entonces se alcanzó el récord de un 79% de participación. La campaña del PP y del PSE contra el lehendakari Ibarretxe y los partidos abertzales que le apoyaban, principalmente contra el PNV, fue brutal y estuvo acompañada por lo que Xabier Arzalluz llamó “la brunete mediática”: toda la fuerza de los grandes medios de comunicación españoles. Lo que pretendían era sacar de Ajuria Enea al lehendakari Ibarretxe, pero lo que obtuvieron fue que el voto abertzale se movilizara como nunca en defensa de Euskadi.

En aquel 2001 en el que Mayor Oreja fracasó en su objetivo de llegar a ser lehendakari españolista -fracaso muy celebrado por los 604.222 vascos que votamos a Ibarretxe-, el PP disponía de siete escaños vascos en el Congreso. Ahora, el PP ha perdido los dos que tenía, ya no tiene ninguno. La famosa “debacle” del PP en la CA de Euskadi ha sido total y se ha llevado por delante al propio coordinador de la campaña de Casado, Javier Maroto, quien primero se quedó sin escaño y el martes fue además destituido de sus responsabilidades en la ejecutiva por el propio Casado, quien es probable que necesite echar mano de más de un chivo expiatorio tras el desastre de sus resultados. Lo que parece que tiene de sobra Casado es cinismo: tras protagonizar una campaña en la que acabó ofreciendo ministerios a los ultras de Abascal, el martes posterior a las elecciones le vimos desdecirse de toda su estrategia, descalificar a sus socios de Colón y proclamarse? de centro de toda la vida.

Se habla mucho de la corrupción política, siempre referida a mangantes, comisiones y prebendas. Pero puede que haya otras clases de corrupción política. Por ejemplo, esa clase de corrupción que hemos visto expuesta en la última rueda de prensa de Casado y que expresó tan bien Marx, Groucho: estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros. Diga lo que quiera Casado tras su batacazo, lo cierto es que la derecha española se ha dividido y ha competido consigo misma en sus diversas versiones en ser más derecha y más española que nunca: nada nuevo, ya que todo existía previamente en el seno del PP mientras se mantuvo unido, pero sí más expuesto y más exagerado. Y mientras tanto Sánchez ha rentabilizado en España el espejismo de la foto de Colón, de manera que ahora tiene la oportunidad de seguir aplicando su Manual de resistencia, jugando al tacticismo que le caracteriza y amagando con rechazar pactos de gobierno con nadie, cuando menos hasta después del 26 de mayo. Queda por ver cómo acabará funcionando el PSOE y si seguirá teniendo vigencia aquella frase de Arzalluz según la cual “la palabra de los socialistas tiene la misma caducidad que el yogur” o si mantendrán su compromiso para cumplir el calendario de transferencias pendientes que, en todo caso, no lo olvidemos, no contemplaba la de la Seguridad Social.

También en Catalunya se ha producido ese fenómeno de resistencia frente al Estado: el bloque soberanista ha ganado, sumando -ERC y JuntsXCat- 22 escaños, frente a los 19 de la izquierda española y los 7 de la derecha españolísima. Todo esto, en el contexto de la ofensiva judicial contra los líderes independentistas y la víspera de conocerse la arbitraria decisión de la Junta Electoral Central de descabalgar a Puigdemont, Comín y Ponsatí de la lista para las europeas, cuestionada en su fondo por el Tribunal Supremo tras el pertinente recurso. En cualquier caso, la resolución de la Junta Electoral en sí misma es un ataque escandaloso a la democracia, otro más. Puede que la gente no esté para disquisiciones jurídicas, incluso pude que estas cosas le produzcan pereza mental, pero lo ocurrido deja en evidencia que la satisfacción que produjo el domingo 28 el haber cortado las alas al órdago de la derecha no implica que los poderes del Estado no sigan aplicando la Estrategia de Estado -es decir, la unidad de España- por encima de los derechos y las libertades más básicas. Y eso conlleva el riesgo de que la ciudadanía se conforme con una democracia meramente formal: la de las campañas electorales desaforadas -o calculadamente tacticistas, según el caso- y la del alivio por haber derrotado a la derechona carpetovetónica aunque, en el fondo, las cosas funcionen de manera similar a lo que serían si hubiera ganado. A este respecto, parece pertinente mencionar una valoración poselectoral de Jesús Egiguren: “La unidad de España no está en peligro porque ahí está el PSOE, que garantiza la unidad de España, porque llega hasta el último pueblo de España y porque también está en Euskadi y en Cataluña”.

Se le olvidó mencionar a Nafarroa, donde el PSN ha mejorado sus resultados. La suma de las derechas de UPN, PP y Ciudadanos -extraña por sumar derechas supuestamente foralistas con derechas antiforalistas- les ha restado votos. Hasta la fecha, el PSOE navarro siempre, efectivamente, ha sido “garantía de la unidad de España”, que diría Egiguren: siempre sumando con la derecha contra “el cambio”. En las próximas forales, la apuesta será consolidar el cambio progresista liderado por Geroa Bai y la posición que mantenga el PSN, toda una incógnita, será valorada “a lo Egiguren”, es decir, como parte de un todo en el que participa, también, el PSOE en Euskadi.

En lo que respecta a Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, lo reseñable de las elecciones del pasado domingo ha sido que, como dijo Andoni Ortuzar, “son abertzales y han votado abertzale”, y junto con ello, que los 394.627 votos que han optado por el PNV han reconocido el valor del trabajo realizado, desde siempre y durante estos últimos tiempos, de la mano del Grupo Vasco de diputados y senadores también en Madrid, en defensa de la nación vasca y de su modelo económico y social. Tantos votos como vascos y vascas que han interpretado acertadamente que, también contra las amenazas de involución españolista, el PNV es la verdadera alternativa.

Los seis diputados obtenidos por el PNV han sido abertzales. También lo han sido, presumo, los cuatro de EH Bildu. Sin embargo, una vez más, Arnaldo Otegi volvió a echar agua fría sobre esta forma de ver las cosas, en un alegato que hizo de cara a las próximas municipales y forales, mencionando una supuesta “necesidad” de poner “alternativas también aquí” a ese supuesto “régimen” que el imaginario de la izquierda abertzale siempre ha necesitado personalizar en el PNV.

Siguen sin ser capaces de definir su proyecto sin que ese proyecto tenga que pasar por descalificar a los votantes y al proyecto nacional del Partido Nacionalista Vasco. Pero no están para dar lecciones, y la ciudadanía vasca tendrá de nuevo, de elecciones a elecciones, el próximo 26 de mayo, oportunidad de comparar las trayectorias de cada cual y de elegir, como el pasado domingo, el modelo ético, político, económico y de justicia social de EAJ-PNV.