EUSKADI no se está librando de los efectos del calentamiento global y las consecuencias que pueden evidenciarse en los próximos años deben, cuanto menos, preocupar. Así lo reflejan las conclusiones del estudio de Ihobe (Sociedad de Gestión Ambiental del Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda del Gobierno vasco) que augura, entre otras cuestiones, que a partir del próximo año desaparecerán los episodios de frío extremo en la comunidad y los veranos tendrán casi un mes completo de ola de calor.

Una previsión preocupante que requiere “respuestas locales inmediatas”, como han señalado el pasado lunes en la presentación de la conferencia internacional de cambio climático Change the Change que se celebrará del 6 al 8 de marzo en Donostia, el consejero de Medio Ambiente, Iñaki Arriola, y otros responsables medioambientales. Quizá dicha reacción no alcance para frenar ese cambio meteorológico relevante que ya comienza a sentirse, pero quizá logre amortiguar o reducir el efecto a medio y largo plazo en una comunidad que conjuga riesgos por inundaciones, por aumento del nivel del mar y por sequías.

Según detalla el informe, en invierno, el número de días helados en el País Vasco disminuirá a la mitad y “desaparecerá el fenómeno de olas de frío a partir de 2020”. Esto es, serán muy escasos los episodios de más de una semana con temperaturas mínimas por debajo de los cero grados en Euskadi. Por su parte, el verano registrará la tendencia contraria, con olas de calor cada vez más largas. De 2020 a 2050 afectarán previsiblemente a un tercio de los días del verano, esto es, que en aproximadamente 30 días entre junio y septiembre se registrarán temperaturas máximas de 35 grados o más.

En las próximas décadas, las temperaturas máximas en las tres capitales vascas aumentarán entre 4 y 5 grados y las mínimas, entre 3 y 4 grados, con un incremento también de las noches tropicales. El cambio se muestra muy homogéneo en todo el territorio, con un incremento algo menor en la costa que en el interior.

En lo que respecta a las precipitaciones, se prevé que en los meses de verano los días con agua disminuyan de un 30% a un 50% y, aunque en invierno aumentarán entre un 5% y un 20%, para el año 2100 se espera una reducción general de las lluvias. Además, por así decirlo, lloverá de forma diferente y quizá el sirimiri dejará de ser una seña de identidad de la comunidad.

Sin duda, tenemos ante nosotros el mayor desafío al que nos vamos a enfrentar como sociedad. Un fenómeno global, universal y con algunos efectos ya irreversibles. Llevamos demasiado tiempo advirtiendo de la gravedad del problema sin afrontarlo de cara. Son necesarias soluciones a gran escala, sin duda, pero ese es un camino muy complejo y que exige una unidad de acción internacional que se vislumbra lejana. Y, mientras, el cambio persiste y el reloj corre. Y es aquí cuando desde la escala local debemos asumir el reto de actuar. No podemos permitirnos el lujo de la indecisión, las medidas a medias o los enfoques graduales. Nuestra meta debe ser una transformación energética en la que se articulen medidas a escala local para mitigar los efectos del cambio, sentando las bases para alcanzar una economía innovadora, baja en carbono y adaptada a los impactos del cambio climático.

El cambio climático no es algo externo, y las consecuencias que de él se derivan son consecuencia directa de la intervención del ser humano. Frente a esta evidencia, hay que actuar con firmeza. Los últimos datos sobre las consecuencias del cambio climático en Euskadi son innegables y no actuar de la forma más rápida posible sería verdaderamente irresponsable. No obstante, en Euskadi no partimos de cero. Contamos con la Estrategia de Cambio Climático del País Vasco-KLIMA 2050, que fue aprobada en 2015, y que es el instrumento compartido por todos los departamentos del Gobierno vasco. La aprobación de dicha estrategia ha supuesto un hito ambiental para nuestro país ya que cuenta con una herramienta propia para afrontar los desafíos futuros de la climatología. En la actualidad se está trabajando en una Ley de Cambio Climático.

Por otra parte, participamos en la red de gobiernos regionales para el desarrollo sostenible (nrg4SD), que se trata de una organización internacional que representa a los gobiernos regionales a nivel mundial, y por tanto con una mayor cercanía a la ciudadanía, que cuenta con la participación activa del País Vasco, y que está trabajando para promover y compartir experiencias, entre otras materias, en adaptación, mejora de la gestión ambiental, transferencia de tecnología no intensiva de emisiones de efecto invernadero, promoción de las energías renovables, indicadores de rendimiento de todos los sectores emisores, distribución de buenas prácticas y mercados de carbono, siendo ejemplo de buenas prácticas tanto a nivel local como regional.

Sin duda, todo cambio implica renuncias y amplitud de miras. Pero nos encontramos ante el mayor reto ambiental del siglo XXI, y la lucha contra el calentamiento global exige cambios más drásticos de los que se han planteado hasta ahora. Por tanto, debemos aplicarnos al máximo.

Como se ha dicho desde el Gobierno vasco, la conferencia que se celebrará del 6 al 8 de marzo en San Sebastián y que va a ser una de las citas más relevantes del año con ponentes de primer nivel internacional, puede ser una “llamada de atención del medio ambiente sobre los efectos perturbadores de la acción humana y aunque Euskadi sea una parte muy pequeña del planeta, lo que cada uno o una de nosotros y nosotras hagamos o dejemos de hacer suma o resta a la respuesta a un desafío global que nos afecta también muy directamente”. Esperemos que así sea.