MI desafección por esta Unión Europea -no de Europa- aumenta en la misma proporción que la tragedia del Mediterráneo. Lo siento, pero en este caso no puedo aceptar ese tipo de balances que contrastan lo positivo con lo negativo para salvar a una Unión Europea raptada por poderes que dan la espalda a los derechos humanos. La muerte de inmigrantes en ese mar que también es europeo es tan terrible que sobresale por encima de todo lo demás y es una enmienda a la totalidad. Como terrible es que nos sirvamos de Libia, a cambio de quién sabe qué, para hacer que cumpla un papel de gendarme matarife que evite la llegada a nuestras costas de millares de hambrientos. Libia, ese país que primero destruimos a bombazos y ahora tiene tres gobiernos en un estado fallido y es fácil de comprar. Sin olvidar que Turquía es nuestro primer policía.
Recuerdo aquella foto del pequeño Aylan muerto en una playa de Turquía. Por un momento, las sociedades europeas vimos en el niño el símbolo de miles de refugiados desaparecidos en el mar. Y nos compadecimos por un breve periodo de tiempo. Y los gobiernos, avergonzados, prometieron ser más eficaces en la acogida de refugiados. Pero la autoproclamada cuna de la civilización pronto regresó a la indiferencia y al olvido. Y es que el drama de los refugiados primero movió a la compasión, pero con el paso del tiempo se ha convertido en algo molesto. Nos interpela de tal manera que terminamos viendo en los ahogados una agresión a nuestro confort. Los gobiernos callan, las sociedades callamos y, mientras unas muy pocas ONG dedican sus esfuerzos a salvar vidas, la mayoría callan ante las manos que les dan de comer.
En estos días, el barco Acuarius, de la ONG francesa SOS Mediterráneo, sigue salvando vidas, mientras el de Prooactiva Open Arms sigue inmovilizado por un juez de Catania, Carmelo Zuccaro, bajo la acusación de ¡traficar con personas! favoreciendo la inmigración clandestina. En 2017, hubo en el Mediterráneo hasta doce barcos de rescate, pero la presión y amenazas de la Guardia Costera libia y las presiones brutales europeas han terminado por vaciar el mar de embarcaciones. Las medidas represivas violan las leyes del mar y la Carta de Derechos Humanos. Violan también los principios morales teóricos de la Unión Europea. Lo que está sucediendo es un escándalo. Y mientras, los bomberos de Proem Aid siguen a la espera de juicio porque hay quien entiende que sacar del agua a un inmigrante para ponerlo a salvo en tierra es ilegal. Para esta UE lo correcto es dejarlo morir, más allá del cínico bla, bla, bla, de sus dirigentes.
Los datos son irrefutables. La UE no ha cumplido ni la cuarta parte de su compromiso de acogida firmados en 2015, que beneficiaría a 160.000 refugiados. El Estado español ha cumplido el 11%, más preocupado en hacer devoluciones en caliente y en reprimir con pelotas de goma incluso en el agua. Croacia ha cumplido el 8%, Bulgaria el 3,8%, Eslovaquia el 1,7%, Austria el 0,7% y República Checa el 0,4%. En un bloque aparte se sitúan aquellos países que dijeron que no iban a reubicar refugiados, como Hungría y Polonia. La UE tiene en su interior su propio caballo de Troya. A países gobernados por élites que representan exactamente lo contrario de aquello que defendieron los fundadores que quisieron una unión de cooperación y de solidaridad para la paz en un continente muy sufrido.
Ya antes del verano de 2017, la Unión Europea quiso imponer a las ONG de rescate un código que fue denunciado por Médicos Sin Fronteras, Human Rights Watch y Save the Children, que lamentaron que su trabajo se vería muy limitado por lo que “se podrían poner vidas en riesgo”. La situación se volvió tan insostenible que de la decena de ONG que operaban en el Mediterráneo hasta el verano 2017, la mitad se marcharon. No, no hace falta que gobiernen gobiernos xenófobos, los “democráticos” son eficaces en dejar morir a los inmigrantes.
La situación se ha vuelto muy dura al tiempo que las noticias son tratadas de puntillas por gran parte de los medios de comunicación. Tan dura como afirma la portavoz de Acnur en el Sur de Europa, Carlotta Sami, quien señala que si en 2017 moría una persona por cada 29 que intentaban el trayecto a Europa, este año 2018 lo hace una de cada 13. “Las condiciones de seguridad de los migrantes son mucho peores, con lo que el papel de las ONG en el Mediterráneo es fundamental”, ha dicho Sami. Pero predica en el desierto. La Comisión de la UE está en otra cosa, en diseñar y obligar a recortes sociales, por ejemplo, y en negociar con Estados Unidos un Tratado de Libre Comercio, otro ejemplo. Para los jerifaltes, la muerte anunciada de inmigrantes es consecuencia de la irresponsabilidad de aquellos que huyen de la muerte y nos quieren invadir.
Una UE de los mercaderes, una UE que engaña y que poco tiene que ver con la Europa imaginada por los que la idearon y pensaron poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, está matando sus principios. Vean:
La Constitución Europea dice: “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”. Es para morirse de risa o de indignación. En realidad, “la Unión Europea es incapaz de cumplir sus compromisos de mínimos y apenas mueve un dedo para que el Mediterráneo deje de convertirse en una fosa común cada vez más grande”, como ha denunciado públicamente el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR).
La llegada del cadáver de Aylan a la costa fue un error, lo correcto es que los inmigrantes se mueran en silencio, sin molestar, sin que sus cuerpos se hagan visibles. De modo que el fiscal de Catania es el funcionario ejemplar de una infame Unión Europea.