la artista guipuzcoana Itziar Okariz (Donostia, 1965) presenta en la Sala de exposiciones de Tabakalera un conjunto de ‘acciones’, realizadas en distintas ciudades europeas y americanas, en torno al lenguaje corporal humano, y a distintas actitudes y signos que la diferencian como mujer y como artista. En formatos que van de la poesía espacial, pasando por audios y vídeo instalaciones, la artista utiliza su voz, su palabra, su imagen, sus acciones realizadas, sobre todo, en espacios públicos (edificios, calles, fuentes, puentes, museos, habitaciones), para mostrarnos las reiteraciones, afirmaciones, miedos, contradicciones, alteraciones, del cuerpo y de la voz humana, llevados muchas veces al límite y al paroxismo de sus propuestas.

Imágenes, sonidos, palabras, plasmadas, y proyectadas sobre muros y pantallas, que a modo de compartimentos estancos, enfrentan y encierran al espectador con una serie de acciones personales, que pueden resultar a un público no experimentado, como herméticas, e ininteligibles, pero en las que la artista ha depositado todo su empeño y esfuerzo.

Okariz utiliza frases de la vida cotidiana, repetidas en distintos tiempos y espacios del papel, o juega con voces que susurran en el tiempo, o se superponen hasta crear espacios confusos, o habla con silencios ante imágenes ubicadas en museos, o realiza la misma acción de orinar en distintos espacios públicos, o grita de manera intensa como lo hacen los bertsolaris, o escala edificios creando imágenes inquietantes ante un espectador que las contempla, entre admirado e inquieto.

La artista realiza estas acciones además para sí misma, poseyendo por tanto un carácter personal y subjetivo, aunque termina por mostrarlas al público. No pide por tanto la participación del mismo como en los “performances”, pero sí exige la toma de postura activa y radical en la degustación del producto artístico.

¡Ah!, ¿pero esto es arte?, se preguntan algunos espectadores atónitos. Ciertamente posee connotaciones de Body art, de sicología introspectiva, de acciones callejeras y de agit prop, de ruptura de normas sociales, de provocaciones dadaístas y conceptuales, de literatura oral y popular, todo ello en un leguaje mix y sincrético, que deja al espectador ante la duda y la sospecha de que la realidad es más compleja y oscura que la que contempla, ve, y escucha a primera vista.