Entre jóvenes de medio mundo
ERAN 21 jóvenes, bien que de medio mundo: tres italianos, dos brasileños, otros dos argentinos y uno de cada uno de estos países: Siria, Ucrania, Israel, Polonia, Nigeria, Austria, Reino Unido, Francia, México, Australia, Países Bajos, Jamaica, Filipinas y Arabia Saudita. De ambos sexos, casi por igual. Seleccionados a dedo. ¿Cómo lograr una muestra representativa de los jóvenes del universo? Fue en Roma, del 11 al 16 de septiembre pasado. Estaba invitado a una Semana Preparatoria del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes de octubre del próximo año 2018. En total, estábamos 82 personas: además de los 21 jóvenes, 32 expertos, 20 de pastoral juvenil, 9 de organismos de la Santa Sede y 10 del secretariado del Sínodo, con el Cardenal Baldisseri a la cabeza, quien asistió a todas las maratonianas sesiones (de 9 de la mañana a las 18,30) y se metió a los jóvenes en el bolsillo el ultimo día tocando en un piano, desafinado a más no poder, música popular italiana. Había una sobrerrepresentación de europeos, lo que varios indicaron en la sala.
En las sesiones de trabajo hubo, a menudo, intervenciones críticas. Una joven se quejó con fuerza, y con toda la razón del mundo, de que no se hubiera introducido el tema del sexo en los debates, lo que fue apoyado después por muchos, crítica retenida por el cardenal Baldisseri; otro joven criticó que se hubiera obviado la importancia de la música y del deporte, etc. Algunas comunicaciones fueron excelentes, otras francamente flojas y aburridísimas, pero todas en espíritu constructivo. Llené 34 páginas en mi cuaderno de notas. Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional rezaba el título del Seminario. En realidad, se habló mucho de jóvenes, un poco de la fe y prácticamente nada de las vocaciones. En estas líneas escribo, exclusivamente, sobre los jóvenes.
Los jóvenes y su contexto No hay juventud sino jóvenes. Los jóvenes son como son, en gran medida en razón al contexto en el que han crecido. Un joven filipino no ha vivido las experiencias de un austriaco o la de un sirio, mexicano, ucraniano, etc. Luego la especificidad territorial se impone. Pero cabe hablar de factores de socialización planetarios, aun vividos de forma distinta, incluso en el interior de cada país o sociedad. Así, la sociedad universal, salvo escasas excepciones (Corea del Norte y algunos países árabes) es plural, global y tecnológica. bajo el imperio de Internet en general y de las GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) más en particular.
Cuando hablan los jóvenes. ¡Como olvidar a Mirvat, una chica siria de Alepo, que vio su casa y su ciudad destrozadas, recorrió seis países hasta recalar en Roma, gracias a una beca, y nos dijo, con un hilo de voz, que para ella la Iglesia era una familia! Ahleigh, otra chica, australiana, imprecando con fuerza la insoportable situación de los aborígenes en su religiosa y muy opulenta sociedad. Tommaso, un chaval italiano de apenas 16 años, que nos contó, con toda suerte de detalles, lo importante que para él era crear música, las dificultades para grabar sus discos (ya tenía dos en el mercado) y que para él era inconcebible la religión fuera de la música. Una chica, Caroline Kate, de Arabia Saudí, nos comunicaba que solamente gracias al teatro, podía manifestar, tímidamente, y cubierta de arriba abajo, sus incipientes inquietudes emancipatorias, en una sociedad teocrática. El argentino Mariano y el brasileño Lucas nos pusieron sobre la mesa la realidad latinoamericana entre el pentecostalismo y la ya potente secularidad, en una sociedad donde la democracia no arranca, frenada por un capitalismo despiadado y unas diferencias sociales vergonzosas.
Una chica jamaicana, Kerishé Marie, con su exuberancia vital; como la de un chaval nigeriano, Richard, y otro filipino, Joed, más recatado este, nos mostraron unas realidades sociales bien distintas a las occidentales. Las representantes de Ucrania, Natalia y de Polonia, Dorota, nos pedían que no olvidáramos a la Europa del Este, los pobres de Europa, en un trípode, como todo trípode inestable, entre una religiosidad muy tradicional en los mayores, otra posatea en la edad adulta, y ya la más que incipiente secularidad en la juventud. Una chica británica, Sarah (puedo decir, sin ser tildado de machista, que era de una belleza arrebatadora) nos habló de sus experiencias en grupos de liderazgo juvenil (Peer Leadership). Wissan, un israelí de Nazaret, nos trasladó su complicada cohabitación con los palestinos, etc. Por cierto, Wissan fue quien abrió el baile con Mirvat, la chica siria, en el receso del último día, al son del destartalado piano en las manos de un feliz cardenal Baldisseri.
Y podría seguir con los otros jóvenes. Fue lo mejor de la semana. ¡Qué gusto escucharlos y compartir con ellos siete días!
Un franciscano, catedrático en una universidad de Roma, me decía que habíamos escuchado a los “jóvenes majos”. Cierto, pero le respondí que esa juventud también existe y no solamente la que se destaca en los medios, la juventud disruptiva, la que causa problemas, la que dicen, falsamente, que no tiene valores.
Una encuesta planetaria Además de la Semana en Roma, el Vaticano puso en la Red una encuesta dirigida a los jóvenes de todo el planeta. Casi 130.000 jóvenes ya han respondido al cuestionario. Según Baldisseri, tras una primera criba de las respuestas recibidas, “muchos fieles jóvenes ven a la Iglesia como un lugar de prohibiciones”, lo que evidentemente no me sorprende en absoluto, al mismo tiempo que me habla de la veracidad de las respuestas a la encuesta mundial (aunque de imposible representatividad) y del empeño de la Iglesia de no tergiversar la realidad juvenil y de lo que piensan de la Iglesia.
En un artículo que publiqué en estas mismas páginas en mayo de 2015, y que titulé ¿Está en la juventud el futuro de la religión?, me referí a una encuesta a 63.898 personas de 65 países, de WIN/Gallup International. En la presentación de los resultados de aquella encuesta dijeron esto: “Con la tendencia de una juventud cada vez más religiosa a escala mundial, podemos presuponer que el número de personas que, ellas mismas, se consideran religiosas, irá en aumento”. Concluía el artículo, hace más de dos años, con estas palabras: “Claro que esa idea no vale para Euskadi, ni para España, ni para Europa Occidental. Los estudios son formales en este punto. Aunque, sostengo que, en Europa occidental, estamos ya en los albores de la era postsecular. Pero habrá que esperar. Se ve lo que fenece, pero más difícilmente lo que nace. Sobre todo, lo que nace lejos de nuestra vista, y se olvida que católico quiere decir universal. Tema capital en la era Internet de un mundo globalizado. Pero, en España y, todavía más en Euskadi, tenemos una visión muy parcial, localista, y radicalmente distorsionada, de la cuestión religiosa. Por razones históricas y sociológicas”. Mi semana en Roma me lo confirmó, una vez más.