ES un pequeño país con 8,3 millones de habitantes, altamente cohesionado en lo social, pulcramente mantenido -su mobiliario urbano está bien cuidado-, es tranquilo y poco ruidoso -en sus ciudades no se oye un claxon-, con gentes amables que ayudan al turista y ofrecen servicios muy profesionales. Cuando uno coge un tren de cercanías, no hay control alguno, ni mecánico ni humano, en lo que a tickets se refiere, y cuando se entra a ver un espectáculo no hay nadie que controle el acceso al teatro.

Sus habitantes gozan de una renta per cápita de 42.000 dólares, la agricultura que antaño tenía mucha importancia, hoy es casi residual en el PIB, la industria (farmaceútica, maquinaria de precisión, etc.) significa el 24% y los servicios el 74%, del que dos tercios corresponden al sector financiero. La tasa de paro es del 3,1% y sin embargo es la primera preocupación social. Su bienestar general es muy alto en empleo y remuneración, servicios sociales, sentido de comunidad y seguridad personal.

Hay muchísimos -demasiados en opinión de sus ciudadanos- museos, tanto públicos como privados, estos propiedad de familias muy pudientes, que también pueden ser visitados con los contactos adecuados. Y seguramente es uno de los países con más alta concienciación medioambiental. El país cuenta con 14 universidades tanto públicas como privadas y tiene la tasa más alta del mundo de estudiantes extranjeros después de Australia.

Es sede de más de 250 ONGs y organizaciones internacionales como la Cruz Roja y según su Constitución se asegura la convivencia pacífica de los pueblos y se salvaguardan las bases naturales de la vida. Se le reconoce por su posición neutral en los últimos conflictos bélicos mundiales.

En fin, una Arcadia feliz.

Sin embargo, recorriendo el país uno se sorprende al ver un parque de tanques de guerra relucientes listos para la exportación. Y vía Internet se constata que su industria armamentística da trabajo a 6.000 personas y vende armas a numerosos países, incluido Arabia Saudí; si bien sus representantes políticos lo justifican diciendo que los países a los que venden armas no tienen intención de utilizarlas (?). Hay otra tradición curiosa en el país: el hecho de que prácticamente todos los ciudadanos guardan armas en sus casas.

Éste país, debido a su política fiscal, recibe a muchos ciudadanos extranjeros con fuerte capacidad económica que fijan su residencia allá. El secreto bancario está garantizado en lo que a evasión fiscal se refiere dado que esta infracción (?), según la legislación del país, se incluye dentro del derecho civil, no del penal.

En el pequeño pueblo llamado Zug, con una población de 19.000 habitantes, a orillas de un lago y con una espectacular estampa de picos nevados, en tres de sus calles se da cobijo a 29.000 empresas y, entre ellas, 500 son sedes globales de compañías multinacionales. Aquí se ofrece un tipo máximo de impuesto de sociedades del 15% y de un 23% sobre la renta de las personas físicas. Pero la especialidad de la casa es el 8,8%, o menos, que tributan las llamadas “empresas privilegiadas” entre las que se incluyen 1.700 holding companies que cuentan con una pequeña oficina y 3.400 empresas buzón que no realizan actividad alguna y no cuentan con empleados.

Según estimaciones de la consultora internacional Deloitte, el total del patrimonio de personas físicas era en 2014 de 2 trillones de dólares estadounidenses, de los que más de la mitad provenía de ciudadanos europeos. Y en septiembre de 2015 su asociación de banqueros reportaba que los bancos del país tenían acumulados 6,5 trillones de dólares USA. Según el Fondo Monetario Internacional, el 25% de toda la riqueza privada mundial se acumula en el país.

La historia del secreto bancario arranca en 1713, antes incluso de que existiera como país confederado, cuando las regulaciones de la ciudad de Ginebra prohibían a los banqueros, que ya atesoraban grandes riquezas de la nobleza europea, revelar la identidad de sus clientes. Y la neutralidad de Suiza, declarada en el Congreso de Viena de 1815, allanó el camino para atraer grandes capitales.

El país tuvo su primera gran entrada de capitales en la guerra franco-prusiana de 1870; pero fue con la Primera Guerra Mundial cuando recibió una cascada de ellos: los franceses mudaron sus capitales a Ginebra, los alemanes a Zurich o Basilea, los italianos a Lugano, etc. Y con motivo de la Segunda Guerra Mundial un nuevo flujo llega al país. Los banqueros suizos colaboran con los nazis y reciben sin hacer preguntas el botín proveniente de los saqueos de los países invadidos. Hubo así mismo otros apoyos a los nazis que no vienen al caso. (Como decía el poeta: !Hay que vivir!).

Y no podemos menos que preguntarnos: ¿Este país se ha librado de las ultimas grandes conflagraciones bélicas por su carácter neutral o ha sido porque guardaba en casa tesoros propiedad de los poderosos de los países contendientes? ¿Arcadia feliz o guarida de poderosos?

Es curioso observar que los países europeos con renta per cápita mas alta -Luxemburgo, Irlanda y Suiza- son los más permisivos en políticas fiscales. En el Gran Ducado, que ya en el siglo XIX desarrolló una importantísima industria siderúrgica basada en sus minas, actualmente el sector servicios supone el 88% de su Producto Interior Bruto; mantiene acuerdos con unas 340 corporaciones y su renta per capita es el 263% con referencia a la media europea. En cuanto a Irlanda, que no parece tenga especiales recursos naturales, mediante acuerdos en políticas fiscales y normativas laborales, acoge a buen numero de multinacionales, especialmente estadounidenses, que ayudan a que su economía crezca a ritmos desconocidos en otros países.

¿Cuál es el impacto que producen las políticas fiscales y laborales de estos países europeos en las economías de otros países, también europeos, que hacen que las sedes sociales de multinacionales se muevan de sus orígenes de producción a más o menos paraísos fiscales?