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Aznar

MANUEL Vázquez-Montalbán y Xavier Tusell nos dejaron antes de morir dos magníficos retratos de José María Aznar y su circunstancia. El libro de Vázquez Montalbán se titula La Aznaridad. Por el imperio hacia Dios o por Dios hacia el imperio. El de Tusell, El Aznarato. Cuando fallecieron, no disponían de toda la información, por lo menos, sobre la circunstancia. Hoy, Aznar, José María, anuncia querella por la filtración de sus problemas con Hacienda. ¡Por favor! Él que de su padre, Manuel-Imanol, solo heredó “seriedad, honradez y una biblioteca”.

No hablaremos de Fazmella, la razón social por la que se canalizan los ingresos por los libros que publica y las conferencias que pronuncia y que está en el origen de la multa de Hacienda. Ni de su patrimonio millonario, incluida su mansión de Marbella (por la que pagó dos millones de euros de nada y en la que el matrimonio puede tomarse una “relaxing cup of café con leche”). Tampoco de los consejos en los que está o ha estado el ex presidente (News Corporation) o de las asesorías (presentes o pasadas) a empresas como Endesa, Doheny Global Group, Falk Spa?

Resulta interesante centrarse en la circunstancia. Comencemos por la boda del Escorial entre la primogénita del presidente y Alejandro Tarik Agag, a la que Vázquez Montalbán se refiere como “desenfoque” o “desmesura”. Antes del casorio ya se produjo una divertida y acuática despedida de solteros de Ana y Alejandro Tarik acompañados de los tres cabecillas de la corrupta trama Gürtel (Correa, López Viejo y el Bigotes, aquel fulano bajito que acompañaba al ex ministro franquista y presidente fundador, o sea, Fraga). 18 de los invitados (incluidos los tres citados) están imputados o han tenido problemas con la justicia, incluyendo mandatarios y empresarios extranjeros (Correa, Álvaro Puerta, Jaume Matas, Miguel Blesa, Rodrigo Rato). Algunos han pasado por la cárcel o podrían hacerlo en breve. ¿Qué decir de Silvio Berlusconi, con quien tan buenas relaciones mantenía Alejandro Tarik?

Tusell recuerda en El Aznarato que cuando José María Aznar llegó a La Moncloa, el PP había conocido algunos casos de presunta corrupción como el de Naseiro (tesorero del partido), el de la construcción de Burgos, la singular actuación de Hormaechea en Cantabria o el caso del túnel de Sóller. Al protagonista de este escándalo, el presidente balear Gabriel Cañellas, le dijo el entonces candidato Aznar: “No puedes ser una piedra en mi camino a La Moncloa”. ¡Ay Baleares! Jaume Matas, invitado a la boda de Ana Aznar, ministro y presidente autonómico, ya ha pasado una temporada en prisión. No sabemos si pasará alguna más.

La guerra de Irak, el naufragio del Prestige o los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 que explican “el aznarato” y, de paso, la derrota electoral “a manos de José Luis Rodríguez Zapatero”. La aznaridad sería entonces la desmesura del Escorial y ese reguero de casos que han llevado ante los jueces a dieciséis de los asistentes al ágape. También había momentos de ternura como cuando Correa regaba las fiestas infantiles de los niños de Ana Mato con 4.680 euros de confetis (¿quién limpiaría aquello?).

Pero, a pesar de todo lo anterior, lo realmente grave es que se haya conocido lo de la multa del querido líder (que, como queda dicho, se va a querellar). Para que no faltase de nada, la antigua lideresa de Madrid, Esperanza Aguirre, con al menos tres de sus colaboradores con problemas judiciales, uno de ellos en la cárcel, se suma a la protesta porque de la multa a su antiguo jefe “se han filtrado hasta los decimales”. Parece que lo grave no es la multa sino que esta sea de dominio público. La cuestión es que aún faltan por conocerse todos los detalles de lo que ha representado la aznaridad en este apartado y sus consecuencias.

Y mientras Aznar anunciaba querellas, Alfonso Alonso visitaba Ajuria Enea. En su comparecencia ante los medios, señalaba que él no estaba allí para hacer “reproches”. ¿Reproches? ¿A qué reproches se refiere? El PP con mayoría absoluta ha sido incapaz de afrontar con inteligencia las relaciones con el nacionalismo mayoritario. No lo supo hacer Aznar y menos Rajoy. Y en esto coinciden Vázquez Montalbán y Tusell. El primero, con respecto a lo ocurrido en las elecciones de 2001 y la derrota humillante del nacionalconstitucionalismo (así lo llama), concluye: “Aquí ha habido un intelectual orgánico colectivo que se ha pasado de tonto”. El PP sigue en la estrategia de confrontación de Mayor Oreja, a lo que suma desgaste del autogobierno (recentralización) desde la mayoría y desde un gobierno en funciones. ¿Reprochar? ¿Que Maroto no sea alcalde de Vitoria-Gasteiz? ¡Pero hombre!, el golpe institucional contra la mayoría vasca de 2009 no es algo que se pueda olvidar. Escuchar los argumentos sobre el mejor derecho de Rajoy a seguir en La Moncloa produce sonrojo. El modelo político impuesto por “el aznarato” ha llevado al PP a un estado de soledad y aislamiento. Y de este no le va a sacar querella alguna, ni por decimales. Necesita mucho más.