nO es difícil pensar que estos hechos algo tienen que ver con que es un partido en construcción y con la existencia de una fuerte pluralidad interna no siempre bien identificada. El asunto bien merece una reflexión.

No cabe duda que la gran fuerza de Podemos se apoya todavía en lo que fue el 15-M con su dimensión asamblearia y de libre participación. Convertido en partido, el sistema y despliegue de los círculos que conforman una base horizontal que acoge una diversidad que participa desde abajo del partido, sigue siendo su gran fuerza. Pero en esa fuerza puede estar su debilidad. El partido ya no es la plaza de la Puerta del Sol, ni puede serlo.

En primer lugar, no es fácil conjugar acertadamente unidad y pluralidad, pues en el partido se expresan necesariamente dos tendencias: la que pone el acento en la cohesión necesaria para ganar el aprecio y el apoyo electoral ciudadano y la que trata de destacar las diferencias para matizar una determinada posición. Se dan por consiguiente, de hecho, aunque no por voluntades, dos fuerzas: una centrípeta y otra centrífuga. Gestionar bien esta realidad exige mucha corresponsabilidad, madurez, experiencia, y voluntades que pongan el acento en el proyecto común. Pues hay que reconocer que la línea que separa fortaleza de debilidad es en este asunto muy fina.

En segundo lugar, conjugar bien la horizontalidad de los círculos con la dinámica cotidiana de la dirección del conjunto del partido, que está exigida por la lucha política estatal y debe tomar posiciones a cada momento, no es nada fácil. Además, si la dirección máxima del partido se reserva ciertas decisiones, como por ejemplo el designar candidaturas electorales o nombrar gestoras en nacionalidades y regiones, entonces la tensión puede aumentar. Lograr que la vida horizontal de la organización sea decisiva y decisoria tiene riesgos, pero representa, sin lugar a dudas, un enfoque apasionante, innovador, que alumbra el paradigma de que otros partidos son posibles. Lo que ocurre, sin embargo, es que la lucha política inter-partidaria tiene un componente de tiranía que se impone a los deseos y te obliga a desarrollar prácticas centralistas en razón de la eficacia. ¿Cómo conjugar las dos tensiones?

En cuanto a conjugar cohesión y pluralidad en la base, creo que hay un problema de no poca importancia: en la prensa vasca aparecen con frecuencia noticias y declaraciones de corrientes que se organizan en Podemos, presentando un mosaico de nombres de otras tantas corrientes que compiten entre sí y que muestran una diversidad políticamente difusa, que no aclara sus diferencias bien sean de táctica, de estrategia o ideológicas, dando una impresión cuando menos pintoresca de lucha por hacerse con los mandos de la dirección partidaria.

He hecho un ejercicio práctico entre amigas y amigos votantes de Podemos en las últimas elecciones. Ninguno ha sabido decirme de manera satisfactoria qué defiende cada una de las corrientes en diferencia con las otras. Esto plantea un requisito: es necesaria una mejor comunicación. La ciudadanía debiera saber qué defienden las corrientes. De lo contrario se da una impresión de vivir en una burbuja en la que solo los y las iniciadas se enteran de los contenidos que se debaten en Podemos. Ojo, esta impresión puede percibirse como luchas de poder que no han sabido superar la vieja política.

Creo que puede dibujarse a Podemos como un conjunto de cuatro anillos concéntricos: A) En el centro el grupo dirigente que es mayoría en el Consejo Ciudadano, en el Consejo de Coordinación y en la Comisión de Garantías. B) Una amplia red de círculos territoriales y temáticos que son la base social activa del partido. C) La suma de las personas inscritas, unas 350.000. D) El electorado, ahora por encima de cinco millones de personas. Sin duda, cada nivel tiene sus características. En el segundo anillo se reúnen personas muy diversas, con historias distintas e ideologías de matices a veces dispares (más pragmáticas, más de movilización, más antisistema?) Sin duda, es importante fortalecer el cemento ideológico de esa diversidad para no morir de éxito. En términos generales, en ocasiones se percibe un contraste entre el núcleo dirigente que tiene una ruta estratégica trazada y parte de los círculos en los que hay muchos recorridos personales y bastante ideologización. Por decirlo de alguna manera, parece que en la base la temperatura ideológica es alta y explica la formación de corrientes internas. Gestionar bien toda esta realidad compleja es esencial. Puede que sean necesarios mejores debates internos, de más calidad, y una mejor comunicación a la ciudadanía.

Lo que estoy planteando, el hecho de que fortaleza y debilidad caminan juntas y en algún momento puede romperse el equilibrio en favor de la fragmentación, no es una mera hipótesis teórica. Hay un pluralismo constructor y un pluralismo destructor. En Venezuela, Bolivia y Ecuador he visto aflorar tensiones crecientes derivadas de no haber gestionado bien la relación entre lo horizontal (la base) y las estructuras dirigentes de partidos y gobiernos. De fondo está planteada la relación entre eficacia-democracia.

Precisamente, al calor de los ejemplos de estos países que cito he de decir que los partidos con vocación de gobernar no deben ignorar un problema que afecta a los partidos de izquierda cuando llegan a gobernar. Me refiero a las posibilidades de que sean transformados por la propia experiencia gubernamental. Gobiernan para cambiar las cosas pero el gobernar puede cambiarles. Por otra parte, puede que en Podemos se esté poniendo de relieve un problema de fondo no muy estudiado por los partidos políticos: la relación entre ideología y política. El error infantil de la izquierda ha consistido muy a menudo en querer volcar el cien por cien de su ideología en acción política. Es algo que les sucede a corrientes muy ideologizadas con escasa o ninguna experiencia de gobierno a ningún nivel.

He de decir que aplaudo la pluralidad dentro de cada partido. Gestionarla me parece apasionante, como ya he dicho. Pero en ningún caso se debe vivir desde la ingenuidad de que es buena hacer de ella una competición en cualquier situación. La gente en general desconfía cuando en un partido observa demasiado barullo.