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De pitos y flautas

EL debate es antiguo. Casi tanto como la Primera Enmienda de los Estados Unidos, aprobada el 15 de diciembre de 1791. Poco más de medio siglo después, John Stuart Mill ya teorizaba al respecto en On Liberty (Sobre la libertad). La libertad de expresión, de la que aquella Primera Enmienda afirma que el Congreso de Estados Unidos no podrá hacer ninguna ley restringiéndola, tiene límites. Los marcó Mill con el Harm Principle, el principio del daño, por el que “cada individuo tiene el derecho a actuar de acuerdo a su propia voluntad en tanto que tales acciones no perjudiquen o dañen a otros”.

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