BIEN mirado, solo existen los trabajadores, sin más. El trabajo es el único bien que libera económicamente y redime moralmente. Pero para que esto ocurra el trabajador ha de estar pagado suficientemente y ha de trabajar en unas condiciones saludables y seguras. Si no se dan ambas condiciones, el trabajo constituye un castigo divino -“ganarás el pan con el sudor de tu frente”, dijo Dios a Adán como respuesta a una falta cometida que nada tenía que ver con incumplimientos laborales anteriores-, o un suplicio mundano que atosiga por igual a unos y a otros solo porque las normas que se aplican al trabajo las elaboran los patronos y no los trabajadores.

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