DESDE el comienzo de este 2014, varios comentaristas vuelven su mirada a aquel otro 14 de hace un siglo. Aquella guerra que se auguraba corta duró cuatro años, causó ocho millones de muertos, se convirtió en mundial con la entrada de Estados Unidos y tuvo graves consecuencias. Entre ellas, la Segunda Guerra Mundial y otras muchas que solo se dan por desaparecidas tras la caída del muro de Berlín y de la URSS, en 1989. Me refiero a la caída de los grandes imperios: el austro-húngaro, el otomano y el ruso. Hoy me limito solo al primero y a la creación de nuevos estados nacionales.
El imperio austro-húngaro ocupaba un gran territorio de pueblos y naciones de Europa central. Con 35 millones de habitantes en 1914, lo componían alemanes, húngaros, checos, eslovacos, polacos, eslovenos, croatas, serbios, rumanos, bosnios e italianos. El asesinato del archiduque heredero de la corona imperial de Viena por un terrorista serbio, el 28 de junio de 1914, fue la chispa que puso en llamas varios siglos de cultura.
La muerte del mítico emperador Francisco José I, en 1916, se llevó consigo el esplendor sentimental de una sinfonía inacabada. La derrota se llevó lo demás. Incluido el ingenioso y bello dístico: "Bella gerant alii; tu félix Austria, nube. / Nam quae Mars aliis, dat tibi regna Venus". "Que otros hagan la guerra; tú, dichosa Austria, contrae nupcias. / Porque los reinos que Marte otorga a otros, es Venus quien a tí te los asegura". No es el estruendo de los cañones lo que te va, Viena, sino la música del amor.
El 28 de octubre de 1918, Praga declara la independencia del "Estado de Checoslovaquia", y la Galizia se incorpora a la nueva Polonia. Al día siguiente, los territorios de croatas y eslovenos se unen al reino de Serbia y Montenegro, tomando el nombre "Reino de Serbios, de Croatas y de Eslovenos" -el nombre de Yugoslavia no aparece hasta 1929-. En noviembre se declara independiente Hungría? El 10 de septiembre de 1919, por el Tratado de Saint Germain, queda sola Austria independiente.
Describiré a grandes rasgos las vicisitudes de Checoslovaquia y Yugoslavia.
Al declarar su independencia, Checoslovaquia contaba 7 millones de checos, 2 de eslovacos, más de 3 de alemanes, sudetes, 700.000 húngaros y 450.000 rutenos. Los checos venían exigiendo su independencia desde 1848; con más fuerza e insistencia desde 1862. Durante el ministerio del conde Taffe (1879-1892), Austria les hace una serie de concesiones que llegan demasiado tarde: el partido extremista de Jóvenes Checos rompe con el más moderado de Viejos Checos. Llueven más y más ventajas, de modo que en los albores de 1914 ni los más jóvenes ni los más ardientes nacionalistas, como Masaryc y Benés, pretenden una independencia absoluta. Sin embargo, durante la guerra se forman consejos nacionales checos, cuyos jefes son los mismos Masaryc y Benés, que luchan con los aliados frente a Austria.
La primera República Checoslovaca de 1918 disfruta de su independencia normalmente hasta 1938. Este año, en virtud de los acuerdos de Munich, la Bohemia y la Moravia quedan bajo el Reichsprotektor que en 1941 será el tristemente famoso Heydrich, asesinado al año siguiente con terribles represalias por parte de los nazis (Eslovaquia había logrado su autonomía, aquel 1938).
A los alemanes les suceden los rusos y, en 1948, Checoslovaquia es una democracia popular de corte estaliniano hasta la Revolución de Terciopelo y la llegada de Vaclav Havel al Gobierno (diciembre de 1989). A pesar de todos los pesares, el problema central es la relación de checos y eslovacos. Los primeros quieren una federación con gran autonomía de Eslovaquia y los eslovacos una confederación. Vaclav Havel dimite en julio de 1992 y la asamblea federal, en noviembre de este año, vota la separación. Los bienes comunes se reparten: dos tercios para los checos y un tercio para los eslovacos.
Así nacen dos nuevos estados racional y democráticamente: la República Checa y Eslovaquia. En 2004, los dos Estados ingresan en la Unión Europea. Una "larga marcha" a la independencia, pero ha valido la pena.
Aquel primer Reino de los Serbios, de Croatas y de Eslovenos de 1918 tuvo sus propias vicisitudes. En los años veinte, Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia formaron la Petite- Entente, las tres beneficiadas de la I Guerra Mundial, frente a las requisitorias de Hungría.
Yugoslavia contempló pasivamente la anexión (Anschluss) de Austria por Hitler y la desmembración de Checoslovaquia en 1938. Al comienzo de la II Guerra Mundial, mantuvo una actitud neutra. Tras la caída de Francia, se adhirió al nuevo orden y firmó un pacto. Pero dos días después sufrió una revolución interna y Hitler, temiendo se pusiera de parte de los aliados, ordenó la invasión. En menos de dos semanas la completó y desmembró la Yugoslavia: hizo independiente a Croacia; se anexionó la parte norte de Eslovenia y entregó la sur a Italia; concedió a Bulgaria casi la totalidad de Macedonia y a Hungría la parte occidental de Voivodina.
En ningún país de la Europa ocupada fue tan fuerte la resistencia contra la Alemania de Hitler, hasta que, en octubre de 1944, las tropas soviéticas entran en Yugoslavia.
La Yugoslavia de Tito y su Constitución de 1946, copia de la soviética de 1936, fue una federación de seis repúblicas: Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia, con autonomía en lengua y personal administrativo, pero bajo la mano de hierro de un poder central dictatorial. Este conjunto de etnias, lenguas, historias, culturas, religiones distintas se mantuvo unido durante la dictadura y el escaparate de la propaganda comunista.
A la muerte de Tito en 1980, todo aquel "tinglado de la antigua farsa" se vino abajo con estrépito. Los partidos comunistas fueron vencidos por los nacionalistas en Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia, mientras en Serbia domina el carismático Slovodan Milosevic y arranca todo el asunto de la sangrienta guerra de Bosnia. Para 1991, Eslovenia, Croacia y Macedonia, habían proclamado su independencia más o menos reconocida por la comunidad internacional. La de Bosnia-Herzegovina, en 1992, dejaba la federación yugoslava reducida a Serbia y Montenegro. Por fin, Montenegro votó su separación e independencia, mientras Serbia vio que su cuna, la provincia de Kosovo, habitada por un 90% albaneses, declaraba unilateralmente su independencia. Siete nuevos estados independientes. La voluntad libre de cada uno triunfó. Eslovenia entró en la UE en 2004. Así acabó este singular imperio, formado no merced a guerras de conquista sino gracias a matrimonios de soberanos que se creían con el derecho de arrastrar consigo el territorio con sus habitantes incluidos, como si fueran su propiedad personal, imponiéndoles formar parte de otro Estado y adoptar una identidad política ajena a la suya original.
Al fin, a través de mucha constancia, tesón y sufrimiento, logró triunfar la libertad y voluntad de autogobierno identitario de cada uno de esos pueblos o naciones independientes, fundamento único de su auténtico Estado de Derecho, democrático y racional, y de su verdadera grandeza.
La habilidad de la dichosa Viena fue su concierto de matrimonios bajo la batuta de Venus. La mayoría de los Estados que desde la Edad Media desembocaron en la Moderna, apeló a Venus y, a la vez, más a Marte, fiados en el absurdo "derecho de conquista" (contradictio in terminis). Por eso, no es extraño que, antes o después, quienes no creen que ninguno de los dos sistemas puedan crear derecho político alguno, y se sienten obligados -que ya es bastante y demasiado- a portar una identidad que no es la suya ni reconocen, insistan una y otra vez y recurran, exijan libertad plena de autogobierno. La convicción identitaria y el reconocimiento agradecido a los antepasados es una de las raíces más vitales, fecundas y perennes del ser humano. Con el don primero de la vida, se nos dio el de la libertad, que es el superior.
Por otra parte, es triste consignar que el nacimiento de la original democracia americana y su Estado de Derecho no se debió a Venus sino a Marte, no a una guerra no de conquista sino a otra de separación. Separación de las llamadas Colonias Unidas norteamericanas del Reino Unido.
Entre todas las colonias no existía más lazo que el de una común dependencia de la corona británica y de tradiciones del parlamentarismo inglés. A la larga, la lucha contra los enemigos comunes fue creando entre ellas la idea de una identidad de destino.
En 1754 rechazaron la propuesta por Franklin de una confederación, pero fue creciendo la necesidad de una mayor independencia de la metrópoli. Varias cuestiones de impuestos provocaron fuertes reacciones de los colonos. El fusilamiento de Lexington precipitó los acontecimientos y en junio de 1775 comenzaron las hostilidades entre las Colonias y la Corona. La capitulación de Cornwallis en Yorktown (19-10-1781) decidió la victoria, el reconocimiento de la independencia de los Estados Unidos y la soberanía del territorio. Así nace esa gran nación-Estado, cuya unidad no se discute, a pesar de su pluralidad étnica, racial, histórica, cultural y religiosa de sus ciudadanos.
Tratando de despreciar los intentos independentistas de Cataluña y Euskadi, y hacer desistir de ellos -"demenciales conflictos"- se ha recurrido también al caso del estado de Texas. Originalmente mexicano por parte indígena y española, fue un estado federal del México independizado de la corona española (1821). Esta independencia no fue un "conflicto demencial", porque fue la voluntad libre de los mexicanos. Más tarde, Texas, en conflicto con el dictador Santa Ana, a quien hizo prisionero en San Jacinto (21-4-1836), se declaró República Independiente de Texas. Esta independencia tampoco fue un "conflicto demencial" porque fue la voluntad libre del pueblo texano. En 1845, tuvo lugar la "anexión" de Texas por los Estados Unidos y la República Independiente de Texas pasó a ser un estado más, una estrella más de la bandera americana. Si este paso hubiera sido por la voluntad libre del pueblo texano no habría sido un "acto demencial". Pero está por medio la interrogante sobre si esto fue una anexión voluntaria de los texanos o una acción de poder indigno de un Estado democrático de derecho. De esto los mexicanos tienen mucho que decir. Que después de perdida la guerra con EE.UU. (1846-1848), México reconociera la "anexión" de Texas, no significa nada.
Se trata de la voluntad libre y soberana del pueblo-nación de un Estado plurinacional. Si Catalunya, después de la consulta independentista, optara por mantenerse mayoritaria y libremente como una autonomía más del Estado español, no sería una decisión "demencial". Un Estado democrático de derecho deberíapermitir la consulta. La formación y realidad de los Estados pueden ser muchas veces el problema.