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Imperativo ético

CUANDO se dice que el odio debe pasar al olvido en la sociedad vasca estamos hablando de un referente, un imperativo ético importante. Ojalá se trae de un nuevo paradigma. No hay duda de que el odio trastoca de tal forma la conciencia que, ante la tragedia humana vivida por una víctima, quien odia se pone las gafas bifocales de los que son de los nuestros y de los que son de los suyos. La sangre deja de tener el color del sufrimiento y se analiza desde el odio.

El colectivo Gesto por la Paz ha sido capaz de mantener en su sitio la conciencia, aunque no falta quien ha deformado la situación denominándola equidistancia. Porque una víctima no es de los nuestros o de los suyos. Una víctima es una víctima, y hay sufrimiento detrás, independientemente del color. En un momento en que el miedo dominaba en exceso nuestra sociedad, Gesto por la Paz ha tenido la valentía de estar presente en los pueblos y en los barrios, sin capucha, al descubierto, a veces delante de otro grupo del mismo pueblo o barrio que podía señalar con el dedo, o poner en la diana a quienes consideraba "de los otros". Y también ha tenido sus crisis, y sus detractores, pues ha querido decir también que la tortura es inmoral, por más delitos que haya cometido la persona torturada, y ha tenido el coraje de salir a la calle, con el silencio como palabra, cuando han muerto personas de esa trinchera que les ha tenido enfrente.

Es de agradecer esta referencia ética que ha partido siempre de la reflexión, desde el apoyo a las víctimas, a todas las víctimas, con un posicionamiento siempre claro en defensa de la vida y de los derechos humanos. Ese gesto nos susurra que habitamos un pequeño país y respiramos el mismo aire, que cualquier sensibilidad ideológica tiene derecho a la existencia, a defender sus posturas por métodos pacíficos, pero sin causar daño a nadie, sin quitarle su dignidad, sin arrancar su libertad, sin arrebatar su vida, y que los métodos para solucionar los problemas deben atenerse a los derechos humanos. ¿Es que se puede pedir menos?

Curiosamente, cuando esta organización ha decidido disolverse, se habla de ella mirando al pasado. Naturalmente que no se puede olvidar el pasado, sobre todo, cuando se ha regado con sangre, pero el silencio de esta organización ha sido su mayor palabra y el relevo ha de ser tomado desde toda la ciudadanía, sin exclusiones, con la promesa de que nunca más va a ser necesaria. Es su mayor apuesta de futuro.

Que nadie pueda decir que la paz está muerta. Aunque el tintero de la sangre se ha cerrado, el odio, la rabia, la conculcación de la libertad, la presión, el insulto, el miedo, la intolerancia? matan la paz, aun sin cadáveres en la acera. Son otros mimbres, habituales, cotidianos, los que se encuentran en nuestras manos. En la familia, en la escuela, en los medios de comunicación. Porque es una tarea común. Si alguien se evade de ella, si los principios éticos siguen aceptando la injusticia cuando se comete con "los de ellos", pero no se acepta cuando se refiere a "los nuestros", si seguimos usando ese lenguaje y el odio sigue sembrándose, volvemos al pasado.

Es verdad que las injusticias pueden ser germen de terrorismo, pero eso no quiere decir que el terrorismo sea justo. Hemos de labrar tiempos nuevos, aunque volver a mirar cara a cara a todas las víctimas haga insoportable la espera. Solo las víctimas saben escribir la palabra paz con lágrimas y llagas, con cicatrices, y con mirada hacia el horizonte. A veces sigue el dolor, y el odio, en sus pupilas y en su corazón, incluso algunas pueden hacer propuestas que quizá algunas personas no compartamos ¿Quién puede juzgar? ¿Qué haríamos en su caso? Y hay también quien muestra una grandeza humana tal que dignifica. Y es que es preciso abordar la nueva situación desde actitudes humanas, desde una ética humanista, porque estamos obligados a entendernos, a revitalizar un pueblo desde la vida, y no desde la muerte.

Quien riega con sangre el árbol de Gernika lo anega y no por una necesidad estratégica de supervivencia sino porque una idea política que pierde el norte magn-ético de la conciencia no ofrece garantías de sembrar una nueva paz duradera. Ha sido algo más que un símbolo: quince minutos, recoger la pancarta, y silencio. Palomas, globos y lazos. Imperativo ético. Si no estamos en paz con nosotros mismos no podemos acompañar a otras personas en el camino de la paz.