EN las últimas semanas me han invitado a dos diferentes encuentros. El primero fue un diálogo abierto con veinte personas que se definen como G-30, grupo de jóvenes de alrededor de los treinta años que ha creado el Club de Roma. Antes de iniciar los cambios de impresiones, les pasé un cuarto de folio en blanco para que contestaran, en unos minutos y en no más de dos líneas, a la siguiente pregunta: "¿Qué tipo de Sociedad quieres?".

El segundo ha sido con un grupo de cuarenta jóvenes, en su último curso de licenciatura, que estaban participando del programa Talentia, promocionado por la Diputación Foral de Bizkaia con las tres universidades del País Vasco. Igualmente, antes de comenzar mi exposición de Ideas para el Desarrollo de una Sociedad necesitada, les pasé un cuarto de folio para que plasmaran su sentir ante la misma pregunta.

En las respuestas no sé qué valor estadístico tienen -novecientos y por teléfono suele ser suficiente para tendencias al nivel de la Comunidad Autónoma Vasca- predominan palabras como: justa, personas, libre, solidaria, oportunidades, sostenible...

En esas sus frases y en los comentarios que compartimos se perciben síntomas muy parecidos que, en general, encierran un: "no estamos de acuerdo con lo que está sucediendo", "no hacemos mucho para cambiar, no sabemos bien cómo", "no nos han despertado el lado crítico", "sí queremos otra sociedad"...

Expresan claramente, con frases como estas, lo que quieren: "Una sociedad justa con igualdad de oportunidades para todas las personas. Una sociedad que actúe para cambiar la que existe. Una sociedad que permita que se desarrollen al máximo las personas que la integran. Una sociedad rural, con oportunidades para todos. Una sociedad crítica y libre, de personas íntegras y con criterio, capaces de pensar por sí mismas. Una sociedad en la que la gente se preocupe más de las personas que del dinero o las propiedades. Una sociedad solidaria tanto con las personas como con el medio ambiente. Una sociedad justa e igualitaria en la que las buenas ideas tengan la promoción y el desarrollo adecuados. Una sociedad que respete los derechos y las libertades de todas las personas, donde todas tengamos la oportunidad de cumplir nuestros sueños. Una sociedad donde una vida digna sea básica y esencial".

Puedo acabar copiando las sesenta respuestas, pero el común denominador es el mismo: no más de lo que ahora nos rodea.

Estoy convencido de que esta misma pregunta en marzo de 2008 hubiera tenido respuestas de matices claramente diferentes. Podemos considerarlo como normal, ya que todo estaba tapado por el ritmo frenético de una sociedad dirigida, en su gran mayoría, por depredadores que no solo no supieron decir "basta", sino que además fueron contagiando al resto. Insaciables y con el todo vale, al llegar a reventarla solo les queda, con descaro, el "tú más que yo" que hace que los jóvenes y casi todos los demás ciudadanos nos sintamos hartos y avergonzados.

Ante mi crítica de que nada están haciendo, de momento, para que esto cambie, los jóvenes indican que viven en sus círculos: Uni, amigos, barrio... y que no saben por dónde salir. Resulta que ellos se han limitado a asumir las enseñanzas y los hechos de sus mayores, profesores, padres y los que marcan tendencia, y a responder como tales para recibir la mejor nota o la mejor aceptación.

En su paso por la Universidad, a estos cuarenta que ahora terminan no les han dicho que tienen que ser soñadores y críticos, que tienen que estar inquietos ante los acontecimientos que les rodean cada día y que están conformando la sociedad, que algún día les tocará llevar sus riendas, que tienen que mostrar su inconformidad ante los abusos de poder, las desigualdades sociales, el atropello a la naturaleza, la locura que supone el ir continuamente de un sitio para otro, consumiendo y consumiendo para cada vez lograr más y más crecimiento y menos y menos desarrollo humano.

Recuerdo que, a menudo, en encuentros de este tipo hace seis y más años, siempre les comentaba que no me daban ninguna envidia, que no me apetecía tener su edad y vivir la sociedad placentera y planificada, la que ellos representan, que estaban consumiendo, que no les cambiaba mis experiencias, mi vida salvaje en el caserío hasta los diecisiete años, donde el 90% de lo que comíamos procedía del mismo, mi vida de estudiante, sin nada en los bolsillos y estudiando en una mesa contra una pared que tuve que construirme por mi cuenta, donde lo simple se convertía en importante, donde tener oportunidades de ver y aprender cosas diferentes era todo un lujo y una necesidad y, por tanto, un éxito el lograrlo.

Sin embargo, en este momento sí me dan envidia; claro que pueden tener dificultades de encontrar un trabajo, a corto, que satisfaga sus necesidades, pero debido a la sociedad con la que se topan, y para lograr la que indican quieren: justa, solidaria, libre, igualitaria y sostenible para todas las personas, tienen todo por hacer y, por tanto, me encantaría tener esos veintipocos años para participar de la revolución, el cambio del que imperativamente les va a tocar no solo tomar parte sino sobre todo lograr.

Debemos ser conscientes de que son necesarias dos o tres décadas para un verdadero cambio de cultura de vida, olvidar el crecimiento que beneficia a unos pocos y hablar de desarrollo que nos afecta a todos, pasar del yo al nosotros y por fin al todos, pensar que tenemos un entorno que no es para destruirlo, sino para disfrutar de él.

Sinceramente apasionante. Aurrera!!