ESTE martes, 12 de marzo, se cumplen 57 años de la desaparición de un alavés, Jesús de Galíndez, en el metro de Nueva York. Veinte años antes, otro alavés, José Luis de la Lombana, era enviado a un Congreso por la Paz en Nueva York. Dirigía el diario Euzkadi en Barcelona y era un joven echao p'alante. Pocos saben hoy de su existencia, como de tantos y tantos desaparecidos en la niebla de la historia. Y, sin embargo, existió, soltó su discurso, visitó universidades norteamericanas explicando la lucha de los vascos y se exilió y falleció en Colombia.
Josu Erkoreka y yo encontramos el informe que hizo de aquel viaje para el EBB y para Irujo y nos pareció interesantísimo. Lo ambientamos, lo contextualizamos y quisimos que nos lo publicaran. No hubo suerte. Gracias a Xabier Irujo, profesor de historia en la Universidad de Nevada, nos lo van a editar el mes que viene ¡en inglés! Xabier de Irujo Amezaga, (hijo de gato caza ratones), acaba de presentar un libro con datos inéditos sobre el bombardeo de Gernika, El Gernika de Richtofen, y sobre la diáspora vasca. Y es una lucecita que tenemos en Nevada, siempre barriendo para casa iniciativas interesantes y buenas. Y este trabajo de Lombana lo es.
La relación de los Estados Unidos con la Guerra Civil española es una historia mil veces contada, pero casi siempre girando en torno a la Brigada Internacional Lincoln, a la actitud de algunos intelectuales y artistas famosos como Ernest Hemingway, Lilian Hellman o Philip Guston o a las dudas del gobierno y el legislativo del país para ayudar a unos u otros.
No obstante, hay otras historias, más localizadas, más cercanas y vivas. Muchas de ellas tuvieron lugar en Nueva York, donde se daban todo tipo de contradicciones que iban desde las acciones de minorías étnico-nacionales como hispanos, alemanes, judíos, negros, italianos o chinos hasta los conflictos que a veces se proyectaban en la calle protagonizados por diferentes confesiones, siendo la católica absolutamente favorable a los rebeldes franquistas y de apoyo a la República española por parte de los protestantes.
La ciudad de los rascacielos, en los años 30 del pasado siglo, se encontraba en una situación no demasiado halagüeña. El crack bursátil del 29 había provocado no solo suicidios entre inversores arruinados, sino también un paro del 25% que, lógicamente, creó terribles tensiones sociales que afectaban especialmente a determinadas minorías.
En este ambiente llegaron noticias de Europa ante las que había que tomar partido. Primero el fascismo y luego el nazismo, que se enseñorearon de Italia y Alemania, mientras en Japón la revolución Meijí ya había dado sus frutos y el expansionismo nipón se encontraba en plena marcha.
El estallido de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936 en España sirvió como catalizador de todas esas energías y los partidarios de una u otra concepción del mundo radicalizaron aún más sus posturas.
En la prensa, los partidarios de ayudar a la República española estaban en minoría, más aún cuando la propaganda fascista y católica dejó entender que España corría riesgo de convertirse en un satélite soviético. Por otro lado, los periodistas que cubrieron la guerra adoptaron a veces unas políticas oficialistas que para algunos restaban credibilidad a sus reportajes, como en el caso del gran Herbert Matthews, del New York Times.
En todo caso, los sucesos de España provocaron una actividad, si no frenética sí bastante intensa en la península de Manhattan. Los mítines de solidaridad y las manifestaciones contra el embargo impuesto a España se sucedían y, aunque en menor medida, también los que acusaban a la República de anticristiana y totalitaria, siendo la mayor parte de ellas dirigidas por párrocos y agitadores como Charles Coughlin. Y posiblemente la aportación más importante de la ciudad de Nueva York llegó a España en forma de ambulancias y material médico, acompañado en muchas ocasiones por profesionales sanitarios.
En los ratos libres de la acción parlamentaria y mientras buscábamos Erkoreka y yo en archivos diversos datos para hacer un trabajo sobre el diputado Manuel de Irujo en su acción parlamentaria en el Congreso en tiempos de la República, descubrimos el informe inédito de José Luis de la Lombana, un joven del PNV a quien habían encargado acudir al II Congreso Internacional de Jóvenes por la Paz, en la ciudad de Nueva York en 1938.
Del hecho no teníamos la menor noticia. Posteriormente, aquel desconocido Lombana se exilió en Bogotá. De su intervención y de los primeros pasos de los vascos en Nueva York tratando de acceder a los círculos católicos teníamos solo vagas referencias. Y como el asunto nos pareció de interés, comenzamos a investigar en su vida y a tratar de enmarcar en su contexto unos hechos que ocurrieron hace ahora setenta y seis años.
Como valor histórico el trabajo tiene, a nuestro juicio, los siguientes aportes: Añade al conocimiento de lo ocurrido aquellos años lo que se hizo en los Estados Unidos en relación con el catolicismo y la Guerra Civil española. Da a conocer las relaciones existentes en Nueva York en 1938 entre los republicanos y los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos. Ofrece información sobre las difíciles relaciones entre aquellos que han de recaudar fondos para causas perdidas. Expone las relaciones entre el catolicismo francés y los católicos vascos y la estrategia del PNV para asentar una presencia en Estados Unidos, sustentada en este sector de la sociedad norteamericana. Y saca a la luz el viaje de aquel joven intrépido Lombana que, sin saber una palabra de inglés, tuvo la osadía de viajar a Nueva York en plena guerra y con un discurso muy nacionalista trabajar con los republicanos españoles; así como el posterior y complicado viaje que hizo por distintas universidades y centros de estudio de aquel inmenso país cargado de ilusión, certezas y una buena dosis de ingenuidad. Y todo ello en el año 1938.
En resumen, el trabajo quiere ser una aportación a la hora de describir un contexto histórico sobre lo que ocurría en los Estados Unidos, en Europa y en la España republicana en guerra, dar a conocer quién fue José Luis de la Lombana, estudiar la política de no intervención del Gobierno Roosevelt, analizar el clima de confusión en el que vivía el catolicismo norteamericano, describir los primeros pasos de la Delegación del Gobierno vasco en Nueva York, tres años antes de la llegada del lehendakari Aguirre escapando de la guerra mundial y enumerar las instancias republicanas y vascas que funcionaban en aquellos años, para terminar con el Informe Lombana, que habla por sí mismo.
Es, pues, el estudio de una época absolutamente desconocida de la que empezó a hablarse gracias a la edición por parte del Gobierno vasco del libro The Basques Archives. (Vascos en Estados Unidos 1938-1943), y el de Koldo San Sebastián con las notas de las visitas de Manu Sota.
Hemos de agradecer a la hija de José Luis de la Lombana, Miren, que vive en Bogotá, las referencias que nos ha suministrado de su padre para confeccionar su biografía así como los documentos de los archivos del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Reno, y otros con aportes inéditos, hoy desconocidos, del trabajo de Lombana en Barcelona y del informe Barandiarán tras la caída de Gasteiz en 1936.
Patrick Sota, sobrino de Manu, suministró en su día invalorable correspondencia sobre este período, entre la que es preciso destacar la carta escrita por el lehendakari Aguirre al embajador republicano Fernando de los Ríos así como la carta que el delegado, Antón Irala, escribió al secretario Pedro de Basaldua sobre el Informe Lombana y la necesidad de que lo conociera el lehendakari. Posiblemente lo leyó, pues el que obra en nuestro poder llevaba una carta dirigida al lehendakari Aguirre. En definitiva, gracias a Xabier Irujo que nos ha abierto este surco, deseamos se conozca cómo en 1938 un joven nacionalista vasco pidió en Nueva York que todas las libertades fueran solidarias y que la paz debía asentarse en la vieja Europa.