eXISTEN muchas formas de clasificar las decisiones que tomamos a lo largo del día y, de forma acumulada, las que tomamos a lo largo de nuestra vida. En mi opinión, la más importante es la que diferencia las decisiones entre reversibles e irreversibles, siendo las segundas, claro está, las que tienen un coste más elevado.

Un ejemplo de decisiones reversibles es muy sencillo: ropa de regalo en la que no acertamos la talla. La devolvemos y nos reembolsan el dinero. Otros casos muy simples son una comida en un restaurante que no nos gusta (con no volver lo arreglamos), una tarde aburrida (cambiamos de actividad o de personas) o perdernos en un viaje con el coche (no es grave, perdemos algo de tiempo y de dinero y ya está).

Subiendo el nivel, supongamos que decidimos montar un negocio. A no ser que tengamos una situación personal crítica, no nos jugaremos todo nuestro patrimonio, y si el negocio va mal habremos perdido también tiempo, dinero, y por desgracia en nuestra cultura, un poco de reputación. En lo que es el negocio deberemos tener mucho cuidado en dos aspectos: habrá que valorar si hay demanda suficiente para cubrir nuestros costes y la posible aparición de sustitutivos. En fin, lo típico de los negocios. Aunque me gusta recordar un matiz: hay que tener cuidado con el denominado sesgo de supervivencia. Es debido a que solo se entrevistan a emprendedores de éxito, los cuales, en su mayoría, han hecho lo mismo que otros empresarios que han fracasado. Quizás tuvieron una visión única, sí, pero todo está basado en un matiz del que emana todo lo demás: las inversiones dependen de lo que hagan las personas. Y nada hay más difícil y complejo que predecir el comportamiento humano.

Sí, montar un negocio es reversible si se toman las medidas adecuadas. Relacionado con los negocios está la decisión de casarse (reversible) y la de tener hijos (irreversible). Por favor, no me malinterpreten: no hay nada como tener hijos. Faltaría más. Pero existen personas que no se atreven a tener más hijos debido a los posibles costes de ruptura con su pareja. Curiosamente, en nuestra cultura esta apreciación es de los hombres. En las culturas asiáticas, más machistas, de las mujeres (en algunos casos todavía deben hacer todas las tareas en casa; incluso en Japón llegan a dormir con los hijos para que el marido esté más descansado para trabajar. Sí, en algunos lugares los niños todavía vienen de París). En el fondo es una cuestión de incentivos para hombres y mujeres.

Un caso delicado es el de las adicciones. Siempre se puede salir con la terapia adecuada, pero dejan secuelas a medio y largo plazo: el riesgo de una posterior recaída, una salud deteriorada y una relación familiar y social afectada.

Esto enseña que es bueno tomar decisiones que permitan vuelta atrás y en caso contrario, ser conscientes de las mismas. Eso sí, esto se contrarresta con otra tendencia muy humana: dejarnos muchas puertas abiertas. Mantenemos ropa que posiblemente no vamos a volver a usar, no queremos perder amistades por mal parecer, aunque sean amistades tóxicas, o guardar trastos inútiles en el trastero por si acaso (su destino natural, por supuesto, es el contenedor de basura).

Entre las decisiones irreversibles, hay una muy peligrosa ya que es una apuesta de un nivel muy elevado: diferenciarnos del grupo al que pertenecemos con una propuesta a contracorriente. Si nos sale bien, seremos héroes. Si nos sale mal, seremos unos apestados. Y de la misma forma que una inversión depende de lo que hagan los demás, esta decisión depende de lo que hagan nuestros compañeros de grupo.

Veamos ejemplos: el primer preso de ETA que renuncie a la violencia puede ser un héroe, si los demás le siguen, o un apestado, si no lo hacen. Si una empresa tiene prácticas delictivas, el primer empleado que lo diga puede ser un héroe, si sus compañeros se animan a seguirle, o un apestado que termina entrampado jurídicamente. Si varias empresas petroleras pactan precios para tener la gasolina por las nubes y una denuncia a las demás, puede ser un héroe (en este caso lo tiene más fácil ya que la comisión de competencia de la Unión Europea premia a la chivata sin multarla) o una apestada en el negocio si no consigue demostrar su denuncia. Si suponemos que el cobro de sobresueldos del PP es cierto (que no lo sé) un diputado tendría la duda razonable de decir que cobró y ofrecerse para colaborar con la justicia. Puede ser un héroe o un apestado según reaccionen los demás compañeros de partido, y en este caso, según reaccionen los tribunales de justicia.

En conclusión, cuando tomemos decisiones un poco más arriesgadas, valoremos si son reversibles o irreversibles, y en el segundo caso, valoremos qué tipo de costes podemos tener (salud, pertenencia a un grupo en el que nos sentimos muy identificados o ambos). Así podremos realizar un estudio coste beneficio que nos llevará a aumentar la probabilidad de que nuestra decisión sea la más adecuada.