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Torear a los vientos

EL Ministerio de Cultura, de Interior, las consejerías del mismo ramo, el lobby de los criadores de toros de lidia, el PP, el PSOE y la madre que los parió, presidentes de plazas de toros más vanidosos que solventes, veterinarios incapaces, empresarios sin afición sospechosos de trapicheos, figurones y fachosos, críticos torpes y empalagosos al servicio del poder y del dinero y límpios de toda cultura, han convertido las funciones de toros en la finca del Tío Picardías. Y esta fiesta que nació inmemorial, popular, culta y también euskerika, hoy está sumida en la miseria. Hay muchos personajes en este mundillo que no acertarían a alternar en sociedad si se les desnudase de ese afán figurinista, aunque les cueste pensar y actuar racionalmente, accionar o moverse como hombres y, sobre todo, necesitan un poco más de sal en la mollera porque no van mas allá de ridículas connivencias tales como poner y aplaudir a un señor vestido de torero que porta por muleta una senyera o una ikurriña en un acto pleno de payasada reivindicativa que se dio, el otro día, en el ruedo de la plaza de toros de Donostia. Lo que sí se enmascaró fue el curso de mediocridad supina propio del toreo moderno pegapasista e insustancial y todo lo que debía de ser no fue; ni la muleta tenía que haber sido la bandera de Euskadi ni el torero un payaso toreador de vientos sin cabeza, sin cintura, sin muñeca, sin ajuste, sin torería ante un toro bravo, noble y poderoso (rara avis) porque por lo visto el toro bravo ya no existe y si existiera nadie podría con él.

Menuda fiesta se montó en los desnudos tendidos de Illunbe. Ni la autoridad ni los estamentos implicados fueron inocentes ni espectadores insensibles, catetos y populistas que aplaudieron a rabiar y muy efusivamente, mientras que una parte minoritaria del mismo desaprobó tamaña vulgaridad. Muchas gentes están necesitadas en este mundo del toro y el toreo de conocerlo desde infinitos ángulos como el que ha expuesto un joven cineasta bilbaino a través de un precioso documental que arrancó en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y está dando la vuelta al mundo... Se titula Morarte : Historia de un encuentro. Se le pone palabra al torero y también al toro con el aserto inicial: "Si algo tienen de común el amor y el arte es que en ninguno de ellos cabe la voluntad" y "se torea como se es", decía Belmonte o "el toreo es un fiel reflejo de la vida", afirmaba Pepe Bergamín; pero desgraciadamente, en España en un alto porcentaje, la fiesta está dirigida por analfabetos y dejada de la mano de Dios.

Nadie de la familia de taurinos de Donostia ha evitado que el escándalo se haya multiplicado hasta el infinito y no es Bildu quien quiere dar la puntilla a los toros porque el toro ya venía atronado desde tiempos atrás y, sin embargo, los taurinos se asombran sin pensar que antes han sido capaces de burlarse por las claras, por su cara bonita del público aficionado sin contar nada escatológico en su imaginación. También en otras plazas del Estado la fiesta de los toros se tambalea pero en Francia no, así que los celtíberos hispanos debían de mirarse en el espejo de los galos, intolerables con el toro blandorro, el que embiste sin molestar, el que mete la cabeza por donde los coletudos quieran que la metan y que sigan dócilmente el juego, ni que se tengan que reconocer dos docenas de animales para seleccionar seis. En Francia se respeta la presencia con la integridad del toro y velan por ello organizaciones populares agrupadas en la Asotiatión des Cités Taurines.

Aquí, los taurinos profesionales se pasan la mano por el lomo. Les priva el triunfalismo y las apariencias y pretenden que, según ellos, corridas hermosas y trascendentes a juicio de la mayoría sean una pantomima. Ya aún existen facciones de los que intentan amordazar para que sea imposible la transparencia además de cobardes que solo tienen por ley el insulto o la amenaza.

Este no es un comentario amable de los adorados por el circuito taurino moderno. Este es el comentario de un hombre libre que además dice que la fiesta de los toros no es una fiesta franquista ni burguesa ni españolista, que los toros entraron por el norte por lo cual el pastor vasco tuvo que defenderse del mismo con sus mejores armas: sus piernas. Por eso, el toreo atlético, de recortes, es auténticamente euskaldun y existen una serie de hechos que obligan al reconocimiento de la tauromaquia euskadiana. Los hechos están en la historia y se puede afirmar que los vasco-navarros fueron los creadores del toreo a pie.