ALARMA, alarma, que llega el rescate! ¿Acabaremos como otros países? ¿Habrá recortes más fuertes? Como ha ocurrido en otros países, ¿despedirán funcionarios estos tíos de la troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Unión Europea)? ¿Qué ocurrirá?
Vamos a dejar contestar estas preguntas a los expertos para intentar comprender un pequeño misterio: ¿Cómo funciona el negocio bancario? ¿Cómo pueden ganar tanto dinero? ¿Cómo puede haber tantos bancos quebrados?
Las políticas económicas pueden ser fiscales (llevadas por los gobiernos) o monetarias (llevadas por los bancos). Desde que España ha entrado en la Unión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) es el encargado de llevar la política monetaria. La verdad es que se ha criticado mucho el desajuste existente entre una política monetaria común y una política fiscal propia de cada país, pero eso es una cuestión distinta de la que nos ocupa ahora.
La política monetaria consiste principalmente en fijar los tipos de interés de referencia y el coeficiente de caja (proporción de los ingresos que los bancos tienen obligación de dejar en sus depósitos; luego volveré al mismo), en introducir dinero en el sistema y en las facilidades permanentes (intercambio de activos con los bancos).
Muchas personas piensan que si introducimos dinero en el sistema doblando el sueldo a cada uno todos gastamos más y así se genera riqueza, pero lo que ocurriría es que subirían los precios en la misma o en mayor proporción (inflación). Si recordamos el caso del secuestro del atunero del Alakrana, cuando el Gobierno pagó el rescate, la zona a la que llegó el dinero no se hizo más rica; simplemente subió el precio de las drogas, del alcohol y de las prostitutas.
La clave del negocio bancario es prestar el dinero que ha prestado el BCE a un tipo de interés mayor, así se gana la diferencia. La verdad, no me parece un negocio muy meritorio, aunque los banqueros no estén de acuerdo conmigo (Lloyd Blankfein, CEO de Goldman Sachs, piensa que "hacemos el trabajo de Dios"). Pero es que la cosa no se queda aquí. Hay formas de crear negocio un poco más complejas:
Primero; el coeficiente de caja. Supongamos que fuese del 10 %. Si una persona hace un ingreso de 1.000 euros en el banco, por ley se guardan 100 euros y se reinvierten los otros 900. Si se ingresan en el otro banco, se guarda un 10 % (90 euros) y se reinvierten 810. Repitiendo el proceso, tenemos: 1.000 + 900 + 810 + 729 +….= 10.000 euros, con lo cual ¡se han generado 9.000 euros de la nada! Ante el temor a un recalentamiento económico, China ha subido el coeficiente de caja varias veces.
Segundo, la contabilidad. Si un banco presta 150.000 euros para comprar un piso, a nivel contable sale dinero a cambio de un préstamo, lo cual no es ni ingreso ni gasto. Supongamos que un cliente paga 12 mensualidades de 600 euros (total, 7.200 euros). Como sabe el lector familiarizado con las hipotecas, al comienzo la mayor parte del dinero son intereses (por ejemplo, 6.000 euros). Balance contable, ganancia de los intereses (6.000); balance monetario, se han ido de la caja 150.000 (préstamo) menos 7.200 (cobros), 142.800 euros fuera. ¿Es eso sostenible?
Tercero, la valoración de los activos. En España un piso se valora a precio de compra. Como los precios han bajado (al parecer no tanto como deberían) los activos de los bancos en forma de pisos ¡están sobrevalorados! Por ello algunos de los bancos que se han fusionado estaban en quiebra técnica.
Cuarto, la naturaleza del banco. Debido a la burbuja generada en la crisis del 29, Estados Unidos decidió separar los bancos en comerciales (para pedir los préstamos o ingresar los depósitos habituales) y los de inversión (para invertir en acciones o derivados financieros) mediante la Ley Glass Steagall. Su derogación (1999) hizo que se traspasasen ahorros de un lado a otro con efectos perversos para el sistema (conflictos de interés). La intuición aconseja bancos comerciales públicos con criterios no políticos y bancos de inversión privados. Pero eso es tan solo una opinión personal.
Quinto, la introducción de intereses políticos en las cajas originó decisiones que posiblemente no eran las mejores para el bien común.
Ahora, si el lector mezcla todo este cóctel de inversión, es posible que le quede la misma duda que tengo yo: ¿Dónde demonios está el dinero?