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¿Qué Europa y en qué mundo?

DURANTE las últimas décadas pensábamos que habíamos creado una Europa democrática, crisol de libertades y derechos que nos convencían, que éramos una moderna e inclusiva civilización occidental basada en estados de bienestar en donde no volverían a cometerse los trágicos errores del pasado que desembocaron en una conflagración a escala mundial. Sin embargo, estamos ante un momento convulso y observamos, por un lado, que los resultados electorales obtenidos en países como Grecia, Holanda o Austria, por mencionar algún ejemplo, han hecho resurgir a una creciente extrema derecha, xenófoba, nacionalista y radical en el espectro político europeo. Por otro lado, escuchamos en las noticias que el pasado 7 de junio la UE ha aprobado la reforma del Tratado Schengen (1985), uno de los pasos más importantes que se hayan dado en la historia de la construcción de la Unión Europea, basada en medidas de cooperación y coordinación en materia de seguridad. Según la nueva modalidad, los países podrán llevar a cabo controles en las fronteras o cerrarlas completamente ante situaciones como una afluencia masiva de inmigrantes, incluso si esta no supone riesgos para la seguridad pública.

¿Por qué nos está sucediendo esto? Porque cuando una sociedad se ve hundida en la crisis cunde el pánico entre sus ciudadanos más débiles, los más desprotegidos, los que se sitúan más próximos a la tragedia del paro, de la exclusión social y de la competencia salarial de menor nivel. En algunos casos, los partidos políticos democráticos aún mayoritarios se coaligan con los radicales extremos o, al menos, están dispuestos a adoptar sus políticas xenófobas, sus recortes de derechos y sus limitaciones hasta grado máximo de las libertades del individuo con tal de ganar votos. Se produce un sentimiento de amenaza, de pérdida de acceso a puestos de trabajo, de pérdida de derechos, costumbres, tradiciones o modos de vida, transmitidos de generación en generación y que son núcleo generador de su sentido nacional de pertenencia. Las investigaciones realizadas por los sociólogos muestran que la mayor parte de los votantes de agrupaciones radicales proceden de zonas rurales y de ámbitos industrializados en proceso de reconversión especialmente degradados.

Los individuos llegan a entregar con facilidad su libertad a cambio de una más decidida intervención de los poderes públicos, que les ofrezca protección y seguridad, aunque para ello se vean anulados derechos civiles. Incluso se refuerzan los rasgos identitarios, poniéndolos como muro de contención contra el ataque y la agresión del diferente, del extraño, del allien.

La actual Europa no debe dejar de unir la defensa de los más necesitados y la protección de los derechos sociales básicos -sanidad, educación, igualdad de todos ante la ley....- con el fortalecimiento de los derechos individuales y el mantenimiento de los niveles más elevados de libertad, en un sistema equilibrado de defensa y protección de intereses distintos y muchas veces contradictorios.

Para ello, todos los integrantes de la Unión Europea debemos trabajar para funcionar como un todo integrado y unido, hacia un fin social de alta calidad y con una visión común. Tenemos que cumplir la condición que Pierre Vimont, secretario general del Servicio Europeo para la Acción Exterior, propuso en su intervención ¿Qué Europa y en qué mundo? ¿Qué debemos hacer para que Europa recupere la energía, el entusiasmo y la esperanza?, en el coloquio de la Fundación Robert Schuman: "En primer lugar, se necesita definir una cierta visión estratégica para la Unión Europea. Deberíamos tratar de tener un plan de acción realista, concreto y fácilmente comprensible para los próximos cinco o seis años. Ese plan debiera contener prioridades bien identificadas y consensuadas sin olvidar esa noble aspiración de estar basada en estados de bienestar, pero para todos.

Solo Europa dispone de innumerables medios de acción para lograr esos fines. Simplemente, esos medios no serán eficaces si no están sólidamente coordinados. Solo si se persigue esa coherencia la Unión Europea puede reencontrar su razón de ser y encontrar su sitio en la escena internacional".