FRANZ Borkenau (1900-1957) era un vienés que a los 21 años se afilió al Partido Comunista Alemán y fue agente del Komintern hasta 1929. Sin apartarse de su visión revolucionaria, abandonó ambos desengañado con el régimen soviético. Más tarde (1940) escribió la obra El enemigo totalitario en la que identificó al nazismo y al bolchevismo como dos regímenes que, a pesar de iniciarse desde polos opuestos, estaban evolucionando rápida y paralelamente hacia un mismo sistema de colectivismo oligárquico. Si bien el origen del término totalitario no le pertenezca, a Borkenau sí se le debe la interpretación del totalitarismo como "fruto auténtico de la modernidad", expresión sintética del industrialismo y del autoritarismo jacobino, en una interpretación que a la postre ha obtenido un considerable eco intelectual.
Llegué a Borkenau a través de la lectura de Orwell. En Homenaje a Cataluña (1938), el autor británico dice que El reñidero español (1937) es "el mejor libro publicado hasta ahora sobre la guerra española". Desde aquellas fechas se ha editado mucha literatura sobre la guerra del 36. Además, a El reñidero se le puede achacar el breve periodo temporal al que se refiere (las dos visitas de Borkenau se produjeron entre agosto y septiembre de 1936 y entre enero y febrero de 1937; en total, apenas duraron dos meses y pico). Aunque esa valoración favorable de George Orwell fuera hoy insostenible y pese a la corta etapa de la que El reñidero da testimonio, es indudable que el libro tiene valores que van más allá del relato de sucesos. De hecho, el autor parte de la crítica a los cronistas de la guerra que se centraban "casi exclusivamente en las operaciones militares". Para George Brenan, la obra de Borkenau es "un modelo de lo que debe ser todo estudio de una revolución" y, a la vez, "uno de los mejores libros jamás publicados acerca de España".
En El reñidero español, Franz Borkenau actúa como sociólogo político. Quiere dar cuenta de las condiciones del cambio político, de las fuerzas que querían impulsarlo y de sus llamativas contradicciones sociales. En su opinión, la guerra española no era una guerra al uso. Los ejércitos que se enfrentaban eran débiles, sin material ni experiencia militar. La ganaría quien ganara la retaguardia y recabara mayor apoyo internacional, en un combate en el que el Komintern y el Fascintern confrontaban fuerzas, aunque éstas "fuesen de tercera y en pequeña cantidad".
Al margen del diario de los viajes, tan interesantes son los antecedentes históricos como las conclusiones, a través de los cuales el autor muestra su agudeza sociológica. Describe, desde el siglo XVIII hasta el momento en el que narra, una España rota entre dos clases antagónicas. Una alta, decadente, corrupta, políticamente incapaz y sin capacidad de emprender o crear nada que cale en las masas. Una baja, fanática, sacrificada, espontánea y aldeana, que se rebela contra toda forma de progreso. Un país, en definitiva, "anticonstructivo en el sentido europeo de la palabra".
En este contexto, el conservadurismo, el liberalismo y el socialismo serían ideas europeas importadas, que se mueven en la superficie social que forman las clases altas y las capas superiores del estado y la administración. Por debajo, sin embargo, están las masas, con una vida de miseria, pero con una capacidad de reacción súbita si se ataca su existencia tradicional. En España, según Franz Borkenau, el éxito o la derrota políticos dependen decisivamente de la capacidad de atraerse la simpatía de esta infra-política, estas "fuerzas profundas" de la sociedad cuya representación más genuina solo la consiguen los carlistas y los anarquistas.
La Iglesia, el Estado y el ejército fracasan ante las masas. Hasta el siglo XIX, cuando decaía la administración, la Iglesia ocupaba su lugar. Pero, hacia 1930 habría perdido ya toda su autoridad real. La excepción eran los cuatro territorios vascos. Aquí, el clero mantenía una viva relación con las masas. Pero, ante la guerra, Navarra apoyó a Franco y el resto a la república. Borkenau explica así la diferencia: "En Navarra el clero, que ha continuado viviendo junto con el pueblo la vida atrasada de una comunidad primitiva y feudal, no tenía necesidad alguna de adaptarse a las condiciones modernas. En el País Vasco, actualmente el más fuerte centro industrial de España, el clero católico se mantuvo cerca de las masas desde el principio de sus luchas, en la defensa tradicional del idioma vasco y contra la centralización castellana. Desde su fundación, la iglesia vasca creó un movimiento genuino de cooperativas y sindicatos y realizó un verdadero trabajo de asistencia social. Como resultado, el clero vasco ha conservado la fidelidad de su rebaño por encima de todas las convulsiones políticas, hasta tal punto que el socialismo, el comunismo y el anarquismo nunca han logrado controlar firmemente el centro de la industria metalúrgica española, Bilbao. Es una clara indicación de los que el catolicismo español hubiese podido ser de mantenerse a la altura de su tarea, o aun al nivel de los más simples deberes del oficio pastoral".
En el campo republicano, fuera de la excepción vasca, el primer periodo de la guerra civil española se desarrolló como la resistencia espontánea de las masas contra dos cosas: primera, ante el clero y el ejército; segunda, ante la introducción de la guerra moderna. De ahí que la república funcionara de inicio como un doble poder. Por una parte, los gobiernos de Madrid y Barcelona que, sin socialistas ni anarquistas, estaban carentes de poder real. Por otra, los comités revolucionarios que obtuvieron éxito luchando calle a calle, pueblo a pueblo, pero se estancaron en campo abierto.
A partir de noviembre del 36, sin embargo, parecía claro que la república caería si no conseguía ayuda extranjera. La izquierda española habría mostrado que era capaz de luchar, pero era incompetente para organizar una lucha eficaz. Pese a esto, el pronóstico de Borkenau fue que Franco no ganaría por la calidad y el valor de sus fuerzas, sino por los efectivos y recursos militares con los que Alemania e Italia -"los más fuertes poderes militares del mundo"- abastecían a los insurrectos.
En el presente 2012 se cumple el 75 aniversario del segundo año de la guerra del 36. 1937 es el año decisivo en Euskadi, tanto en lo referente a la efervescencia política como a las operaciones militares que se viven en su territorio. Hay buenas e importantes razones históricas, por lo tanto, para que 2012 sea una buena oportunidad para afianzar la memoria democrática vasca. Hay que recordar la intensa actividad político-institucional realizada por el gobierno, la resistencia de las fuerzas vascas por tierra y por mar y el sufrimiento de la población civil ante el bombardeo de nuestras ciudades (Durango y Gernika).
No es posible, sin embargo, conformar completamente el cuadro de la memoria democrática sin reconocer que, "aun al nivel de los más simples deberes del oficio pastoral", aquella Iglesia vasca (a la que tantas cosas se reprochan) participó de una inmensa tarea social. En El reñidero español hay más referencias a los vascos y todas ellas sirven para subrayar la singularidad de su posición, su carácter de oasis europeo en una península refractaria al progreso. Y todas ellas son muy buenas razones para releer hoy a Franz Borkenau.