HACE unas semanas se reunieron dos polos opuestos de la política vasca: Antonio Basagoiti y Peio Urizar, o lo que es lo mismo, un partido no nacionalista con otro que sí lo es. Tras dicha reunión se llegó a reconocer que en la actualidad existe un conflicto político entendiéndose como algo entre diferentes identidades siempre y cuando no fuera ETA la causante de los daños. Basagoiti dejó claro que no esconde ninguna intención de su partido de acercar posturas con la izquierda abertzale señalando a la misma vez que no hay una guerra entre dos bandos ni víctimas de dos lados. Urizar puntualizó que el propio Basagoiti reconocía la raíz política del conflicto y trasladaba al presidente español, Mariano Rajoy, que contemple la posibilidad de beneficios penitenciarios a los presos de ETA.
En no pocos casos, las motivaciones que originan los conflictos creen enfrentar una "divergencia objetiva" de intereses cuando en realidad se pueden dar "posiciones incompatibles". Una de las mayores lecciones que podemos adquirir del proceso de paz llevado a cabo en Irlanda del Norte, por ejemplo, ha sido que las partes han llegado a un consenso alrededor de lo que los divide, pudiendo establecer una forma de conducta política no violenta. El antropólogo Clifford Geertz dice "no se trata de lograr consensos, sino más bien de encontrar un camino viable para poder vivir sin ellos".
Como diría uno de los investigadores más importantes e influyentes sobre la paz en el mundo, Johan Galtung: la paz debe ser más que la mera ausencia de un conflicto violento. En el momento del cese al fuego, el trabajo para construir la paz no está sino a punto de comenzar, para lograr así una paz que dure más allá del alto al fuego. Si consiguiéramos impulsar una política unificada en Euskadi, podríamos seguir involucrados en una Paz Positiva. La paz no es una mera utopía, es un proceso. No supone un rechazo del conflicto, al contrario, los conflictos hay que aprender a afrontarlos y a resolverlos de forma pacífica y justa. Una educación para la paz.