DE vez en cuando, me acerco a la nueva Alhóndiga. Me interesa ver qué gente frecuenta el nuevo espacio. Siempre hay algo diferente. Mientras un equipo de televisión está grabando algo, tres orientales se fijan en las columnas y un jubilado pasea. Un grupito está sentado en los bancos luminosos. Se distingue a gente que lee en la mediateca, mientras que, en la cafetería, un grupo de mujeres jóvenes conversan animadamente. Se anuncia la proyección de Las uvas de la ira, de mi adorado John Ford. En la tienda compro un volumen de y sobre Walter Benjamin, en cuya edición participó la propia Alhóndiga.
¡Bilbao treinta años atrás! Con el breve periodo republicano, la derecha había dejado a la ciudad hecha unos zorros. El Bilbao de 1979 era como el museo de los horrores. El alumbrado público era más que deficiente. Las calzadas eran un catálogo de baches. Se construía de cualquier manera. La Universidad no acababa de asentarse y la cultura oficial no pasaba de cuatro fastos. Es cierto que, en la ciudad, bullían otro tipo de inquietudes diversas y complementarias (me acuerdo muchas veces de Ángel Ortiz-Alfau).
En 1979 había que comenzar a (re)construir Bilbao. Jon Castañares, como buen bancario, amén de reordenar las cuentas, dedicó mucho dinero y esfuerzo a reparar las pequeñas cosas que carcomían la ciudad. José Luis Robles tuvo que afrontar las inundaciones de 1983. José María Gorordo y Josu Ortuondo sentaron las bases del futuro, bases que, con gran maestría, está reforzando Iñaki Azkuna desde la prudencia y el sentido común.
Bilbao de la segunda década del siglo XXI es sede de dos grandes universidades. La actividad cultural es desbordante. Tiene dos museos fantásticos, amén de otros menores y no por ello menos interesantes. A ello hay que sumar los tres grandes teatros en actividad. Este Bilbao ya atrae a un millón de visitantes al año.
Este Bilbao del siglo XXI es, fundamentalmente, producto del liderazgo del PNV. Desde una filosofía de hacer entre todos y no contra nadie. Esto lo explica muy bien Ibon Areso. Así que cuando se quiere debilitar ese liderazgo, Bilbao se convierte en objetivo y, especialmente, alguno de sus iconos. Sobre todo, el Guggenheim: "Igual en el futuro el museo puede dejar de llamarse Guggenheim", afirmó Joseba Arregi en el Parlamento Vasco. Luego, desgranó otras funciones que, según este doctor en Teología, debería cumplir el museo. A nadie se le escapa que, aparte de la fecha de la renovación del contrato (2014), desvincular Bilbao de la marca Guggenheim resultaría suicida para la ciudad, para Bizkaia y para el conjunto del País. Pero, hay que debilitar a la fuerza política que ha (re)construido una ciudad que es ejemplo en el mundo. Esa es su obsesión.
El problema es que, en tiempos de crisis, la rueda no puede detenerse. En mi atrevimiento, se me ocurrió sugerir a Iñaki Azkuna la construcción de un jardín botánico al estilo del de Cardiff, diseñado por sir Norman Foster. Me contestó enseguida: recordándome la situación del cinturón verde que ya rodea Bilbao y que se inspira en otra ciudad emblemática: Singapur. Hasta el momento, se han alcanzado las 963 hectáreas (9 millones y medio de metros cuadrados). ¿Qué decir?
El terremoto de Japón se presenta ahora como la oportunidad para demostrar la capacidad de perseverancia, de sacrificio y de innovación del pueblo japonés puesta a prueba en diferentes momentos de su historia. Hace años, visité el Jardín Japonés de San Francisco (junto al Golden Gate Park) y pensé en la relación que tenía aquel rincón (maravilloso) con ese espíritu. El día de mi paseo por la Alhóndiga recordé el jardín californiano y pensé que el espíritu del bilbaino no es muy diferente. Yo viví en primera persona la reconstrucción de Bilbao, que fue un esfuerzo colectivo. ¿Por qué no hacer un maravilloso jardín japonés en el parque Etxebarria para recordarnos cada día cómo se avanza por los caminos de la esperanza?
Me siento en uno de los bancos luminosos de la Alhóndiga para hojear el libro que me acabo de comprar. Walter Benjamin es un pensador que ha marcado, entre otros, a Joseba Zulaika, que sigue finalizando su gran obra sobre Bilbao. Me detengo en el texto sobre el ángel de Paul Klee (Angelus Novus): "Esta tempestad lo empuja hacia el futuro?".