Síguenos en redes sociales:

Ajuria Enea 2.0: ¿un poblado Potemkin?

sE ha empecinado el marketing gubernamental en hacernos ver que si últimamente estamos en vanguardia de la sociedad de la información ello se debe a los desvelos del lehendakari López y su equipo de expertos en redes sociales. El mascarón de proa de esta nueva Euskadi digital lo constituyen el portal Irekia del Gobierno vasco, diseñado para posibilitar una mayor proximidad del ciudadano a la administración, y la plataforma Open Data, que libera un ingente caudal de información atesorada por las administraciones públicas. Asimismo y de algún tiempo a esta parte hemos tenido ocasión de presenciar un renovado interés por parte del lehendakari y varios responsables de su gobierno hacia eventos relacionados con la web 2.0.

¿Existe algo de substancia en todo ello? ¿O se trata de un montaje propagandístico? La tecnología de las redes informáticas es algo complejo y tremendamente difícil de entender. ¿Y si alguien quisiera aprovecharse de la ignorancia de la gente para aturdirla y sacar a la venta una filfa bien albardada en charleta de consultoría? El propósito de este artículo consiste en decir al profano en la materia, de modo breve y comprensible, lo que se oculta tras este furor innovativo del Gobierno vasco. Créanme si les digo que para lo que realmente hay terminaríamos pronto de no ser por la necesidad de ir explicando por el camino algunos conceptos técnicos.

Vaya por delante que al fin y al cabo no es del todo mala la idea de construir estas redes y plataformas. Lo insano está en hacerlas pasar por grandes hitos en la historia de las relaciones entre el Ejecutivo vasco y sus gobernados, cuando en realidad no son más que simples iniciativas aisladas y un menos que modesto primer paso.

Ya hemos oído hablar de Irekia (irekia.euskadi.net), portal participativo del Gobierno vasco lanzado en su día con una fuerte pirotecnia mediática, que a día de hoy tiene una comunidad compuesta por unos ochenta comentaristas. Y dentro de ella, como suele ser típico del asociacionismo español, son sólo unos pocos quienes se encargan de todo el trabajo real.

Parecería que 300.000 referencias sobre Irekia en Google son algo, pero no nos dejemos confundir. Bastante más revelador de la importancia de un sitio web es el número de enlaces que conducen hasta él desde otras páginas de internet, y que el propio lector puede averiguar utilizando los operadores avanzados de Google.

En su ordenador pruebe a introducir como término de búsqueda lo siguiente: link:irekia.euskadi.net. Haga clic sobre el botón de búsqueda y espere unos segundos. ¿Tiene ya el resultado? No, no hay error, está leyendo bien: no son más que entre 80 y 90 -la cantidad exacta depende del servidor regional de Google que atiende la consulta-, número que curiosamente coincide con el de comentaristas habituales de Irekia. Utilicen el mismo operador para medir la relevancia de otros sitios web que conozcan: gobiernos autónomos, administraciones públicas, ONGs, grandes empresas, etc. Comparen con Irekia y se harán una idea del peso que tiene en el ciberespacio el Open Government del lehendakari Patxi López. Comprobarán que no es ciertamente como para tirar cohetes.

De Open Data Euskadi, el otro proyecto estrella de Ajuria Enea, con sus irrisorios 42 enlaces entrantes desde otras webs, se puede decir lo mismo. En este caso, conviene hacer algunas puntualizaciones por tratarse de algo más abstracto y especializado que Irekia. Su tarea, según la propia web de Open Data, consiste en poner informaciones del sector público vasco a disposición de empresas y particulares con el fin de propiciar la creación de nuevos servicios de valor y mejorar la interoperabilidad entre las administraciones públicas.

Karl Marx se equivocó en bastantes cosas, pero acertó al sostener que el verdadero valor no lo crean las máquinas, sino el ser humano. Lo que hace Open Data es proporcionar gran cantidad de información mecanizada en un formato que llaman XML, para que otros sistemas lo manipulen y elaboren a partir de él tablas con datos de tráfico de carretera o mapas del tiempo como los del portal meteorológico Euskalmet. Aunque pueda resultar interesante, no se percibe cómo este tipo de aplicaciones incrustadas, simples juguetes que dan vida a nuestro navegador, pueden crear puestos de trabajo o incrementar el Producto Interior Bruto. Resumiendo, Open Data se limita a proporcionar la misma información -estadísticas, avisos de licitaciones, listas de aprobados en exámenes de euskera y extractos del BOPV- que las antiguas y desencuadernadas páginas del Gobierno vasco en la era pre-López, sólo que en formatos más incómodos y difíciles de entender para el usuario normal de internet.

La discrepancia entre las pretensiones y el mundo real llega en ocasiones a extremos de absoluta deshonestidad, como solamente la conocemos en algunos de los más correosos profesionales del marketing socialista. Para empezar, Irekia, en su apartado de presentación, tiene la insolencia de decir que el proyecto ha sido realizado íntegramente con herramientas de código libre... a través de un mensaje que muestra en la pantalla del navegador utilizando una animación Adobe Flash Player, que es, como todo el mundo sabe, código propietario. Afortunadamente, incongruencias como ésta y la escasa repercusión en términos reales pasan desapercibidas en medio de todo el ruido que Ajuria Enea produce en blogs, redes sociales y jornadas como las de Vitoria de hace unos días, a las que asistió el mismo lehendakari. El verdadero talento del Gobierno vasco no reside en la innovación sino en la ingeniería electoral.

Tarde o temprano usted, lector, se verá obligado a decir en voz alta lo que piensa sobre este tema del Open Government. Le recomiendo que siga su instinto y no se deje amilanar por la facundia pseudotecnológica de todos esos gurús que pueblan los muros del Facebook o se proclaman a sí mismos en las páginas de la prensa escrita. Ni siquiera ellos (salvo dos o tres honrosas excepciones) tienen la menor idea de lo que hablan. Para terminar, y por si lo que escribo sirve para sistematizar y decir con sus propias palabras lo que usted ya sabe de manera intuitiva, le cuento: en la Era de la Información, como en cualquier otra época de la historia, la productividad de la economía depende más de los contenidos que del embalaje. No de la forma en que hayan diseñado la techumbre de la nave, sino de la existencia de un buen parque de maquinaria y operarios capacitados.

La interoperabilidad no se desarrolla con código XML, sino mediante mejoras básicas en redes y sistemas, formación e investigación, etc. Por mucho que nos empeñemos, no podremos convertir a un chimpancé en un ser humano enseñándole a vestir y manejar los cubiertos. Para ello tendríamos que modificar su cableado neuronal. Ni el mapa es el territorio ni la apariencia es la realidad. La Euskadi tecnológica que la administración López está haciendo como que pone en funcionamiento, para a su vez fingir que cumple determinados compromisos que se suponen asumidos en su día con los partidarios de eso que llaman software libre, es como los decorados que el príncipe Potemkin, ministro de Catalina la Grande, mandaba levantar para impresionar a la zarina durante sus viajes por Rusia.

Después de haber visto granjas bien cuidadas y aldeanos felices desde la ventanilla de su carroza, la zarina regresaba a su corte de San Petersburgo encantada de la vida. "¡Qué hacha, este Potemkin!", debía pensar. Pero al final no se hace país, ni se mejoran las comunicaciones, ni la infraestructura, ni la educación, ni la productividad del campo, ni el nivel de vida del campesinado. El único trabajo que se hace consiste en trasladar escenarios de un lado para otro. El Open Government del lehendakari López no es ingeniería, sino tan solo una agencia organizadora de eventos.