TRAS las guerras carlistas del siglo XIX, que produjeron una fuerte emigración a América, concretamente a Argentina y Uruguay, los vascos vuelven a recorrer el camino de la expatriación al finalizar la contienda civil de 1936-39. Arriban a los puertos americanos para iniciar una vida nueva desde las ruinas de la anterior.

Pero, tan pronto llegan, sin remendar los zapatos rotos por su andanza extenuante ni despojarse de la capa de viaje del exilio, reunidos en los salones del Laurak Bat de Buenos Aires, gestan la idea de la Gran Semana Vasca. Promovida por Vicente/Bingen Amezaga, Santiago Cunchillos, Andrés Irujo, Isaak López Mendizabal, y muchas otras personalidades, deciden comunicar a la sociedad americana quiénes eran los vascos, cómo actuaron en su guerra, por qué estaban en la lamentable condición de refugiados. En 1943, la Segunda Guerra Mundial era un flagelo y Argentina, aunque neutral, parecía decantarse por el Eje diabólico, así que para el asentamiento de semejante mensaje libertario y cultural, se elige como sede a Montevideo, patria de los indómitos charrúas que prefirieron morir antes de someterse al conquistador europeo.

Por primera vez, América iba a conocer el alma de un pueblo que, hasta entonces, había ocultado, en cierta forma, su idiosincrasia, imbuido en el desarrollo de sus tareas como peones primero y después dueños de chacras, tal cosa en el alcance de una generación, aunque algunos llegaron a cargos altos de las repúblicas: en Argentina acababa de ser presidente Ortiz Lizardi y lo era, en ese tiempo, en Uruguay, Juan José Amezaga, ambos juristas e hijos de vascos. La Gran Semana Vasca intenta romper este escollo pudoroso y se lanza a una actuación que tiene su grandeza, eligiendo para su celebración el aniversario luctuoso de sus libertades perdidas. Era un grito de resistencia que fustigaba la agonía de la derrota bélica.

Dantzaris del Laurak Bat, del Lagun Onak, del Centro Vasco Francés, cruzaron el río grande como mar, el Paraná Guazú charrúa, el río de la Plata como se le conoce desde el adelantado Solís, acompañados de personalidades y coros que llevaban ensayadas canciones vascas y los himnos nacionales de Argentina, Chile y Uruguay, mientras que los Centros Vascos de Uruguay se prepararon para la recepción y actuación. Las radios y periódicos de Montevideo, voceros de prensa libre, animan a participar en el acto. Hay conferencias radiales, Vicente/Bingen Amezaga las lleva a cabo, así como transmisiones de los coros. La Editorial Ekin de Buenos Aires, recién fundada, publica el libro del lehendakari Agirre, De Gernika a New York pasando por Berlín, edición acabada en pocas horas y, además, un Anuario Vasco y un afiche, ganado por concurso, para el festejo. En el Museo de Bellas Artes de Montevideo se exhibieron cuadros de los mejores pintores del país. En el SODRE, el gran teatro de la ciudad, se representaron obras de Jesús de Guridi. Los hoteles regentados por vascos se llenan -anunciando su gastronomía por primera vez en prensa- y las fábricas de muebles y alpargatas que reproducían los modelos del país, se lanzan a una ofensiva propagandística para hacerlos extensibles a un mercado más amplio, dado el eco de la celebración.

La culminación de los diversos actos fueron la Misa Solemne de Schubert en el SODRE, con la aportación de voz y maestría de los coros del Lagun Onak y los solistas del Teatro Colón de Buenos Aires, y la Gran Marcha del 30 de octubre, por la Avda. 18 de Julio -recuerda la fecha de su independencia-, centro neurálgico de la ciudad, hacia la estatua ecuestre de Gervasio Artigas, hacedor de libertad, en la Plaza Independencia.

Una multitud colmó la avenida y las expectativas, encabezada por el presidente uruguayo, Juan José Amezaga, los edecanes de los presidentes de Argentina y Chile, y el representante del Gobierno vasco en la Argentina, Ramón Aldasoro.

Las banderas de los países americanos, desplegadas al viento de la primavera austral, van acompañadas, por primera vez, de la ikurriña. Por primera vez un dantzari baila un aurresku ante las autoridades presentes. Vicente/Bingen Amezaga da un discurso en euskara y castellano. Para muchos fue la primera vez que escuchaban el viejo idioma natal y europeo, a través de altavoces. Por primera vez pasaban tantas cosas?

Fue una marcha memorable porque los vascos demostraron que, pese a la persecución a que estaban sometidos, se enfrentaban al futuro con esperanza. Que desde el rescate cultural, seguirían perviviendo como vascos. Que al pueblo más viejo de Europa -el único que dio cara a los militarismos de Europa, en 1936-37, de uno y otro signo-, no estaba dispuesto a rendirse. Que aunque cada uno de los expatriados debía remendar sus zapatos, plegar sus capas de viaje, reacomodar su vida familiar y económica, no iban en ningún momento, a dar un paso atrás en su manifestación libertaria, en la reivindicación de que la Libertad y la Democracia ganarían en Euskadi, costara lo que costara, pero siempre en el limpio camino de la palabra y la acción pacífica de acuerdo a una cultura que enalteció en sus Fueros, perdidos en contienda militar, la nobleza y la dignidad del ser humano.