EN una salita de unos 12 metros cuadrados, bajo un cuadro de su compañero de batalla y presidio David Alfaro Siqueiros, sobre una mesa cuadrada cubierta de un ule estampado de colores realizamos a Marcelino Camacho la que muy probablemente fuera su última entrevista. El motivo de la misma era el documental Camaradas sobre los luchadores antifascistas en el que llevamos varios años trabajando.

Digo probablemente porque no puedo certificarlo, pero ya cuando la hicimos, el verano de 2009, era muy tarde, demasiado tarde. La memoria de Marcelino ya se había desvanecido. Sin poder contener las lágrimas incluso ante un desconocido, su esposa Josefina me había dicho unos días antes por teléfono que Marcelino sufría una enfermedad cerebral cuyo nombre no me acuerdo pero que afectaba seriamente a la memoria. Quise desistir de concertar la cita para no molestarlos pero ella, tras relatarme durante un buen rato su pasado junto a su compañero, insistió en que los visitáramos.

Después de pasar la mañana entera en un humilde pequeño piso de Parla entrevistando a Domingo Malagón, "el falsificador del PCE" y "el único imprescindible del partido", nos dirigimos hacia el barrio muy obrero de Carabanchel. La entrevista con Malagón había sido algo complicada, sus valiosos recuerdos se movían como presos en un espacio temático y temporal del que no podían liberarse, por más que intentábamos indagar en otras partes de su historia, su relato se repetía como si cada vez que lo contaba fuera la primera, y el entusiasmo con que lo hacía tampoco variaba.

En Carabanchel, en otro pequeño y humilde piso, tercero creo recordar, sin ascensor, nos abría la puerta con los brazos abiertos Josefina

Ante el objetivo sentamos a Marcelino y a su compañera, su hija Yenia también nos acompañaba detrás de la cámara junto con el equipo de producción. Antes de hacer la primera pregunta ya sabía que era tarde, que habíamos llegado muy tarde, pero con la ayuda de Josefina pudimos grabar un relato desordenado pero emotivo, del pasado de esta pareja de luchadores.

Marcelino, esforzándose en recordar su pasado, repetía una y otra vez que había pasado 14 años encerrado entre campos de concentración y prisiones. Josefina relataba el día en que estando en Orán conoció a Marcelino. Utilizando los procedimientos de comunicación típicos de la militancia, recibía una carta de aquel joven que había conocido tan sólo meses atrás. Era una cita. Ella sorprendida acude con la idea de recibir instrucciones políticas, pero Marcelino le hace dos preguntas, la primera que si tiene novio y la segunda que si quiere casarse con él. Una declaración que no podía ser de otra manera. Un año después ya estaban casados.

"Soy fresador y trabajé en Perkins", dice él. La razón de vivir en Carabanchel en vez de elegir una zona más cercana al trabajo de Marcelino fue, relata Josefina, que ella sabía que iba a estar cada dos por tres en la puerta de la cárcel y desde aquí podía ir andando. No se equivocó, durante muchos años tuvo que ir a diario cargada a llevar comida a su compañero. Entre visitas, cazuelas y demás también intercambiaban comunicaciones para el partido. Josefina no olvida la ayuda económica de los compañeros de Perkins con la que pudo invertir en alimentar a Marcelino en prisión.

"Hay que batirse porque nunca nos han regalado nada, ni el trabajo, ni el pan ni la libertad. Siempre ha habido que conquistarlo", repite varias veces Marcelino "y en las conquistas naturalmente hemos tropezado con la represión", añade. "Y hay que continuar", dice ella. "Hemos luchado por la paz, la libertad y la igualdad", insiste él.

Marcelino se esfuerza en ir más allá de las pocas frases que repite una y otra vez, pero no logra traer al presente nada de lo que le preguntamos. Y yo, en aquel piso plagado de recuerdos, artículos, libros, objetos y cuadros que dan cuenta de quién está delante de mí en aquel momento, lamento viendo cómo se ha ido para siempre la memoria de uno de los más auténticos luchadores. Por delante de nuestro objetivo han pasado varios cientos de personas vinculadas de alguna manera al antifascismo, nos han contado todo tipo de historias, heroicas, emotivas, dramáticas? Marcelino no nos pudo contar nada sobre lo que buscábamos porque habíamos llegado demasiado tarde, pero aquel grato y voluntarioso encuentro con el camarada, Josefina y Yenia, en un humilde piso de Carabanchel, quedaría muy presente en el equipo que allí estuvimos..