Síguenos en redes sociales:

Por la unidad del periodismo vasco

HACE una década, ETA asesinó al pensionista, miembro del Foro de Ermua y colaborador del diario El Mundo, José Luís López de Lacalle. Conozco bien Andoain y recuerdo la imagen resultante de aquel vil acto: un paraguas sobre el suelo, un policía vigilando, la lluvia, la eterna lluvia vasca, y un puñado de periódicos acompañados de pan junto al cuerpo boca arriba.

Hoy, tras celebrarse ayer el Día Mundial de la Libertad de Prensa, estamos en ciernes de ese aniversario del 7 de mayo en el que murió de Lacalle, y es justo e importante que se nos recuerde su memoria, tal y como se nos recuerda a través de numerosos medios de comunicación e instituciones públicas o privadas. Pero, lamentablemente, el colaborador de El Mundo no es el único caso de quien muere por sus letras. Hay otros, u otro, según quien lo mire; según quien quiera ver.

Y es que, por increíble que parezca, no existe ningún estudio sobre la libertad de prensa en Euskal Herria que incluya, sin límites ni agenda política, a todas las personas que ejercían el periodismo y han sufrido agresiones físicas. Las muertes están polarizadas en términos de "tus muertos" o "mis muertos", haciendo un torticero homenaje a la libertad de expresión que muchos apelan.

Si repasamos los actos, alusiones y referencias que se dedican cada año a quienes han sufrido el mayor ataque que se pueda dar contra la libertad de prensa, es decir, el asesinato, observaremos que el redactor jefe de la sección local en La Gaceta del Norte y director de La Hoja del Lunes, José María Portell (asesinado por ETA en 1978) y el citado colaborador de El Mundo, José Luís López de Lacalle (asesinado por ETA en 2000) son las referencias constantes y prácticamente únicas.

Sin embargo, el 30 de marzo de 1985, Xabier Galdeano, corresponsal del diario Egin en Iparralde, murió de idéntica forma a la del colaborador de El Mundo. Regresaba de realizar un reportaje, presto a enviar la información a la redacción de Hernani, cuando en el momento de cruzar el umbral de su portal, carretes de película en mano, fue fatalmente tiroteado por un comando del GAL. También, al igual que José María Portell era redactor jefe de La Gaceta del Norte, Josu Muguruza lo era del diario Egin. Murió asesinado en Madrid el 20 de noviembre de 1989 a manos de un policía español.

Estos asesinatos de periodistas de Egin apenas figuran en las agendas conmemorativas de medios e instituciones, revelando que en realidad eran, en aquellos días, y lo continúan siendo hoy, condenados a sucumbir como enemigos. ¿Y por qué? Porque no escribían "lo que hay que escribir".

Fueron enterrados entonces, y año tras año, en cada homenaje a la libertad de prensa que organizaciones, medios e instituciones organizan dándoles la espalda, se les entierra en el olvido, haciendo una clara diferenciación entre periodistas amigos y periodistas enemigos. ¿Acaso no fueron ellos también víctimas del terrorismo?

Son ilustrativos los merecidos homenajes que se celebran cada año, siendo de especial relevancia los aniversarios presentes. Por ejemplo, este otoño pasado se cumplían veinte años del asesinato de Josu Muguruza. Familiares y amigos se reunían en la bilbaina plaza de Rekalde para realizar una ofrenda floral y recitar unas palabras en su memoria. La Ertzaintza rodeó con agentes todo el acto y no necesitó más de unos pocos minutos para interrumpir la oratoria arrancando de cuajo un pequeño cartel con su nombre que sus padres había colocado.

Por otro lado, esta semana, se rendirá homenaje a José Luís López de Lacalle en el donostiarra palacio de Miramar, en un entorno de lujo frente a la bahía de La Concha. Asistirá personal de las instituciones, se servirá un catering y será difundido ampliamente por los medios. En Algorta, mi pueblo, también se celebra cada año un homenaje al periodista Xabier Galdeano. Según los recursos personales que dispongan los vecinos y amigos, se celebrará en plena calle Telletxe, bajo la lluvia, en un improvisado local o en la ikastola San Nicolás que Galdeano ayudó a fundar. Si hay comida será porque algún vecino la baja, y los medios de comunicación, como siempre, ni aparecerán.

Frente a esta dramática continuidad del conflicto social vasco, creo sinceramente que habría que realizar un acto conjunto por la libertad de prensa, en el que todos estén incluidos, pues a todos se les han vulnerado, de formas iguales y diferentes, los Derechos Humanos. Mas, si sólo se arroja luz contra unas injusticias y se silencian otras, estaremos hablando en términos de política o fuerza, pero no en términos de Derechos Humanos como a veces cínicamente se nos inculca.

Matando la palabra, ETA se mató a sí misma, porque aún poderosa arma, la palabra es del tipo de las que se combate con mas palabra. Pero igualmente mató el Estado y anulan hoy las posibilidades de paz y reconciliación quienes hacen bandos en lo que al periodismo se refiere, pensando ellos, que están "del lado bueno" frente "al lado malo". No obstante, lo preocupante es que estas divisiones, estas diferenciaciones entre muertos que cuentan y muertos que no cuentan, se hacen desde varias organizaciones que dicen defender a los periodistas, la libertad de expresión y los Derechos Humanos.

Es fácil reconocer los derechos y la humanidad en uno mismo y la gente con la que uno simpatiza. Lo difícil, la auténtica frontera en la que radica la grandeza de la Carta Internacional por los Derechos Humanos y nuestra propia humanidad es reconocer esos derechos en ese otro -periodista en este caso- con el que no estamos de acuerdo. Hasta que eso no se supere con valentía, el conflicto vasco perdurará. Exista ETA o no.