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¿Cómo reducir las muertes en las carreteras?

LOS últimos accidentes de tráfico en las carreteras vascas han reabierto en la ciudadanía un debate sobre la responsabilidad vial. Sólo en algo más de una semana han fallecido en el asfalto ocho personas. Seis de ellas no pasaban de los 36 años. El primer siniestro tenía lugar a última hora de la tarde de un jueves, en una recta con línea continua de la N-634 a la altura de Elgoibar. El más reciente, la madrugada de un sábado, en la A-8, a poco menos de un kilómetro de la salida de Orio en un tramo de tres carriles. En este caso, además, los cuatro fallecidos viajaban en un vehículo de alta gama equipado con los últimos sistemas de seguridad. El impacto provocaba que quedara totalmente desintegrado. Las investigaciones en ambos casos han apuntado presumiblemente a imprudencias. A la invasión de la otra calzada y a un exceso de velocidad.

Las fotografías llegan justo cuando hace un mes conocíamos que las muertes en las carreteras vascas descendieron un 24,7% el año pasado, con 67 fallecidos frente a los 89 de 2008. Tomando una perspectiva más amplia, la cifra resulta significante ya que en 2003 los muertos ascendían a 207. Todos los responsables en aquel entonces calificaron como muy buen dato la reducción de la mortandad en las carreteras. Ahora bien, en medio no podemos olvidar que tenemos la implantación desde hace algo más de tres años del carnet por puntos, un sistema que ha llevado primero a salvar 1.500 vidas y después a concienciar a la ciudadanía. Entre otras, cosas porque a la pérdida de puntos (el 40% de las multas en este tiempo se han debido al exceso de velocidad, a la conducción bajo los efectos del alcohol o a hablar por el móvil) se han sumado las faltas muy graves con penas de cárcel.

Pero a día de hoy la sangría continúa y alguien podría pensar que, ante la creciente motorización de las familias, algo falla en una sociedad en la que los más jóvenes consideran el vehículo privado como un artículo de primera necesidad y no como un artículo de lujo. Alguien podría pensar que algo falla en una sociedad en la que, según el último estudio de la Fundación Española para la Seguridad Vial, cuatro de cada diez ciudadanos cree que las indicaciones para limitar la velocidad están puestas para multar.

Seis de los últimos ocho fallecidos en las carreteras vascas no pasaban de los 36 años. Los jóvenes son aproximadamente en España el 22% de la población y el 20% del censo de conductores, pero soportan más del 36% de las muertes en accidentes de tráfico y el 42% de los heridos graves. Y uno de los puntos negros de la estadística se registra en los primeros años como conductor. Hasta el sexto año al volante no se estabiliza la siniestralidad. Lo dice la Dirección General de Tráfico. Y lo hace cuando en nuestro país el Plan Estratégico de Seguridad Vial 2010-2015 contempla permitir la conducción de jóvenes de 17 años en compañía de un adulto.

Al menor se le exigirían unas horas de instrucción, varias clases prácticas y un examen teórico. Al adulto, cinco años de antigüedad como conductor, la totalidad de sus puntos y ninguna sanción grave. ¿Puede ser la solución para reducir la siniestralidad?. En países como Alemania, Suecia, Bélgica o en Francia, donde el 30% de los nuevos conductores pasan por este proceso, han comprobado cómo la siniestralidad ha caído entre un 20% y un 40%. Sin embargo hace falta algo más: es necesaria la misma conciencia social (en los colegios, en las autoescuelas, en las familias ?) que cuando nos encontramos ante catástrofes como la de Haití. Y más aún, hace falta que quien coja el coche sea consciente del alcance de su actividad. Lo contrario estará muy cerca de la mediocridad en los resultados y, como vemos habitualmente, del daño a terceras personas.